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Opinión

17 de Junio de 2012

Cristiano, dioses y egos

Vía El País Despedido Ibrahimovic, hoy puede ser el turno de Van Persie y Robben, y de Cristiano Ronaldo. Ninguno ha trasladado su ego al césped y en este Hollywood en el que viven casi todos olvidan que se trata de un juego colectivo donde los solistas, máxime en este tipo de torneos de corta […]

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Vía El País

Despedido Ibrahimovic, hoy puede ser el turno de Van Persie y Robben, y de Cristiano Ronaldo. Ninguno ha trasladado su ego al césped y en este Hollywood en el que viven casi todos olvidan que se trata de un juego colectivo donde los solistas, máxime en este tipo de torneos de corta distancia, deben aportar lo suyo. De los citados, incluido Ibrahimovic, que ya va camino de casa, nadie ha dado un paso adelante, salvo para descararse ante algún altavoz muy suyo.

Lo hizo Cristiano, que, aun despechado tras fallar dos goles cantados ante Dinamarca, rebobinó contra Messi, fuera del charco, que no tiene palabras ni contra él ni para consigo mismo. Son los tiempos de los camerinos, que no vestuarios, y las galaxias individuales. Una forma burda de buscar una vez más el consentimiento general a costa de un titular exculpatorio, que por atractivo para la audiencia sirva para desviar la atención sobre uno mismo.

Ninguno de los citados supone un caso insólito. No son pocos los jugadores a los que su selección les ha sacudido la púrpura. Pero hoy su pasarela les lleva a hombros de tal manera que una descarga, un fracaso, en los campeonatos de alto nivel no supone más que un ligero rasguño del que sale mal parado el colectivo. Algunos están para el Balón de Oro, no para el podio compartido. “Yo, sin los demás, no soy nada”, suele recordar Xavi, nombrado mejor jugador de la Eurocopa que ahora defiende España, un equipo con más gregarios que dioses, un grupo ejemplar, gane o pierda, al servicio de una idea.

A la espera del partido de hoy ante Holanda, todas las pistas de Cristiano en el torneo han sido negativas. Poca participación, goles fallados y un sinfín de aspavientos contra sus compañeros, el empedrado y otros embrujos, hasta derivar en un azote a Messi, que ni pasaba por allí, aunque bien sabe el argentino lo que es despeñarse en casa. Al borde del abismo, para Cristiano no hubo mejor excusa que su reivindicación personal, no la de su selección portuguesa, como si fueran dos mundos ajenos. Lo mismo, de alguna manera, hizo Robben, que se fue descarado y malhumorado del partido ante Alemania una vez relevado. Así deben sentirse uno y otro, como si fueran dos satélites distintos. Hoy es su día, el turno de dar un paso adelante y poner su endiosamiento al servicio de Portugal y Holanda, que son quienes les ponen la alfombra, no al revés. Y todos, aunque tengan poca memoria, tienen cuentas pendientes. La de CR se perpetúa desde 2004, cuando sucumbió en Lisboa ante Grecia en la Eurocopa de aquella edición. Robben tuvo el Mundial de Sudáfrica en sus pies.

Espantado de puntillas Ibrahimovic, lo mismo puede suceder con Van Persie, máximo goleador de la Premier, y con Robben, de los que apenas hay noticias por Polonia y Ucrania, y que como ocurre con CR —no tanto con el sueco— tienen un grupo alrededor con el talento suficiente como para no excusarles. Holanda y Portugal tienen cesto como para que sus estrellas brillen y, en caso contrario, si vienen mal dadas, al menos para que acudan al socorro. La vida en los clubes tiene otra resonancia, mayor frecuencia mediática, pero a los futbolistas se les mide por todo, selección incluida.

En un campeonato aceptable hasta la fecha (al menos, ni un cero a cero), algunas de las grandes estrellas alistadas aún no han dado señales de vida. Ha llegado su momento, como el de Rooney, ya liberado para el tercer partido, vital para Inglaterra ante Ucrania. El fútbol, como otros deportes gremiales, tiene momentos en los que es preciso que los genios abran la lámpara. Y sin excusas. Los grandes, si caen, debe ser con un paso al frente.

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