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Opinión

17 de Agosto de 2011

A cara descubierta

Los miles de miles que han desfilado por la Alameda esperando abrir el diálogo sobre una buena calidad y acceso igualitario a la educación, han sido acompañados por una turba que podría terminar por silenciarlos. Como van las cosas, y el incremento de la violencia, no podemos dejar que solo sea deber de Carabineros y […]

Francisco De La Maza
Francisco De La Maza
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Los miles de miles que han desfilado por la Alameda esperando abrir el diálogo sobre una buena calidad y acceso igualitario a la educación, han sido acompañados por una turba que podría terminar por silenciarlos.

Como van las cosas, y el incremento de la violencia, no podemos dejar que solo sea deber de Carabineros y del Gobierno tratar de aplacar los actos delictivos, también es obligación de los organizadores de las movilizaciones originar que estos hechos no ocurran y denunciar a quienes destruyen.

Sin que sea así, la ciudadanía puede mezclar a unos con otros- ya algunos lo hacen- y tomar las marchas como un desorden y la posibilidad de disturbios, más que una demanda fuerte, necesaria y con argumentos, como la que en verdad es. Lo lamentable es que las buenas ideas peligran, y tal vez se diluyan en los actos belicosos. Hasta ahí llegaremos… con las portadas en rojo y en una discusión que se pierde, como ya ha ocurrido en otras ocasiones.

El que protesta a cara descubierta sabe quién es y lo que busca. No teme entregar y hacer valer sus opiniones. Lo hace con convicciones claras. El que se cubre no pierde nada, no dialoga, enloda al de al lado y menoscaba sus principios. A ése es al que menos le importa la educación, y a él no se le puede entregar la ciudad para que sea atropellada como si nada, como un espacio vacío sin ciudadanos.

La propuesta del Gobierno sobre los encapuchados va en la línea correcta. Frente a los que se cubren la cara tiene que existir una presunción de culpabilidad, y Carabineros ser implacable y tener las atribuciones que eso significa, así como la justicia, que hasta ahora parece no ver con claridad lo que está ocurriendo y declara una y otra vez que no hay pruebas suficientes. Hasta el padre del joven que quemó un automóvil pidió perdón por el hecho. La justicia tampoco vio ese día.

No podemos dejar que algunos se aprovechen de la situación y callen lo que hoy se necesita hablar con total trasparencia, en una mesa sin exclusiones, con todos los actores posibles, sin discriminación – la iglesia también es un actor válido y los organizadores no deberían alejarla, como a ninguna iglesia y como tampoco ellos quieren ser excluíos-, con argumentos y tiempos razonables y realistas- nada magnífico se logra en un día- y, lo más importante y fundamental, a cara descubierta, y en esto voy más allá de los vándalos, voy a todos los actores que decidirán sobre el futuro de la educación de Chile.

Recuerdo en estos momentos esta frase de Antoine De Saint Exupery: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho”.
Todo Chile debe estar unido para hablar de la educación que queremos.

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