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Opinión

12 de Septiembre de 2012

Factor humano

Hubo un debate en donde el escritor Pablo Torche criticaba básicamente a la izquierda por pregonar la caída del mercado y el productor Bruno Bettati le pedía que identificara a qué izquierda se refería. Si entiendo al primero, me parece que criticaba un discurso de la izquierda que es efectivamente maniqueo y reaccionario. Bettati, por […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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Hubo un debate en donde el escritor Pablo Torche criticaba básicamente a la izquierda por pregonar la caída del mercado y el productor Bruno Bettati le pedía que identificara a qué izquierda se refería. Si entiendo al primero, me parece que criticaba un discurso de la izquierda que es efectivamente maniqueo y reaccionario. Bettati, por su parte, señalaba que la madre del cordero era un Congreso en donde una minoría sobre-representada atajaba cualquier intento de regular el mercado y le pedía a Torche que dijera a qué izquierda se refería, porque metía a mucha gente en un mismo saco: a las izquierdas de todos los estilos y hasta las demandas ciudadanas que no están representadas en el Congreso.

Esto apareció en la prensa digital y el debate hasta ahí iba bien, excepto por las tonterías de siempre que arruinan cualquier intento de debate. Pero lo que me parece sintomático es que una de las alabanzas a la caída de las izquierdas hecha en los comentarios a esa discusión fuera realizada por un hijo de exiliados en Cuba y Francia quien sin dar el más mínimo argumento celebró el artículo de Torche. Casos así conozco muchísimos: una hija de exiliado chileno y madre cubana que estudia en la Universidad de Los Andes, comunistas que rotean a medio mundo, gente que hace negocios con la corrección política pero que en privado hace comentarios homófobos y misóginos, y cosas así.

Me pareció que esa discusión no consideraba el factor humano. Bettati cree en un proyecto político, tiene ese don, le llamo así porque me parece que hay algo de santidad y muchísima energía en creer en una izquierda burguesa e ingenua. Yo, por el contrario, creo que todo se va al carajo cuando aparece el primer cheque. Eso lo he visto siempre, en mi generación estaba lleno de gente de la Concertación y del PC que dejaba de saludar cuando conseguía trabajo, generalmente relacionado con los gobiernos de la Concertación. Sin trabajar un peso a nadie, o trabajando muy poco, se mandaban a cambiar a Europa con la plata de los impuestos de todos los chilenos y se olvidaban de todo.

Conseguían trabajo en una universidad privada o algo por el estilo: se olvidaban hasta de la mamá y no respetaban amistades ni ninguna cosa. Hijos de miristas y PC ni hablar, el caso emblemático es MEO. Ya tenían experiencia en eso de huir a Europa con un botín, y no estoy hablando de luchadores genuinos ni de gente que realmente necesitara asilo político. En tanto, en el país sin píldora del día después, sin educación ni salud, el Estado Policial chileno sigue masacrando a estudiantes, mapuches y trabajadores. Mientras, amigos y amigas de retornados, de la familia de los ex presis de la concerta, de Francisca Lagos, siguen en los mejores trabajos, o tomando tragos largos en Bristol.

Quizás ese es el desafío, que los que barsean dejen de hacerlo y que los que no creemos volvamos a hacerlo, porque hay que tener muchísima fe para creer que la gente se puede coordinar, o creerles a algunos frescos de raja que se reparten platas y cargos y pegas a vista de todo el mundo, ignorando a todos los que arriesgan su vida por alguna conquista social. Quizás sea una herida de muerte que dejó la dictadura y la derecha en nosotros, puede ser: nos castraron la capacidad de creer en la posibilidad de organización.

Porque ese es el oxímoron: la única salvación es organizarse, pero organizarse significa compartir con una izquierda burguesa completamente flaite, arribista e ingenua que, en un gran porcentaje, ya se compró todas las casas e instaló sus empresas para mirar por debajo del hombro a los que no se arreglaron de lo lindo. Una izquierda ingenua que escucha a Manuel García diciendo cosas como “la poesía es el brazo armado del pueblo” o “presidente, Ud. no podrá dormir si no deja a los estudiantes soñar”. Ese es el sesentismo estúpido al que se refería Torche. No hay poesía –eliminación sistemática de lugares comunes, decir nuevo– en esas palabras. Pareciera que las lecciones de los sesenta y setenta no hubieran servido de nada.

No, gracias. De sólo pensar en estar en una reunión con gente obstusa de la jota, carente de matices y de un filisteísmo u odio a cualquier tipo de expresión artística, llega a dar escalofríos. No, gracias. ¿Se puede creer en la organización cuando la gente se saca los ojos por un pasaje de avión? ¿Cuándo los editores independientes le cobran a algunos ingenuos que se creen escritores? Cuando todos se cagan con todos, cuando queda la cagada por cincuenta lucas y se negocian hasta las menciones y empujoncitos en la prensa para inflar o desinflar a un autor? Cuando algunos vivarachos pertenecientes a una familia o un grupo da el tremendo portazo en la nariz a quienes lo ayudaron sacrificando su juventud y su vida? No, lamentablemente. Esto se les olvidó considerar a los amigos Torche y Bettati, que no son las mismas voces de siempre y cuya discusión me pareció interesante. Ellos podrían haber desarrollado un buen diálogo-discusión, si no fuera por los comentarios anónimos directamente obscenos o fuera de tema que valen lo mismo que quienes los emiten.

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#cuba#EXILIADOS#pablo torche

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