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Cultura

1 de Junio de 2013

Ídolos e ídolas: la poligamia pervive en las comunidades indígenas del sur de Chile

Un reportaje publicado por la agencia española EFE, asegura que las costumbres en la Araucanía se mantienen inalterables, independiente del avance del progreso y la levedad de la cultura moderna. "Por lo general es una práctica que se acepta, aunque obviamente puedes encontrar a mujeres que no lo quisieran", reveló la antropóloga mapuche Natalia Caniguán, quien indica que en ocasiones las segundas esposas son hermanas o parientes de la primera. El país debiera copiar su ejemplo.

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En el sur de Chile, en las comunidades indígenas que pueblan la región de la Araucanía, algunas mujeres comparten un mismo marido, manteniendo viva la práctica de la poligamia que los mapuches ejercieron desde tiempos ancestrales y que hoy es poco conocida en el país, donde no tiene respaldo legal.

“Por lo general es una práctica que se acepta, aunque obviamente puedes encontrar a mujeres que no lo quisieran”, cuenta a Efe la antropóloga mapuche Natalia Caniguán, quien indica que en ocasiones las segundas esposas son hermanas o parientes de la primera.

“Forma parte de su cultura. Es lo más normal. Están acostumbrados y es aceptado. Ellos viven en comunidades y dentro de las comunidades tienen varias familias”, confirma a Efe una asistente social del estatal Fondo de Solidaridad e Inversión Social (FOSIS).

Existen unas 3.000 comunidades mapuches -la principal etnia indígena del país- en la región de la Araucanía, situada a unos 600 kilómetros al sur de Santiago y donde, según cifras oficiales, un 22,9 % de la población vive en la pobreza o en la extrema pobreza.

Allí, en la comuna de Ercilla, el FOSIS -dependiente del Ministerio de Desarrollo Social- ha puesto en marcha un proyecto dotado con unos 100.000 dólares para entregar a los vecinos herramientas, maquinaria o ganado que les permitan aumentar sus ingresos.

Este programa beneficia a 90 usuarios, de los que el 95 % son mujeres mapuches, que en promedio tienen 3,8 hijos.

Sus maridos, según datos de ese proyecto, poseen una media de 2,3 parejas, con las que comparten varios hijos, aunque las mujeres viven en casas diferentes dentro de una misma comunidad.

Insertas en una economía de subsistencia, ellas son las principales proveedoras del hogar: cuidan a sus retoños, siembran y muelen la cosecha, cortan y acarrean la leña, extraen el agua de pozos y vertientes y venden sus productos en los pueblos más cercanos.

“Las mujeres aceptan esta situación y los hijos suelen ser amigos”, describe la trabajadora del FOSIS, que prefiere mantener su nombre en el anonimato.

Los hombres, asegura, asumen una menor carga de trabajo y entre ellos el alcoholismo es un problema recurrente.

Aunque en este caso la poligamia parece ser habitual, la antropóloga Natalia Caniguán cree que esta práctica, poco conocida para el resto de los chilenos, ya no es tan común como lo era antes de 1880, cuando el Estado chileno impuso su ley en esa zona.

“Las reglas matrimoniales mapuches estaban dominadas por las condiciones de guerra a que estaba sometida su sociedad”, explica el reputado antropólogo chileno José Bengoa en su libro “Historia del pueblo mapuche: Siglo XIX y XX”.

Añade que “el sistema de intercambio generalizado de mujeres tendía a asegurar dos cuestiones fundamentales: un alto nivel de reproducción de la población y la posibilidad de sellar alianzas militares. Es por ello que los mapuches defendían la poligamia como un elemento central de la organización de su sociedad”.

Según Bengoa, un cacique con diez mujeres podía llegar a tener más de cincuenta hijos y una gran cantidad de posibilidades de alianzas políticas. “De ahí que el rechazo a la religión católica siempre se produjera a partir de la prohibición que ésta hacía de la poligamia”, razona.

“Cuando llegó la Iglesia católica a los territorios indígenas la reprimió e impuso un sistema monogámico”, recuerda a Efe Natalia Caniguán, que apunta que esa costumbre era propia de hombres con poder económico, que estaba determinado por la posesión de tierras y animales.

La poligamia, “dada la realidad actual de pocas tierras, de las divisiones territoriales y de la migración, ya no cumple ese objetivo”, reflexiona esta experta.

De hecho, esa región es desde hace años escenario de un conflicto que enfrenta a grupos mapuches con empresas agrícolas y forestales, a las que reclaman la devolución de tierras que consideran ancestrales.

Así, en términos económicos, actualmente esta práctica puede significar incluso más gastos para el hombre que tiene varias mujeres y, en términos jurídicos, puede conllevar también algunos problemas, ya que la poligamia no tiene cobertura legal en Chile.

Por ello, solo una de las mujeres puede estar casada legalmente con el hombre y esto tiene repercusiones en el reparto de la herencia, apunta Caniguan: “Las tierras quedan para los hijos de la mujer con la que está casado. Las otras no suelen recibir nada”.

Aun así, esta práctica sigue viva, alimentada por la fuerza de la costumbre.

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