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Mundo

17 de Febrero de 2012

La soledad de Vladimir Putin en el despertar de la sociedad civil rusa

Por Juan Tafur para Eltiempo.com de Colombia Hace unos diez días, Anastasia Vorobieva y sus compañeros de carrera recibieron una visita inesperada en la universidad donde estudian, en Moscú. El decano de la facultad interrumpió las clases para decirles que el sábado 6 de febrero los esperaba a todos en la colina Poklonnaya para manifestarse […]

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Por Juan Tafur para Eltiempo.com de Colombia

Hace unos diez días, Anastasia Vorobieva y sus compañeros de carrera recibieron una visita inesperada en la universidad donde estudian, en Moscú. El decano de la facultad interrumpió las clases para decirles que el sábado 6 de febrero los esperaba a todos en la colina Poklonnaya para manifestarse a favor del expresidente Vladimir Putin.

La reacción de los estudiantes fue de incredulidad e indignación. “No nos amenazó”, cuenta Anastasia, “pero dijo que era lo mejor que podíamos hacer por el país y por nuestro futuro”.

Para garantizar la asistencia, el funcionario encargó a la mejor del curso de organizar a los demás. Varios compañeros prometieron ir, pero el día de la manifestación no se encontraron.

“Fuimos a manifestarnos”, explica Anastasia, “pero no a Poklonnaya sino a Bolótnaya, donde estaba la oposición”.

La emblemática plaza Bolótnaya, situada en una isla del río Moscú, fue escenario el mismo día de una multitudinaria protesta contra el Gobierno y contra Putin.

Es la tercera desde las elecciones legislativas de diciembre pasado, en las que Rusia Unida, el partido del expresidente, ganó en medio de graves acusaciones de fraude. Los partidos de oposición y la recién creada Liga de Votantes exigen la anulación de los comicios y la retirada de Putin de las presidenciales de marzo próximo.

Los contrastes entre las manifestaciones eran palpables. Como en las convocatorias anteriores, en Bolótnaya se dio cita una heterogénea concurrencia que incluía desde oradores de extrema izquierda hasta millonarias de abrigo de piel, pasando por exministros, militantes ecologistas y artistas de rock.
Protesta con -19 grados

Llegaron todos a pie, tras franquear los detectores de metales impuestos por las autoridades y ubicados a más de dos kilómetros. La maniobra para diluir los ánimos fue inútil: con el termómetro en -19 grados, se juntaron en la plaza cerca de 100.000 personas.

Según la Policía, a la gélida explanada Poklonnaya acudieron 135.000 partidarios de Putin, muchos a bordo de buses de empresas estatales.

También había gran variedad de público, pero el ambiente era más gremial: aquí los pensionados, aquí los estudiantes, más allá los de los correos. Los distintos grupos enarbolaban grandes pasacalles impresos todos con la misma letra.

En Bolótnaya, en cambio, había todo un arcoíris de banderas (tricolores nacionalistas, rojas comunistas, globos blancos y azules de la Liga de Votantes) y predominaban las pancartas artesanales.

Las consignas reflejaban la brecha que se ha abierto en estos meses entre los rusos. Si en Bolótnaya coreaban “Rusia sin Putin”, “Fuera Putin” y “Ni un solo voto para Putin”, en Poklonnaya contestaban con “No a la destrucción de Rusia”, “No a las primaveras árabes” y “No a la revolución naranja”, esto último, en alusión a las protestas pacíficas que pusieron fin al régimen pro-ruso en Ucrania en el 2000.

Teoría de la conspiración

La distancia entre las manifestaciones evitó los enfrentamientos, pero muchos opositores fueron tachados de “naranjistas” y “traidores” por la calle.

La concentración de Poklonnaya fue la respuesta de Putin a la mayor movilización popular que ha vivido Rusia desde la disolución de la URSS.

Las primeras protestas cogieron desprevenido al Gobierno, pero ahora el expresidente ha pasado al contraataque. Si hace un par de meses trataba a los manifestantes de Bolótnaya de “vagos”, ahora los acusa de conspirar con la embajada de Estados Unidos para desestabilizar la nación.

Aunque resulte sorprendente, para muchos en Rusia la acusación no parece disparatada. “La idea de que EE. UU. conspira contra Rusia está muy arraigada -afirma el editor Alexei Lubyov, de 49 años-. También el miedo a las revoluciones, que en este país son una tradición”.

El fantasma de una revolución

Hace dos meses, los oradores de Bolótnaya acusaban a Putin de estar empujando al país a otra revolución. Ahora el expresidente le ha dado la vuelta a la amenaza. El sábado, después de las manifestaciones, la televisión pública emitió un documental sobre la sangrienta Revolución de Febrero de 1917, en el que se equiparaba la situación política de entonces con la de hoy.

Las tácticas electorales del expresidente pueden parecer sacadas de un manual de la Guerra Fría. El propio Gobierno admite que “algunos empleados públicos” recibieron presiones indebidas para acudir a Poklonnaya.

(La oposición ha recordado al respecto que poklonnaya significa “venia” o “genuflexión”, porque era en la colina donde se entregaban las llaves de la ciudad, y tacha a los putinistas de arrodillados.) Sin embargo, de momento, la oposición no cuenta con ningún candidato en condiciones de disputar las presidenciales.

“Es un hecho que Putin va a ganar -confirma Lubyov-, pero también que está cada vez más solo”.

En su opinión, esta soledad es fruto de dos decisiones equivocadas. “La primera fue no retirarse de la política al final de su segundo mandato, cuando podía pasar a la historia como el salvador de Rusia. La segunda, volver a presentarse como candidato a la Presidencia, sin entender que el país que lo aclamó en el 2000 y en el 2004 no es el mismo del 2012”.

El factor Internet

“Hace 12 años, en Rusia había tres millones de usuarios de Internet -explica Anna Demidova, analista de sistemas-. Hoy hay 70 millones”.

La dinámica vertiginosa del ciberespacio ruso ha hecho añicos el férreo control de la información de la época soviética y también las posibilidades de manipular a una población que hoy cuestiona y critica como nunca antes a sus gobernantes.

“Medio país fue testigo por Internet del fraude en las legislativas. Aunque Putin vuelva a la Presidencia, las protestas van a continuar”, agrega.

Pasados 20 años de la desintegración de la URSS, la sociedad civil rusa empieza a despertar. Paradójicamente, muchos de quienes se manifiestan contra Putin se han beneficiado de la prosperidad relativa de sus mandatos: no piden mejores salarios, ni siquiera menos impuestos, simplemente menos corrupción y más democracia.

En palabras de Dimitry Solyonov, miembro de la Liga de Votantes, “eso es lo que Putin no acaba de entender: que no se enfrente a un nuevo rival político, sino a un cambio de mentalidad”.

En América Latina, sobran ejemplos de líderes redentores que se hacen reelegir una y otra vez hasta salir crucificados. Para entonces, suelen olvidar por el camino que sus intereses personales no son una y la misma cosa con el destino de la nación. Salvo por una sorpresa imprevisible, Vladimir Putin ganará dentro de tres semanas las elecciones. Es bastante probable que también las pierda contra la historia.
JUAN TAFUR
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
MOSCÚ

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