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Mundo

5 de Abril de 2013

Qatar, un país color maquillaje

Vía El Periodico No es fácil aterrizar en Doha (Qatar) procedente de España. Nada fácil. Ni siquiera si uno lo hace todavía a través de la vieja terminal de su aeropuerto, ya que la nueva y flamante de Hamad, que ha costado casi 15.000 millones de dólares y ha sido construida en un 50% sobre […]

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Vía El Periodico

No es fácil aterrizar en Doha (Qatar) procedente de España. Nada fácil. Ni siquiera si uno lo hace todavía a través de la vieja terminal de su aeropuerto, ya que la nueva y flamante de Hamad, que ha costado casi 15.000 millones de dólares y ha sido construida en un 50% sobre terreno ganado al mar (¡anda que no tienen tierra y desierto a sus espaldas!), todavía no se ha inaugurado para vuelos internacionales largos.

Qatar es puro contraste, sobre todo si uno se fija en los auténticos moradores de este emirato privilegiado, cuya fuente de riqueza, petróleo y gas, no parece tener fin aunque, sí, sí lo tiene e, incluso, los hay que lo saben, pero parecen ignorarlo. Este es un país que construye a la velocidad de la luz (¿les recuerda algo eso?), intentando que el sol y el calor no destruya los edificios que crecen, algunos en manos de carísimos arquitectos ‘a lo Calatrava’, a razón de un rascacielo y un hotel de lujo al mes.

Sueldo de por vida

Si tú eres qatarí de nacimiento tienes casi un sueldo de por vida. Decenas de ayudas, sí. Claro que qatarís-qatarís solo son el 18% de los habitantes de este curioso país, en el que buena parte de ellos van en Toyota Land Crusier y Range Rover (Sport, por supuesto; Evoque, como no), reservando el Mustang para las grandes citas y el Ferrari F450 para los fines de semana que, para sus propietarios, van de lunes a lunes, es decir, siempre. Aquí no hay impuestos, así que ningún problema. Y, por cierto, la gasolina es más barata que el agua mineral. Sin gas. Llenar el depósito de un utilitario cuesta menos de ocho euros.

Luego, eso sí, no se puede correr, aunque muchos corren. Siempre qatarís, claro. Y bastante. Y, que lo sepas, tienen un conducir inquieto. A la mínima, por poder o por impertinencia (por prisa no será, desde luego, pues buena parte de ese 18% no tiene donde ir), tocan el claxon. Y fuerte. E insistentemente. Van deprisa y ni siquiera les asustan carteles como el que ustedes pueden ver en la fotografía que ilustra este blog, que está pegadito a la entrada del circuito de Losail. La imagen es ¿verdad? estremecedora, además de curiosa. Publicitariamente resulta impecable, ignoro si impactante.

Dote de 100 mil euros

Resulta cuando menos sorprendente mirar a este rico país con los ojos que provoca la crisis española. Y no hablemos de política. No resulta imaginable ¿verdad? que una sola persona posea, por ejemplo, la concesión para todo el país de diez marcas de coche y cinco de motos. No, no, es imaginable. Pero ocurre. Como lo es que las familias qatarís, por eso de mantener las suculentas y millonarias ayudas mensuales que reciben sus hijos para educación (colegio y universidad), luz, comida, agua y transporte, intentan formar sus matrimonios, que no pactarlos, entre ellos. Y el hombre tiene la obligación de pagar una dote, que suele rondar los 100.000 euros, a la familia de la chica. Los hay que, al no poseer esa cantidad, se van a otros países árabes en busca de esposa.

Ellos y ellas lucen perfectos. Ellos van con sus largas camisas blancas, impecablemente blancas, perfectamente planchadas (se llaman ‘thope’), con sus llamativos gemelos, su Montblanc (lápiz, bolígrafo, rotulador o pluma, no importa) y, por supuesto, el pinganillo de su Black-Berry colgando de una de sus orejas y el iPhone en la otra mano. Dos móviles, cómo no, por supuesto. No hablemos, o sí, de sus espectaculares relojes. Insisto, solo en manos del 18% de la población. Ellos se cubren la cabeza con un exquisito pañuelo, o blanco o a cuadritos blanco y rojo, blanco y negro (de nombre ‘Ghal-ghatra’), coronado por un cordón negro.

Al estilo Madonna

Ellas empiezan a decidir su indumentaria. Pueden, sí, estar influenciadas por el dictamen de los hombres de la casa, sean esposos, padres o suegros pero, hablando con la muchachada de aquí, abierta, simpática, global, internacional, acabas convencido de que su madre y hermanas visten cómo quieren. Y ese “cómo quieren” contempla un amplísimo abanico de estilos desde aquellas que van totalmente tapadas (su camisero negro se llama ‘abaya’ y lo que cubre su cabeza ‘Hijab’), a las que muestran el más llamativo ‘estilo Madonna’. Empieza a imponerse, cuentan, el estilo occidental con la cabeza parcialmente tapada con un lujoso pañuelo. Carísimo, claro; de marca, como no. Como todo lo de aquí.

Una cosa sí parece innegociable entre las mujeres qatarís. Como uno no puede adivinar que lucen bajo su ‘abaya’, aunque intuye que son ropajes de marca, deposita su mirada en lo único que ellas pueden mostrar, de ahí el enorme mimo que ponen en su elección y cuidado. De ahí que resulten muy llamativos, mucho, sus espléndidos zapatos de tacón, sus bolsos de lujo, no importa el tamaño o precio aunque sí la marca, además de grandes gafas de sol, los ojos pintados, las cejas dibujadas y sus impecables manos y uñas. Eso ves; eso miman.

Centro comercial lujoso

Ni que decir tiene que todo ello contrasta enormemente con el color beige de todo el país, barnizado de arena, de polvo del desierto. Color maquillaje dicen muchos con razón. Ya ni les cuento si entran en el Centro Comercial Villaggio, donde están representadas, ocupando espacios espectaculares, inmensos, todas y cada una de las marcas de lujo que hay en el mundo sin importar si se trata de Rolex, Armani, Ferrari o Rolls Royce a un lado y otro de un canal veneciano por el que discurren góndolas a motor.

Por cierto, dado el precio de la gasolina y el índice de los robos en este país (cero sobre cero, cuentan), los qatarís aparcan sus coches en el parking interior o exterior del Villaggio y lo dejan en marcha mientras compran, pasean o almuerzan en cualquiera de las decenas de restaurantes que hay en el inmenso edificio. Y todo para que el aire acondicionado del coche siga refrescando su interior para cuando regrese su amo.

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