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Cultura

18 de Mayo de 2010

Estreno: Tiro libre, el Ojos rojos palestino

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Por Lorena Penjean / gentileza de ACC

La selección de futbol de Palestina no pudo jugar hasta 1998, año en que la FIFA levanta el veto.
Y el sólo hecho de tener un equipo que pudiera competir por la Copa del Mundo y cantar la canción nacional frente a otras naciones cambió la vida de un puñado de deportistas. Entonces Marcelo Piña tomó su cámara y partió. Y grabó esta historia en decenas de ciudades cuyos nombres vemos a diario en las noticias. Fueron 4 años de trabajo en 13 países, 20 ciudades, tres continentes. Palestina jugando con Taiwán, con Irak o Uzbequistan, entre otros.

Tiro Libre Trailer from Tiro Libre/Free Kick on Vimeo.

Hoy muestra lo que vio siguiendo a una selección de futbol de unos apátridas que sueña con convertir un gol mientras entrenan en campos de refugiados o ciudades sitiadas y desmembradas que huelen a pólvora.

Tiro Libre contado por Marcelo Piña, su director

“Yo vivía en Chicago cuando supe que al chileno-palestino Nicola Hadwa, se le encarga la clasificatoria a Alemania y comienza a preparar a la selección palestina.
Ahí nace todo. Yo entro a este proyecto con un conocimiento ordinario, con mi vivencia de la dictadura militar, siempre comparando lo que yo sabía de la experiencia palestina con mi experiencia personal.
Entonces Nicola surge como una bisagra. Él tiene la gran idea de integrar a la diáspora palestina a la selección. Sus mensajes son dos: los hijos de los palestinos que llegaron a Chile no decidieron hacerlo por su cuenta; se les impuso una migración o exilio. Y como exiliados en una diáspora distante, ellos tienen tanto derecho a participar en la selección como los que viven en los territorios palestinos. Por otro lado, la diáspora palestina en Chile, que lleva más de 150 años acá, está bastante asentada y se han integrado cabalmente a varios ámbitos de la vida nacional y del deporte. En ese contexto el futbol, no es una excepción: tenías jugadores profesionales jugando en primera o segunda división con padre o madre palestinos.
Luego, la idea navega por varios canales. Confusos, dispersos. Para comenzar, señalaré que no es proporcional la cantidad de información sobre el conflicto palestino con la información real que la gente maneja. Siempre, desde el año 48, todos los días los diarios del mundo informan sobre lo que sucede, pero nadie sabe mucho. Se ha provocado una especie de adormecimiento, de indiferencia. Todos los días escuchas que muere gente y de tanto escucharlo comienza a vaciarse de contenido. En este océano de información o desinformación la sensibilidad humana se pierda. Este trabajo quiere ir tras eso.
Así, siempre al borde del abismo, nace este trabajo. Finalmente, imbuido por completo en el documental, abandoné Chicago a finales del 2007 para irme a El Cairo. A la vida. Sabía que tenía un material potente y que podría convencer a alguien. Queríamos abarcar mucho con muy pocos recursos. La vieja historia del cine, del documental.
Hubo muchos intentos, muchas llamadas frustradas a la federación de futbol palestina. Era fácil perderse. Traductor conmigo, la primera vez que vi a la selección de palestina jugar fue en Ismaelía, un pueblo a 120 kilómetros de El Cairo.
Viajar a esa zona cuando tienes treinta y tantos años es aún más difícil porque se supone que estás en el rango de la resistencia. Eres peligroso. Muchas veces vi como les negaban el paso a los jugadores.
En el transcurso de los 4 años que me tomó hacer este documental me presenté muchas veces diciendo: quiero mostrar lo que significa ser un deportista en la Palestina contemporánea.
No sé. A veces me hacían llorar… O sea, oler pólvora, saber que han matado amigos de futbolistas e incluso a futbolistas que fueron parte de la selección es ver cómo el juego se transforma en otra cosa, en hacerle goles a la vida.
Seleccioné a los jugadores por dos criterios. Por un lado quería mostrar la desintegración Palestina, de estos territorios por los cuales no te puedes mover libremente. Si estás en Cisjordania no es llegar e ir a Ramala o de Ramala a Jerusalém o Naplusa. No es lo mismo vivir en Cisjordania que en Gaza. No es lo mismo vivir en los territorios palestinos que en los campos de refugiados de El Líbano. O en Chile, desde donde también viajaba un jugador. El otro criterio es técnico y más o menos evidente: debían tener la capacidad de contar su historia.
La vida de un seleccionado palesino no es muy distinta a la de un ciudadano palestino; son personas que quieren estudiar, trabajar y estar tranquilas. La vida de un futbolista en Palestina equivale a imaginar a Messi llegando a Argentina después de 40 horas cruzando la cordillera a caballo. O entrenar en una cancha de baldosa o tierra porque no hay canchas con pasto. La primera vez que entré a Gaza me demoré 40 horas en entrar y 11 en salir. Estuve 9 horas solamente en la aduana israelí para que me dejaran salir. Todos te hacen las mismas preguntas, una y otra vez. Había soldadas muy lindas, muy coquetas. Para mí que lo hacen con su qué. Nos regalaron un sándwich que no podíamos aceptar en circunstancias de que los jugadores estaban ahí, frente a nosotros, pasando hambre de la misma manera, mirando como recibíamos un trato diferente al que ellos recibían.
En Palestina el futbol es el deporte más popular. Allá es común ver a los hombres en cafés con sus pipas de agua viendo partidos de la liga española. No es la pasión desbordante de acá. Es distinta, no sé, tal vez por la misma ocupación, porque hay un objetivo político que es más importante que cualquier otra cosa.
Muchos de los jugadores tienen sueños de proyección internacional.
Los mejores tienen la intención de ir a jugar a Jordania o a alguna liga del mundo árabe. Sueñan con poder vivir del futbol. Obviamente saben que es muy difícil. Casi todos tienen profesiones o trabajos. Casi nadie vive del futbol. Pero ponerse la camiseta y salir y cantar el himno palestino ya es un logro.
Hay mucha tragedia, tiene algo de este señor a caballo que se enfrenta a molinos de viento, pero por sobre todo hay una dualidad que yo creo que ellos la llevan bien, no se exaltan. En el futbol obviamente les da pena no clasificar sobre todo con todas las dificultades que tienen, partiendo por el desplazamiento. Esto para nosotros es impactante pero cuando naces y te crías y creces viendo este tipo de cosas todos los días de tu vida aprendes a convivir con eso. La manifestación de la euforia como del dolor no va con los desbordes, hay como una pena constante que lo abarca todo.
La mirada de estas dos pasiones, futbol y política, es bastante racional.
La pasión suele desbordar la lógica y en ese sentido este documental no pretende ser eso, no, es todo lo contrario, no pretende tener ese desborde panfletario de la denuncia. Si bien en el documental los académicos y expertos contextualizan la historia más global, aquí no hay locos gritando re calientes por ir a matar a alguien por mucho que a veces sientan ganas de ir a matar a alguien o tirar una piedra o dejar la cagada porque ya no aguantan más. Yo por mucho menos he dejado la cagada, pero la idea de mi trabajo es otra.
Obviamente esta es una historia trágica pero con este documental no me he querido encerrar en ese callejón sin salida. Lo que pretendo mostrar es que es un conflicto entendible y solucionable. No es muy difícil.

VEA “TIRO LIBRE” DE MARCELO PIÑA A PARTIR DEL 20 DE MAYO EN EL CINE ARTE ALAMEDA, ALAMEDA 139.

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