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Opinión

2 de Abril de 2010

Constitución: El abrazo del carcelero y el cautivo

Por

PAULA VIAL REYNAL* DEFENSORA NACIONAL

El terremoto y sunami dejaron una estela de destrucción, pesar y sufrimiento para todos. Historias dramáticas llenaron páginas y páginas de los diarios. Historias de violencia y descontrol colmaron minutos largos en los canales de televisión. Saqueos, barricadas de vecinos, toque de queda, estado de catástrofe, desabastecimiento, inhabitabilidad, derrumbe, son conceptos que ocuparon nuestras mentes durante estos días y se instalaron como reacción al dolor y las pérdidas.

Frente a la agresividad desatada se plantó la fuerza que controlaba, con señales especialmente duras para contrarrestarla. Un fenómeno excepcional pero universal frente a la catástrofe, con personas comunes y corrientes que desbordan límites y actúan como no lo harían en otras circunstancias.

También con personas que aprovechan el desastre y contribuyen al caos, atemorizando con la comisión o el peligro de comisión de delitos.

Diferenciando casos, con contextos disímiles y siempre especiales, la dureza debe ir cediendo espacio a la racionalidad en la reacción, considerando que la excepcionalidad ha pasado y el orden se ha restablecido.

Hoy, en la etapa de reconstrucción es también tiempo de una nueva mirada a lo ocurrido en lo puntual y a las oportunidades más genéricas en lo global. La posibilidad real de rehabilitación y reinserción debe ser una prioridad si queremos que las penas y su aplicación efectiva tenga un sentido y un resultado.

Hay historias también que contribuyen a reforzar esta idea. En la cárcel de Constitución, asolada por el terremoto y el sunami, completamente destruida hoy, pasaban sus días tras los muros un grupo importante de presos. El día del cataclismo, las condiciones fueron extremas y el gendarme a cargo tuvo el buen criterio de reaccionar desde la mirada de la preocupación por las personas más que la del interno. Permitió este hombre, que los presos abandonaran el penal, señal compleja, arriesgada y con posible costo personal enorme. Y sin embargo, priorizó la inquietud por el otro y su bienestar personal así como de sus familias. Con un acuerdo en la urgencia que podría haber generado recelo e incredulidad, comprometió el retorno de los internos una vez pasado el peligro y comprobado por ellos que sus familias estaban bien y que habían podido ayudarlas a salvarse.

Increíblemente eso ocurrió. Los internos regresaron y hoy siguen cumpliendo sus condenas o las medidas cautelares de las que han sido objeto. Con su ejemplo se transforman en una prueba visible de que es deseable y rentable entregar oportunidades a quienes han errado el camino de cumplimiento de las normas y adaptación a los compromisos sociales.

En una reciente visita de la Defensoría al módulo en el que se encuentran recluidos en la cárcel de Talca, relataron su historia extrema y mostraron emocionados el agradecimiento con aquel que pensó en ellos, que los vio con ojos de misericordia y solidaridad, con mirada humana y a quien respondieron con responsabilidad y palabra. Aplaudido tres veces, recibió los reconocimientos, gratitudes y elogios que merece un héroe que piensa en el hermano. En un gesto que es poco frecuente entre carcelero y prisionero, se abrazaron en el dolor y el afecto.

Y transformaron con ello su historia en un ejemplo de la necesidad de otra mirada y la oportunidad fortalecida, incluso para aquel que ha fallado más profundamente.

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