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Opinión

1 de Febrero de 2013

Valentina Verbal, la candidata transexual de RN: “Soy virgen… si alguien me quiere ayudar, no hay problema”

Es historiadora y hasta hace poco fue directora de contenidos de la Fundación Iguales, organismo que abandonó luego de acusar a Pablo Simonetti de representar sólo los intereses de los gays ABC1. Hace cuatro años -casi a los 40- esta hija de marino y ex Opus Dei salió del clóset. Hoy es una mujer hecha y derecha -se acaba de operar- y busca un cupo en el Congreso como candidata a diputada por Renovación Nacional.

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Foto: Alejandro Olivares

A los cinco años ya se sentía mujer. Quería estar con las niñas jugando a las muñecas y no pateando una pelota. Obviamente, sufría por eso. Se sentía en el lugar equivocado y no podía hacer nada. Cuando estaba solo se vestía con la ropa de su mamá y hermana. Nunca sospecharon nada. Salvo la vez que uno de sus hermanos lo pilló, a los ocho años, vestido de mujer. “¡Esto no se hace, es de maricones!”, le enrostró. El tema no volvió a tocarse más.
Desde entonces, el niño trató de llevar una vida normal. Una vida de hombre. Tuvo varias parejas, pero con ninguna de ellas funcionó en el ámbito sexual. “En el fondo, me sentía como lesbiana. Y como me sentía mujer, no era potente en la cama”, dice. Pasado los 20 años comenzó a meterse con hombres, pero a escondidas. Tampoco funcionaba: “los gays con los que me metía, me encontraban muy afeminado y loca en la cama. Y me desechaban”.
Con los años, su familia empezó a sospechar. Todos sus hermanos estaban casados y con hijos, menos él: “era como el lápiz pasta, no se me conocían minas, jaja”. Pero pudo disimular muy bien hasta casi los 40 años. Hasta que en el 2008 explotó, decidió salir del clóset y asumirse como mujer. Fue así como empezó un tratamiento hormonal, lento y gradual, que hoy la tiene transformada en Valentina Verbal.

Los cambios físicos han sido radicales. Primero le crecieron los pechos y se le ensancharon las caderas. “Nunca tanto como una mujer, porque me veo como una mina más plana y no con tanto poto”, cuenta. La piel se le puso más tersa y suave. La barba desapareció con ayuda de láser. El rostro se le puso más ovalado y le aparecieron pómulos. Tomó cursos de maquillaje.

Antes que terminara el tratamiento empezó a salir a la calle vestida de mujer. “Al principio, obviamente, me veía mal y me miraban raro, pero filo. Me sentía mina”, recuerda. Empezó a entrar a los baños de mujeres sin miedo. Regaló su ropa de hombre pero dejó algunas para ir al gimnasio. “Lo rico es que, ponte tú, ahora me puedo poner una camisa de hombre, pero igual me veo mujer”.

¿Cómo lo tomó tu familia? Tu papá es ex marino, viene de un mundo bien conservador.
-Sí, mi familia es tradicional, estándar, de clase media alta, pero no conservadora en términos valóricos. Mi papá, a pesar de venir de una de las ramas de las fuerzas armadas más conservadoras, es bastante liberal en lo valórico. No es pechoño. De hecho, antes de dar a conocer mi identidad de género, mi papá ya se había mostrado bastante liberal y pro derecho a los homosexuales. Y me aceptó.
Recién en diciembre pasado Valentina se operó para extirparse el pene. Ahora, en recuperación y con vagina “cero kilómetro”, pasa el dato: “Puedo decir que soy virgen, pero aún no estoy óptima para perder la virginidad, porque me duele un poco. Pero me falta poco. Si hay alguien que me quiera ayudar a perderla, no hay problema”.

¿Con quién te gustaría perder la virginidad?
-Tengo un candidato, pero él no sabe. Es un amigo-amigo, es muy guapo e inteligente, me encanta. El otro día él me dijo que debíamos festejar mi operación. Yo le dije, en broma, que esa propuesta podía ser mal interpretada. Y dijo que no entendía el chiste, ojalá no lea esta entrevista, porque se puede asustar.

Más adelante, ¿te gustaría adoptar hijos?
-Sí. Pero no es una opción en estos momentos. Si tengo una pareja de la que me enamoro hasta las patas, me podría casar y tener hijos. Pero para eso se necesita plata. Pero si salgo diputada, como dicen que el sueldo no es tan malo ni reguleque, podría pensar en adoptar un hijo.

EL OPUS DEI

Mucho antes de salir del clóset, te metiste al Opus Dei, ¿por qué razón?
-Me acerqué a Dios y busqué distintos caminos religiosos para reprimirme. Pensaba que lo que me pasaba estaba mal y luchaba contra eso.

Cualquiera, en tu caso, hubiera escapado de ese mundo tan conservador y discriminante…
-No siempre las cosas son tan lineales y lógicas como uno piensa.

¿Te pescó fuerte el Opus Dei?
-Sí, me gustaba el espíritu del Opus Dei. Si lo mirai desde fuera, obviamente, lo verás ultra conservador. Pero tienen una espiritualidad muy profunda que te dice que puedes ser santo en medio de mundo, que podís cambiar el mundo con el cristianismo… Y ese cuento me lo creí. Hasta el punto de ir a la canonización de Escrivá en Roma, muy entretenido, bonito, porque también conocí Roma. Como hombre fui supernumerario durante siete años en Concepción.

¿Y qué hacías?
-Los supernumerarios son importantes. Muchas veces son el soporte económico. Son las personas que llevan a los hijos al colegio del Opus Dei. Transmiten la espiritualidad hacia afuera. Obviamente, nunca llegué a casarme. Y menos mal.

Estarías rodeado de cabros chicos
-Estaría pa la cagá.

Siendo que te considerabas una mujer, ¿no te chocaba el rol que cumplía la mujer en la congregación, casi como de sirvienta?
-Las mujeres en el Opus Dei, al igual que en toda la Iglesia, tienen un rol subordinado. Están al servicio de los hombres, Por eso el área femenina se llama “Asesoría”. Y también creo que las numerarias auxiliares, que son quienes hacen las labores domésticas de los centros de la Obra, responden a esta visión subordinada.

¿Y cómo era tu vida en ese entonces? ¿carreteabas o te la pasabas rezando?
– Se carreteaba igual, pero pecaba y me confesaba.

Entiendo que quisiste ser santa…
-Sí.

¿Una especie de Santa Teresita de los Andes?
-No de esa manera. Pero obvio que quería ser santa, porque descubrí esa vocación. La santidad que propone el Opus Dei no consiste en apartarse del mundo, no es religiosa en el sentido estricto de la palabra, sino laical o secular. Consiste en santificarse a través del trabajo y en la vida ordinaria, en la misma profesión y sitio en el que la persona está. Pero, al tiempo, me di cuenta que mi identidad sexual era incompatible con el catolicismo, al menos en la versión del Opus Dei. Si bien, en parte, la Obra fue un refugio para reprimir mi identidad, también me creí el cuento de la santidad.

¿En serio?
-Aspirar a la santidad implicaba, para mí, amar a Dios y al prójimo en la vida ordinaria, todos los días, en todo momento. Esta idea en abstracto es maravillosa. El problema es que detrás hay una gran restricción a la libertad personal a partir de una normatividad moral muy conservadora, y que no acepta la diferencia. La misma forma de vestir de los numerarios es muy similar, pese a que son laicos y no usan hábitos. O sea, hay una uniformidad moral y externa que no acoge la diferencia, menos en materia de identidades sexuales no normativas.

Y te retiraste…
-Sí. El problema es que hay detrás una gran restricción a la libertad personal, a partir de una normatividad moral muy conservadora. Por un lado, me sentía cercano a Dios y que estaba cumpliendo una misión. Pero no estaba siendo sincero conmigo ni con la Obra.

Eras más falso que Judas
-Exactamente. Así me sentía. El punto es que por mis depresiones, me iba mal en los estudios. Tampoco podía vivir la santidad en el trabajo y era muy inestable para cumplir el plan de vida espiritual, las normas de piedad, las oraciones.

¿Te arrepientes de haberte metido al Opus?
-Me arrepiento de haber perdido muchos años en cosas que, entrecomillas, no me sirvieron para nada en la construcción de lo que yo realmente soy. Pero no me arrepiento de haber vivido ese conservadurismo extremo, pues me sirvió para darme cuenta que no estaba de acuerdo.

Después estudiaste historia en la U. de los Andes…
-Lo que pasa es que no tenía una posición radical con el Opus. No me fui en mala. Y quería estudiar en una universidad como la de los Andes, que académicamente es muy buena.

Tiene cursos para ser buena dueña de casa, por ejemplo…
-Sí, pero hay mucha caricatura. Se dice que no hay libros de Nietzsche ni de Foucault, pero la biblioteca está llena.

¿Qué otros mitos hay?
-Que se reza en todas las clases.

¿Y no?
-No. Salvo la clase de formación religiosa donde se rezaba el Ave María, pero cualquiera podía pararse y no rezar. Es una universidad normal. Sí hay un espíritu conservador que es el que prima. Y, obviamente, no se va a hablar a favor del aborto ni de las pastillas anticonceptivas, pero no es que sea una universidad con un espíritu religioso constante.

¿Y el trato con los gays cómo es?
-Cuando yo estudiaba, nunca vi nada raro.

Ahora que saben que eres mujer en la U, ¿cómo te han tratado?
-Todo el mundo sabe, pero obviamente no es una universidad que te va a acoger, pese que hay algunos profesores que me respetan y han sido súper buena onda conmigo. De hecho di mi examen de grado como hombre. Ya estaba empezando el tratamiento, pero para qué contarlo… toda mi carrera la había hecho como hombre, entonces para qué. Quizás habría sido discriminada si hubiese ido como mujer.

¿Cuál es tu relación actual con la Iglesia?
-En la práctica, ninguna. Sin embargo, nunca he perdido la fe en Dios, Jesucristo, y a veces vuelvo a rezar. No es fácil mantener una espiritualidad si no se está en una comunidad determinada.

SALIDA DEL CLÓSET

Después de salir del clóset como mujer, lo hiciste público de inmediato…
-Sí, al principio no era mi intención dar a conocer mi historia. Pero trabajando en una ONG la cosa fue cambiando hasta volverme activista. Cuando estaba de ministra la Ena Von Baer, nos dimos cuenta que en la ley antidiscriminación la categoría de identidad de género había sido eliminada y sólo había quedado la orientación sexual. Eso me escandalizó e indignó. Y empecé a escribir columnas, me hice conocida y me metí al activismo. Unos meses después se creó Iguales y Pablo Simonetti me invitó a participar.

Ahora te saliste con cuática.
-Ya no quiero hablar más del tema. No renuncié por razones personales ni por estar en contra de personas concretas.

Pero acusaste de personalismo a Simonetti…
-Tengo el mejor concepto de las personas con las que trabajé, sobre todo de Pablo Simonetti, no tengo nada qué decir contra él.

Pero dijiste que representaba al gay ABC1 y no la diversidad sexual…Y, bueno, esa es la crítica que le hacen todos, que no respalda al amplio espectro de la comunidad homosexual como los travestis, trans y los gay de población.
-Yo dije que el directorio de hoy no representa la diversidad que existe en la Fundación, en las bases, en los voluntarios. No es que la Fundación, en general, sea ABC1. Y que esta diferencia hacía que no había una conexión suficiente entre ambas partes. Y aclaro que respeto a Pablo Simonetti, le tengo cariño incluso, lo mismo digo de los otros directores. Nunca mi tema ha sido de personas, sino de estructura.

Las putas babilónicas hace poco dijeron en The Clinic que la ley Zamudio era un retroceso, que creían necesario politizar el sistema, pero no desde un sistema heteronormado…
-No lo comparto. No entiendo. ¿Cómo puede ser un retroceso que, por primera vez, el Estado, a través de una ley, reconozca que existe la comunidad de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales? Es falso que la ley beneficie sólo a homosexuales, esto no tienen ninguna base. Leí la entrevista y pienso que ellos no fundamentan su afirmación.

¿Qué te parecen ellos?
-Recibo con agrado lo que este grupo propone y hace. Me parece bien que existan y que critiquen la uniformidad que, a veces, también se propone en el mundo de la diversidad sexual. La crítica de ellos, con matices, no está tan lejos de mi manera de pensar. Lo que no comparto es que se queden a veces mucho en la performance micropolítica, muy limitada a un espacio muy chico y solo en la disidencia sexual. Se quedan en los márgenes y no luchan desde dentro del sistema para cambiar las cosas. Muchas veces critican la ley antidiscriminación con argumentos muy superficiales. La gente que está en la disidencia sexual, siempre está en contra de todo cambio que se dé dentro del sistema. Si le tirai una ley de matrimonio igualitario, van a estar en contra. Si tirai una ley de adopción, van a estar en contra, te lo aseguro.

¿Por qué en estos movimientos, como Movilh, son los hombres los que están a la cabeza?
-De alguna manera reproducen esta desigualdad de géneros que hay en la sociedad. Pero también es cierto que hay mujeres que son más reacias a participar en instancias más políticas. También hay algo de eso. Hay machismo, pero también hay una pasividad de las mujeres por aceptar puestos de poder.

DIPUTADA RN

Vas como precandidata a diputada por RN, ¿militas en el partido?
-Sí, durante 20 años milité como hombre, pero me retiré cuando me asumí como mujer. Pensaba que me discriminarían y me auto discriminé. Obviamente, me arrepiento de eso. Ahora, te digo, me han criticado caleta por mi candidatura por RN. La derecha conservadora me ha dicho por twitter que la derecha se está degenerando y el mundo de la izquierda que ve mi candidatura como una contradicción. Pero debo aclarar que toda mi vida he sido una persona de centro derecha.

Si fueras diputada, qué harías con los travestis que se paran en Vivaceta y que Antonio Garrido, de tu partido, quería sacar a toda costa.
-Es un tipo ultra conservador, que ha discriminado a chicas trans por ser “mariconcitos que contaminan a la sociedad”. Es una persona discriminadora. Obviamente no comparto nada con él. Pero respondiendo a tu pregunta, eso es algo que hay que estudiar, hay que ver experiencias comparadas. En ningún caso soy partidaria de detenerlas ilegalmente, como a veces lo hace la policía, amparándose en un supuesto “control de identidad”. Creo que no hay que prohibir el comercio sexual, por ningún resquicio, sobre todo cuando se trata de personas vulnerables que, muchas veces, no tienen acceso a otras oportunidades laborales.

Me llama la atención que milites en un partido que siempre le ha puesto atajo a las libertades sexuales y donde está metido Carlos Larraín, él mismo que trata a los gay como zoofílicos y pedófilos…
-En términos políticos es un tipo respetado dentro del partido, pero nadie comparte su discurso homofóbico. Obviamente no comparto sus dichos, pero lo respeto como presidente de RN. Como político, es una persona bastante inteligente. Y en muchos aspectos ha sido un aporte. Las cosas no son blanco y negro. No todo RN piensa como Carlos Larraín. No es así. Si fuera así, no me habría presentado. Carlos Larraín, en términos de pensamiento valórico, no representa a todo el partido.

A la derecha se le suele criticar que usan a las minorías sexuales en época de campaña y después no las pescan más.
-Pero eso lo hacen todos. No creo que me estén utilizando. Por qué mejor no se piensa que una transexual puede ser una líder y puede construir discurso dentro de la derecha. ¿Por qué se piensa que sólo puede ser utilizada? ¿Por qué se desprecia a las minorías sexuales como seres no pensantes? En todo caso, las organizaciones sociales también se aprovechan de los políticos. Es un juego. No somos tan tontos para aceptar que nos utilicen.

¿Qué piensas del travestismo político?
-No me gusta ese término. Se da a entender que nadie tiene derecho a cambiar de identidad. Si una persona ha cambiado de pensamiento político, como Roberto Ampuero que era comunista y ahora es de derecha, uno podría decir que es un travesti político, pero no. Él tiene derecho a cambiar. Es válido. No lo critico para nada. Incluso, esa crítica que le hacen a Golborne por su cambio de nombre a Lorence, no lo critico. Yo, que soy una persona transexual, que lucha porque las personas elijan autónomamente su identidad, no me voy a estar oponiendo a eso.

Pero en el caso de Golborne se ve como populismo y aprovechamiento…
-Eso sí.

¿Qué te parece su video?
-No necesita recalcar tanto su historia de vida. Llega a ser cómico.

¿Tienes eslogan de campaña?
-Lo estoy pensando. Me gusta uno: la fuerza del destino, una canción de Mecano. A pesar que el destino me fue adverso, pude salir adelante.
Ese eslogan es como de teleserie.
-No me importa que sea de teleserie. Pero quién dijo que la vida no era una teleserie.

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