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Cultura

8 de Mayo de 2010

Fernando Vallejo: Escribo por hacer rabiar a los tartufos

Por

POR FERNANDO VALLEJO
Esta semana llega a Chile “El don de la vida”, último libro del colombiano Fernando Vallejo, quien gentilmente escribió para The Clinic este texto en que habla de su escritura y también de Ratzinger, la pedofilia sacerdotal, los hermanos Castro y el arte de la biografía: “en ese pecado no reincido”, dice.
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“El don de la vida” trata de la bendición de la muerte. Yo no siento ningún aprecio por la vida, lo único que quiero es salir de ella. Lo que pasa es que no es tan fácil. Vivir es muy difícil, y morirse ni se diga. Y la vejez es una desgracia: como la edad adulta, como la juventud, como la niñez… La vida toda es una desgracia, la del hombre y ni se diga la de los pobres animales: los cerdos y las vacas que acuchillamos en los mataderos para después comérnoslos; los pollos que criamos desde que nacen hasta que se mueren sin ver la luz del sol en unas jaulas minúsculas de unos galpones de infamia… Etcétera, etcétera, etcétera.

Desde hace años no leo nada, y si escribo cada tanto un libro es por joder, por hacer rabiar a los tartufos, no porque crea que la literatura es la gran cosa. Ya he escrito tres o cuatro libros sobre la vejez y la muerte, ya ni sé: “Entre fantasmas”, “La Rambla paralela”, este que ahora está saliendo de “El don de la vida”, y creo que también podría poner en la lista “El desbarrancadero”. Y si algún otro libro escribiera, sería también sobre la vejez y la muerte, repitiéndome, repitiéndome, repitiéndome, que es lo que me gusta hacer y lo que siempre he hecho toda la vida, empantanado en un caos mental de recuerdos que insisten e insisten e insisten en quedar y que no se me borran por más que quiera, en ese espejismo repetitivo y absurdo del yo o la conciencia o como lo quieras llamar.

Ratzinger, alias Benedicto XVI, es uno de los seres más viles que hoy tiene la humanidad, y los Castro un par de hampones. América en toda su historia de vileza no ha parido unos mal nacidos peores que ellos.

Y a los curas que masturban a los niños les digo: “Sigan así, padrecitos, que van muy bien. El niño no es el rey de la creación: es una máquina biológica que excreta. Y es malo, malo, malo. Es un cachorro de Homo sapiens en camino de aprender para convertirse en un ser cada vez más perverso”. Que sirvan de algo estos hijueputicas, aunque sea para el sexo. ¡O qué! ¿Se van a convertir en unas rémoras de la sociedad? ¡Maldito el rey Herodes que no acabó con todos ellos! Y a propósito del santo rey, hoy se necesita urgentemente un rey Herodes de viejos.

La biografía de Porfirio Barba Jacob me tomó doce años y la de José Asunción Silva, tres. Y se me hace un desperdicio gastar el escaso tiempo de un vivo en unos muertos. En ese pecado no reincido. Además la biografía es un género menor de la literatura y nunca será uno mayor, no hay forma. Es un abrir y cerrar comillas y el biógrafo es como un portero: él es el que decide a quién deja entrar y a quién no.

Y para terminar: siempre y cuando no medie la violencia ni la reproducción, que es el crimen máximo, el sexo es inocente con el que sea, con lo que sea, donde sea, cuando sea, por donde sea. A mis congéneres bípedos pentadáctilos les recomiendo que lo practiquen a menudo para que se les despeje la cabeza.

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