Cultura
2 de Junio de 2012El poema con el que Günter Grass acusa a Europa de asesina
En el poema, que lleva por título “La vergüenza de Europa”, el literato alemán lamenta que Grecia, por deudora, sea puesta en la picota y desposeída de sus derechos, mientras los que ejercen el poder le aprietan cada vez más el cinturón.
Los medios aseguran que este sí es un poema, contrario al primero, que según la crítica era solo un artículo en versos. El periodista Andrés Ortega de El País, de España, ha dicho que los versos hablan de una lucha de Grecia por permanecer en Europa, y de Europa por no perder su alma.
En sus doce estrofas, Grass advierte que Grecia, próxima al caos por no estar a la altura del mercado, está condenada a la pobreza. Al tiempo se muestra comprensivo con la ira de los griegos.
El escritor acusa a Europa de dar de beber a Grecia la copa de cicuta, con lo cual hace alusión al destino del filósofo griego Sócrates y, a la vez, intenta decir que el continente se aleja del país que sirvió de cuna a la civilización europea.
Al final del texto, Grass advierte de la maldición en coro de los dioses del Olimpo y recuerda a Europa que, sin el país cuyo espíritu la ideó, acabará marchitándose.
El anterior poema publicado por Grass a principios de abril en varios diarios de todo el mundo y en el que el escritor se opone abiertamente a un ataque de Israel contra Irán, despertó una oleada de indignación y tuvo como consecuencia que el Estado israelí lo declarara persona non grata.
La vergüenza de Europa
Günter Grass
Aunque próxima al caos, por
no agradar al mercado, lejos
estás de la tierra que tu cuna
fue.
Lo que con el alma buscaste y
creíste encontrar
hoy lo desechas, peor que
chatarra valorado.
Desnuda en la picota del
deudor, sufre una nación a la
que dar las gracias era antaño
lo más natural.
País condenado a ser pobre,
cuya riqueza
adorna cuidados museos:
botín por ti vigilado.
Los que invadieron con armas
esa tierra bendita de islas
llevaban, con su uniforme, a
Hölderlin en la mochila.
País tolerado ya apenas, a
cuyos coroneles
toleraste un día en calidad de
aliados.
País sin ley al que el poder,
que siempre tiene razón,
aprieta el cinturón más y más.
Desafiándote viste de negro
Antígona, y en el país entero
hoy lleva luto el pueblo cuyo
huésped eras.
Pero, fuera de ese país, el
cortejo de parientes de Creso
ha acumulado en tus cámaras
cuanto brillaba dorado.
¡Bebe de una vez, bebe! grita la
clac de los comisarios, pero
airado te devuelve Sócrates su
copa a rebosar.
Maldecirán los dioses a coro
lo que te pertenece, pero sin tu
permiso no se podrá expropiar
el Olimpo.
Sin ese país te marchitarás,
Europa, privada del espíritu
que un día te concibió.