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Cultura

19 de Junio de 2011

“Dudo que el pinochetismo vuelva a triunfar nuevamente en Chile”

No se acuerda de lo que estaba haciendo un día domingo, tres de diciembre, año 2006, cuando supo que Pinochet cayó enfermo. Sí se acuerda de lo que hizo después. De haber estado en el Hospital Militar viendo escenas como ésta: Gente cantando: “Me contaron que los comunistas están aprendiendo a nadar porque ahora saben […]

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No se acuerda de lo que estaba haciendo un día domingo, tres de diciembre, año 2006, cuando supo que Pinochet cayó enfermo. Sí se acuerda de lo que hizo después. De haber estado en el Hospital Militar viendo escenas como ésta:

Gente cantando: “Me contaron que los comunistas están aprendiendo a nadar porque ahora saben que los están tirando al mar”.

O ésta:

El cliché de las señoras pinochetistas que rezan, rezan y rezan por la salud del General.

Pero Iván Osnovikoff no sabe que ahí hay una película hasta que, dos años después, él y Bettina Perut pueden dar con cuatro personas-personajes que hacen de guías en una historia que empieza con ese día en el Hospital Militar, sigue con la muerte de Pinochet y termina con sus propias vidas. Con sus vidas sin Pinochet.

Entonces aparece Manuel Castro, estacionador de autos, borracho permanente y que -para el día de la muerte de Pinochet- estuvo más feliz y ebrio que nunca. Manuel Carrillo, militante de izquierda, conscripto en 1973, que vio el cuerpo de Allende recién muerto. Juan González, ex militar, presidente de la Corporación 11 de septiembre. Y Otilia Carrillo, que tuvo un puesto de flores en la Plaza de Armas regalado por la hija de Pinochet.

Al principio Juan y Otilia no quieren aparecer. Es el tiempo de Bachelet.

-Se pusieron paranoicos. Cuando salió Piñera los volvimos a llamar y dijeron que sí-, cuenta Iván.

-¿Cómo logran el acceso con ellos?

-Yo siento que ellos se sienten unos parias políticos. Entonces les dai un espacio y aprovechan la oportunidad. En el caso de Juan González, como es un dirigente político de esta corporación, le dai un espacio en que expone sus ideas. Y en el caso de la señora Otilia, después de la muerte de Pinochet le quitaron el puesto de flores. Desapareció de un día para otro. Entonces tiene una cruzada para recuperar su puesto. Y eso es importante. Porque son pinochetistas pero también son personas normales, que tienen familia. Y si uno le amputara su identidad política, son buenas personas.

-Igual es difícil amputar esa identidad.

-Es difícil pero es posible. Sobre todo si estai haciendo una película y tenís que lograr tu objetivo.

Y el objetivo podría ser mostrar a los malos como no tan malos. Mostrarlos grises. Como a la señora Otilia y a sus flores. Como a la señora Otilia, que en una de las escenas grita: “Señora Lucía, tenga fuerza, estamos con usted, señora Lucía”, con la voz agudísima, la cara enmarcada en sus cientos de flores. Se ve un poco ridícula.

Pero Iván dice:
-Nunca es ridiculizar por ridiculizar. Sino que complementar. Por un lado esta señora es cómica, pero por otro lado cuando aparece y dice que con estas flores mantiene a su marido que tiene cáncer a la próstata y parkinson, a su mamá que le acaban de amputar la pierna derecha y a ella que tiene cáncer a la piel. Cuando pasa eso y se quiebra, y llora porque le quitaron el kiosco, todo se balancea. La vida tiene muchas dimensiones. Cuando veo películas de cine político donde se intenta reforzar una dimensión de la realidad, la película se empobrece. A pesar de que tenga material histórico interesante.

El Estacionador

-Pero debe ser más fácil mostrar al de derecha como un tipo complejo que sacar al de izquierda de un discurso que está mucho más sacralizado.

-Manuel Carrillo tenía el discurso de izquierda tradicional pero de repente fueron apareciendo cosas que eran las que nos interesaban. Para el golpe era conscripto del regimiento de Tacna. Le tocó encontrar al cadáver de Allende. Y desde la muerte de Pinochet siente la necesidad de cambiar su forma de lucha para que su discurso tenga alguna repercusión. Entonces pensó disfrazarse de Llanero solitario, pero estaba el tema de los caballos y las pistolas, y que lo podían tomar preso. Así que lo que más le convenía era disfrazarse de Viejo Pascuero. Así iba a las protestas y se transformaba en un personaje conocido.

-¿Con quién te costó tener más empatía de ellos?

-Con el que era más difícil era con el estacionador de autos, porque cada vez que llegábamos a grabar tenía una caña distinta. A veces estaba muy muy curado en la mañana. Entonces costaba mucho que hablara. Otras veces estaba bien y funcionaba y podíai pedirle cosas. Otras veces estaba ronco. Y así.

Pero lo que de verdad le produjo distancia a Iván fue esto:
-Me acuerdo que fuimos a una asamblea de la Corporación 11 de septiembre para la elección de Juan González como presidente. Llegó un dirigente gremial o no sé si gremial pero con discurso fascista. Héctor Durán. Y apareció -no sé si invitado o no- diciendo que estaba en contra de la actitud cobarde que había tenido el ejército de sacar a Pinochet en helicóptero de la Escuela Militar, arrancando por miedo y enterrando las cenizas en la parcela en vez de hacerlo en el Cementerio General por miedo a que le fueran a mear la tumba. Y decía: “Bueno, si mean la tumba nosotros vamos a cagar la de ellos”.

-Já.

-Ese fue un momento de desagrado. Pero en estas asambleas estaban estas señoras que no es gente que esté organizando la creación de campos de concentración, no son gente peligrosa. Al final la penetración en el mundo pinochetista se nos dio fácil porque es un lugar en decadencia, claramente. Y lo interesante es retratar ese mundo. Retratar esa ambivalencia. Por un lado son personajes nefastos pero por otro -hay gente que no lo va a entender- son gente buena onda. Juan González era un tipo súper buena onda e inteligente. En algunas dimensiones era súper profundo, mucho más que los otros

El pinochetismo

-¿Cuáles?

-Hay una parte de la película en que él dice que quiere ir a ver a Pinochet antes de que muera. Pero no quería ir a hablar con él. Quería ir a mirarlo. Porque él sabía que con la mirada se iban a decir muchas más cosas. Decía: “El pensamiento es más rápido que la palabra”. Además él tenía un sentimiento de amor hacia Pinochet.

-Pero el hecho de que sea un discurso en retirada no significa que no haya sido un discurso central alguna vez. ¿No piensas que podría volver?

-No sé si estos mismos. No con las mismas vestiduras ideológicas. Yo dudo que el pinochetismo vuelva a triunfar nuevamente en Chile. Obviamente es muy probable que haya otro régimen dictatorial. Es como que alguien que saliera con algo Portaliano ahora.

-Probablemente no el pinochetismo pero si perduran ciertos valores.

-Sí. Bueno. Cuando uno tiene acceso a espacios de intimidad ideológica con el mundo oligárquico se da cuenta de eso. Me acuerdo de una película de la Marcela Said en la que filmaban un consejo editorial de El Mercurio y ahí decían que la democracia no era el mejor sistema político. Son valores quedan durmiendo en la sociedad. Y se pueden despertar en cualquier momento.

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