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Opinión

7 de Noviembre de 2012

En cuesta las encuestas

Después de haber sopesado el resultado de las elecciones municipales, hemos visto cómo las encuestas han quedado ruborizadas y han perdido esa soberbia propia de los mejores del curso. Con ésto, no quiero menospreciar este tipo de estudio, sino más bien desacralizarlas ya que se habían convertido, independiente del escenario donde se hable de ellas, […]

Sergio Pinto
Sergio Pinto
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Después de haber sopesado el resultado de las elecciones municipales, hemos visto cómo las encuestas han quedado ruborizadas y han perdido esa soberbia propia de los mejores del curso.

Con ésto, no quiero menospreciar este tipo de estudio, sino más bien desacralizarlas ya que se habían convertido, independiente del escenario donde se hable de ellas, en una dogmática inercia en la que todos hemos caído fácilmente y que hemos repetido como loros alguna vez: “según la última encuesta, el candidato… el índice… el año, etc”, una retórica, por lo demás, que llevada al plano religioso sonaría como: “según las sagradas escrituras”.

Aunque sea obvio decirlo, los ciudadanos no son números inanimados, son individuos que un día te pueden decir una cosa y al siguiente otra. Algunas personas son más sorprendentes y exageradas que otras en la forma mutar de opinión. Por ejemplo, puede haber un discurso cuando se está con el jefe y otro muy distinto dentro de la casa. Sin embargo, donde eres -se supone completamente verdadero- es en esa urna, depositaria de tu fuero cívico más íntimo y donde no hay nadie a quien agradar sino a que a ti mismo.

Ante lo anterior, las encuestas no alcanzaron a acertar a los candidatos emblemáticos ni en la cantidad de abstención en las votaciones, cerca del sesenta por ciento. Cifra, por lo demás, muy similar a los países latinoamericanos que tienen también voto voluntario, pero Chile bajo las premisas de las últimas movilizaciones y manifestaciones en las calles, es cierto que nadie se esperaba que hubiera un éxodo masivo de votantes que prefirieron hacer otra actividad que ir a votar ese día 28 de Octubre.

De hecho, muchos consideraban que ir a las urnas era prácticamente botar tu tiempo, ya que se sentían desilusionados y no representados con los candidatos presentes, o simplemente no fueron con tal de disfrutar pausadamente por primera vez ese gustito que significaba no ir a votar sin la amenaza latente de una multa.

Chile es país presidencialista y es verdad también que la gente prefiere arreglar cuentas directamente con el padre, con Su Excelencia, ya sea para decir lo bien que lo hace o lo inepto que es. Por lo que habría que agregar que ir a votar a las elecciones municipales nunca han tenido una gran convocatoria en comparación con las presidenciales, ya que las municipales son una especie de sacado en cara con tus primos, es decir, los alcaldes, tus más cercanos, personas más fáciles de toparse en las calles de la comuna.

Ya vendrán las parlamentarias junto con las presidenciales. Mientras más cerca se está del padre, más se cree que se podrá cambiar el orden de la casa, de ahí que se esperaría un mayor llamado, pero eso ya es otro tema.

Las encuestas como herramientas son eso: herramientas pesadas, oxidadas, mañosas y sobre todo útiles sólo para el carpintero que las sabe utilizar y es él quien elige su selecto y contado número de clientes que son, por lo general, de la misma tropa. Coincidencia, nada.

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