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Opinión

13 de Julio de 2012

Nunca de rodillas

Ilustración: Marcelo Calquín Kallfulikan fue llevado con cadenas hasta el lugar donde fue empalado, método de tortura y ejecución pública utilizado contra los líderes de los pueblos enemigos, como forma de escarmiento. Una práctica habitual que utilizaron los hispanos contra los líderes indígenas. Leftrarü como Tupak Katari, éste último dirigente del Kollasuyu o lo que […]

Fernando Pairican
Fernando Pairican
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Ilustración: Marcelo Calquín

Kallfulikan fue llevado con cadenas hasta el lugar donde fue empalado, método de tortura y ejecución pública utilizado contra los líderes de los pueblos enemigos, como forma de escarmiento. Una práctica habitual que utilizaron los hispanos contra los líderes indígenas. Leftrarü como Tupak Katari, éste último dirigente del Kollasuyu o lo que hoy se conoce como Bolivia, fueron descuartizados amarrando sus cuatro extremidades a cuatro caballos que salieron en direcciones opuestas con tal de desmembrar sus cuerpos. El ritual terminaba colocando sobre una pica parte del cuerpo en distintos lugares de las colonias para asustar a los indios insurrectos.

Como si se tratara de continuidades históricas, la detención de tres Mapuche acusados de participar en la recuperación de tierras del fundo El Natre, en los alrededores de Vilcún, nos sigue mostrando el deseo de aplastar cualquier intento de protesta indianista. La policía los persiguió con helicópteros, luego de ello, como en imágenes de militares israelitas o estadounidenses, grabaron a los tres comuneros de rodillas uno tras otro, interrogándolos por sus nombres y quién sabe qué cosas más. Barro en sus caras y ropas, que están lejos de ser de camuflaje militar para creer la existencia de una guerrilla rural denunciada hace pocos días por el fiscal Ljubetic, y que nos habla de un movimiento Mapuche que ha venido sembrando en los campos el término de un estado subalterno como pueblo, a través un pensamiento político mapuche en desarrollo.

En la plaza central de Cañete hay un monumento que termina en forma de pica que le recuerda a los Mapuche día tras día la forma en que murió uno de sus dirigentes, Kallfulican, que en La Araucana aparece diciendo, antes de morir: “No pienses que aunque muera a tus manos/ha de faltar cabeza en el Estado/que luego habrá otros mil Caupolicanos”. Un poco en la sintonía que dos siglos después dirá Tupak Katari: “a mí solo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones”.

Ernesto Chachallao Painemil, el detenido de Vilcún, contestó a las preguntas de los periodistas mientras lo llevaban detenido los carabineros. En tono firme, dijjo: “libertad a los presos políticos”, una frase que sintetiza la continuidad y objetivo del movimiento Mapuche del presente: ser parte de la edificación de la utopía autonomista. La cuestión nacional Mapuche no se resuelve con nuevos prisioneros, sino sentándose a conversar políticamente en cómo desarrollar este objetivo político.

Con todo, cuando se observa una vez más la humillación de Carabineros hacia los integrantes de nuestra nación, sólo queda pensar lo lejos de aquella posibilidad de dialogar como pueblos. El rechazo a lo Mapuche y la no aceptación de él que se percibe en la avanzada de las fuerzas pretorianas en Wallmapu, solo ayuda a mantener abierta la frontera que simboliza el río Biobío.

A inicios de la transición democrática, nuestro poeta Leonel Lienlaf escribió: “El sueño de la tierra/grita/en mi corazón”. ¿Acaso no fue eso lo que arrebataron a nuestros antepasados? ¿Acaso no fue por ello que hoy fueron arrodillados miembros de nuestro pueblo? Nuestro mismo poeta sintetiza lo que moviliza a los comuneros en cada cerco que cae: “Mi corazón/Está despierto/Con la tierra”. Y es que sencillamente, como lo dijo Lorenzo Kolümañ, uno de los sobrevivientes a la Ocupación de La Araucanía a fines del siglo XIX, “lo que hemos conseguido con la civilización que dicen que nos han dado, es vivir apretados como el trigo en un costal”.

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