Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

13 de Enero de 2012

Cuidando el botín

Algo hay que reconocerle al gremialismo de la UDI. Es que han logrado convencer al chileno de calle, que hay un tipo de cuestiones que son politiquería y no cosas, como diría Lavín, “que le importan a la gente”. Cada vez que alguien repite que “da lo mismo quien gobierne, igual tengo que trabajar” el espíritu […]

Daniela Marzi y José Luis Ugarte
Daniela Marzi y José Luis Ugarte
Por

Algo hay que reconocerle al gremialismo de la UDI. Es que han logrado convencer al chileno de calle, que hay un tipo de cuestiones que son politiquería y no cosas, como diría Lavín, “que le importan a la gente”.

Cada vez que alguien repite que “da lo mismo quien gobierne, igual tengo que trabajar” el espíritu de Guzmán recibe una nueva ofrenda. Esas cuestiones, son –eso lo saben bien este puñado de fundamentalistas – las que alejadas del olor de la calle, aseguran el cómodo gobierno a una elite que ha construido, con paciencia de devoto, unas de las sociedades mas desiguales del mundo.

¿Qué tiene que ver con el chileno de verdad, endeudada hasta las masas, con salud y educación de mala calidad que el sistema electoral sea proporcional en vez de binominal? se preguntan en tono retórico.

Cosas de políticos, repetirá ese chileno, y en ese mismo momento, Jaime Guzmán esbozara desde el mas allá –como bien lo sabe Longueira- una sonrisa de satisfacción.

Seguiremos, entonces, siendo sus rehenes. Y es que esas cosas “de políticos” hacen que la voluntad de la mayoría sea en nuestra democracia irrelevante: gane quien gane –incluso la derecha-, las grandes decisiones sobre nuestra sociedad siguen entregadas a una pequeña elite de conservadores tipo Novoa, Coloma o Longueira. Son los milagros del sistema electoral binominal y su sobrerrepresentación de la minoría.

No es necesario enumerar el complejo tinglado que la Constitución del 80 organizó para que ese pequeño grupo de “devotos” de Guzmán tuvieran la llave de oro de la democracia chilena (senadores designados, sistema binominal, nombramiento del tribunal constitucional, leyes orgánicas constitucionales, etc.).

Algunos se han desmontado, pero quedan los más importantes –la parte jugosa del botín-: el sistema binominal y las leyes de quórum ultramayoritarios.

Así, una minoría –con el respaldo electoral del veintitantos por ciento de los chilenos- ha tenido y tendrá el poder institucional para bloquear a la mayoría, cualquiera que esta fuere, por los tiempos de los tiempos.

No habrá en Chile, entonces, reforma en serio a la educación, a la salud, al trabajo ni a ninguna otra materia relevante, porque contradice la mas minima lógica del poder que la minoría que lo detenta lo ceda. Los dueños de las Isapres, las AFPs y los sostenedores de colegios podrán dormir tranquilos.

¿En razón de que tipos como Novoa van a perder su derecho a veto respecto de toda la sociedad chilena, especialmente cuando esta parece –a sus santos ojos- especialmente extraviada?

Y es que como buenos conservadores creen a pies juntillas, además, que ellos son un grupo de iluminados que debe guiar al resto, pobres ovejas descarriadas que entregadas a nuestras pasiones, posiblemente no terminemos creyendo ni en Dios, ni en la familia, ni en la propiedad privada.

Ahora, la última víctima de este drama ha resultado ser –esplendida paradoja- el propio Piñera. De hecho, la UDI le ha aplicado a Piñera el mismo trato que a la sociedad chilena en su conjunto: la del rehén.

Los límites de verdad –le han venido a decir a Su Excelencia-  los fijan ellos: hay temas de los que no se va a hablar (por ejemplo, el aborto), hay otros de los que no se puede decidir (por ejemplo, reforma tributaria) y hay reformas que no pueden hacer (como, precisamente, el binominal).

Como se ve, tranquilos todos entonces.

El botín sigue a buen recaudo.

Notas relacionadas