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Opinión

3 de Octubre de 2012

Independiencia por mil pesos. Puente Alto por el apellido

El alcalde de la comuna de Independencia, Antonio Garrido, llevó sus mil pesos en la calle. No fue el poder de su Dios el que condujo sus pasos sino los mil pesos que le abrirían las puertas hacia una terrenal y paradisíaca reelección edilicia. Él mismo se volvió divino cuando repartió en la vía pública […]

Diamela Eltit
Diamela Eltit
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El alcalde de la comuna de Independencia, Antonio Garrido, llevó sus mil pesos en la calle. No fue el poder de su Dios el que condujo sus pasos sino los mil pesos que le abrirían las puertas hacia una terrenal y paradisíaca reelección edilicia. Él mismo se volvió divino cuando repartió en la vía pública los mil pesos (o los miles de pesos) con los que practicó el cohecho en su comuna. Se autodefinió como “el Farkas de los pobres” y le entregó a “sus” pobres las dádivas a cambio de los votos que necesitaba. En plena calle se produjo el milagro de la multiplicación de los mil pesos.

La limosna-voto se puso en marcha sin que resultara escandalosa, más bien las imágenes fueron analizadas como un gesto que estaba allí para incrementar el anecdotario electoral. El antiguo boxeador impuso su agresivo sello limosnero. Como representante de un tipo muy reconocible de violencia popular, la noción de límites o la posibilidad de irrespetar una regla le resultó inocua pues la cuestión era ganar las elecciones y continuar con la farsa de una religiosidad que, en realidad, solo usó para corromper la política con sus mil pesos callejeros.

Que él hacía lo que quería con su plata, dijo el alcalde. Y dijo que la plata era suya. O para ponerlo de otra manera, dijo que el dinero provenía de “su propio bolsillo”, aunque su “propio bolsillo” se nutriera de la alcaldía. Pero el alcalde de la comuna de Independencia que hace lo que quiere con su plata y la entrega en su calidad de ”Farkas de los pobres” se olvidó en esos momentos del lema que lo acompañaba y llenaba de luz a toda su comuna. Dejó de lado los letreros promocionales religiosos que señalaban que “Cristo es más grande que tu problema”.

Cuando se puso a repartir los mil pesos entre “sus” pobres, incurrió en una contradicción teológica, pues derribó la grandeza de Cristo porque sus mil pesos presagiaban que “sus” pobres tienen tal cantidad de problemas que Cristo no solo se queda chico ante los dramas de algunos habitantes sino realmente enano.

Pero todo forma parte del juego municipal (el 83,8% de los alcaldes van a la reelección) y hay que tirar la casa por la ventana.
Y en este próximo, inminente escenario electoral, pero en el ámbito de las concejalías, “gana el apellido”. Así lo declaró la joven candidata a concejala Bernardita Paúl Ossandón, que fue impulsada por su tío, el alcalde de Puente Alto, Manuel José Ossandón, quien le dijo que como ahora iba a ser senador, quería que una persona con su apellido continuara su labor. Y por el peso y el prestigio del apellido ella no dudó un instante en iniciar una promisoria carrera política, siguiendo los consejos de su familiar, que vio en ella los valores de una excelente servidora pública. ¿Pero qué méritos vio su tío en ella que tanto enaltecía el apellido Ossandón? La joven, de manera abnegada, había hecho en la Municipalidad de su tío, en Puente Alto, su práctica profesional que consistió, como ella lo declaró con detalles, en cortar tickets, sacar fotocopias y empaquetar unos regalos de pascua para los funcionarios comunales. Después de ver a su sobrina cumplir con esas tareas, el alcalde se dio cuenta que ella llevaba el servicio público, así se lo dijo, “en la sangre”.

Y ella, la candidata, declaró en su reveladora e iluminada entrevista cuánto la emocionaba el cariño que recibía de gente que no la conocía para nada. Pero ese cariño que le profesaban (sin conocerla en absoluto) la obligaba a ser una futura gran servidora pública (incluso dijo que después de ser elegida se iba a sacar la cresta: “Me voy a tener que sacar la cresta”, aseguró) y afirmó que el fervor que le profesaban presagiaba que sería electa con la primera mayoría de los votos, porque el apellido Ossandón generaba automáticamente confianza y votos.

Su tío, el alcalde de Puente Alto (que ya debió tragarse el sueldo “reguleque” de su hermana), tuvo que salir al paso de los dichos de su sobrina, afirmando que todos los horrores que ella declaró se debían a su inexperiencia y, de esa manera, recubrió con una palabra inexacta a la que podría ser la concejala más nerd de todo el espacio electoral.

Porque hay que aclarar este punto: una cosa es la inexperiencia y otra la tontera.

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