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Opinión

29 de Febrero de 2012

Columna de Óscar Gangas: Los humoristas chilenos salvaron al Festival de Viña

Eran tiempos difíciles para los humoristas. Un puñado de comediantes chilenos luchaba por sacar carcajadas en medio de un país sacudido por incendios, maremotos y una serie de cataclismos que partían la tierra desde el interior de sus entrañas. Sin la risa y el sentido del humor, el hombre estaba acabado. Este 2012 comenzó anunciando […]

Óscar Gangas
Óscar Gangas
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Eran tiempos difíciles para los humoristas. Un puñado de comediantes chilenos luchaba por sacar carcajadas en medio de un país sacudido por incendios, maremotos y una serie de cataclismos que partían la tierra desde el interior de sus entrañas. Sin la risa y el sentido del humor, el hombre estaba acabado.

Este 2012 comenzó anunciando el fin del humor chileno. Así lo pude palpar en el Festival de Iquique, Ricardo Meruane en Dichato y hasta Stefan Kramer, trenzado en una absurda disputa con Jordi Castell. De un momento para otro, la buena talla y el gusto por reírse de uno mismo, pasaron a ser objetos de censura.

El pueblo de Chile, que siempre se caracterizó por su picardía, pasó a mirar a sus propios humoristas con una postura negativa. No sé si estaba perseguido, bipolar o paranóico, pero la gente estaba buscándole la quinta pata al gato. Si uno se reía de cualquier cosa, se sentían y gritaban:

“¡No! Estai ofendiendo a las minorías, estai ofendiendo a los gays burlándote de esto, no podis ofender a los carabineros, a los curas, a los de aquí, a los de allá…”

Esta mala onda hacia quienes hacemos reír, fue captada por la producción del Festival de Viña, quienes llegaron a programar a tan solo un humorista para las seis noches de la Quinta Vergara. Considerando los ratings históricos que el humor siempre le ha entregado a Viña, no podía entender lo que estaba pasando. Los canales tienen que luchar contra un zapping permanente y para que los telespectadores sintonicen Viña, tiene que presentarse algún humorista, el que sea. Porque en un festival televisado, lo más visto son los humoristas, incluso cuando estos fracasan.

En Viña 1998 estuve frente al monstruo. Comencé mi presentación hablando en contra el humor cochino, de la vulgaridad, del doble sentido. Estaba seguro de que con eso me iba a ganar a ese monstruoso público conformado por decenas de miles de personas. Pero lo único que gané fueron pifias, pifias y más pifias. Yo era el Napoleón de Waterloo, el Frei Bolívar de 1999 y el Carlos Caszely de España 1982.

Muchos, casi todos, creyeron que nunca podría levantarme. Pero durante trece largos años estuve planificando mi regreso. Cuando Chilevisión me llamó para Viña 2011, ya tenía listo mi vinito gran reserva. Esa noche utilicé la estrategia opuesta. Me reí de ese mismo humor cochino que tanto había criticado. Esa fue una rutina flaite, grosera, agresiva, criticada por las minorías; pero efectiva.

Ese ingrediente picante fue el que triunfó en el primer Festival organizado por Chilevisión. Y no fue casualidad. Porque era el canal de infieles, el que transmitió películas porno, el que exalta la farándula; un canal open mind. Bajo esas condiciones, pusimos el pecho Mauricio Flores, Dino Gordillo y yo.

Después vino una sanción inexplicable por parte del Consejo Nacional de Televisión a mi rutina y a la de Mauricio Flores. Tal vez, eso provocó que para este año los productores de Chilevisión miraran en menos al humor. Eso era algo triste para todos. El medio de la risa es muy reducido en Chile y compartimos mucho como colegas. Si el humor chileno no tiene grandes éxitos en Viña, ese año a todos nos va mal.

Pero en medio de este oscuro panorama los organizadores del festival se acordaron de nosotros. Tarde, pero mejor que nunca. A tres semanas del inicio del certamen se sumó a Zip-Zup, mientras que a última hora confirmaron a los Dinamita Show. Ese no es un trato deferente para un profesional del humor. Porque preparar una rutina para Viña es muy difícil. Al que crea que no, lo invito a intentar contar chistes frente a quince mil personas que no tienen ningún problema en reventar un micrófono a puras pifias.

A pesar de los errores de la organización y la mala onda que había, los humoristas chilenos la rompieron. Bombo Fica, Dinamita Show y Zip-Zup actuaron sobre la base de lo que había ocurrido el año pasado. Se dieron cuenta que esa fue una buena estrategia para 2011, pero que esta vez la cosa tenía que ser distinta. Pensaron “ahora la gente quiere un humor más blanco”. Quienes triunfamos en Viña 2011 servimos de colador para el humor de este año.

Como siempre le pasa al chileno, pese a tener nada a favor y todo en contra, lo terminamos teniendo todo. El humor chileno se impuso, lo cual tiene un mérito extraordinario. Hay que pensar que la producción de Viña hizo una tremenda inversión contratando por cientos de millones a cantantes internacionales. Pero el Festival se terminó afirmando de la mano de un recurso tan barato y tan nuestro como son los humoristas nacionales. La plataforma de números internacionales carísimos como Luis Miguel, Morrisey y Marc Anthony, se sostuvo en una cuestión tan débil para la visión de los productores como es el humor.

La mala onda se acabó y los humoristas chilenos demostraron ser más necesarios que nunca. Lo cual no solo me pone feliz a nivel personal o a nivel gremial, me pone feliz porque los humoristas chilenos salvaron al Festival. Sin el humor, Viña 2012 habría sido un fracaso no solo en términos de Rating, sino que en términos de trascendencia. Cuando la gente recuerda el Festival de Viña de tal o cual año, lo primero que recuerda es a nosotros.

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