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Opinión

19 de Junio de 2013

Carlos Peña entra al debate: “La ocupación violenta de las sedes de las universidades dañan severamente el trabajo intelectual”

El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, publicó hoy una columna en El Mercurio titulada “falacias universitarias”, donde se refiere al concepto de “autonomía universitaria”, en boga luego del violento ingreso de Carabineros a la Casa Central de la Universidad de Chile, cuyo rector, Víctor Pérez, ha defendido la inviolabilidad del recinto. Entre […]

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El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, publicó hoy una columna en El Mercurio titulada “falacias universitarias”, donde se refiere al concepto de “autonomía universitaria”, en boga luego del violento ingreso de Carabineros a la Casa Central de la Universidad de Chile, cuyo rector, Víctor Pérez, ha defendido la inviolabilidad del recinto.

Entre su análisis de las “falacias” de la “administración universitaria”, “la democratización”, y la “confusión entre lo estatal y lo público”, Peña se refiere a “la tercera falacia que por estos días se ha puesto de manifiesto es la de la autonomía universitaria concebida como franquía. La pretensión -casi siempre inconfesada, pero que los hechos ponen una y otra vez de manifiesto- de que todas las actividades que los estudiantes realizan al interior de los recintos universitarios, sean intelectuales o no, poseen pureza de intenciones y están plenamente justificadas. Todos saben, sin embargo, que no es así. La coacción que impide las clases, la ocupación violenta de las sedes de las universidades dañan severamente el trabajo intelectual que les corresponde. Sobre esto no hay dos opiniones en la literatura desde Kant a Adorno”.

“Entre nosotros, sin embargo, hay un cierto entumecimiento de la capacidad crítica frente a ese fenómeno. A pretexto de la democracia hay una obvia connivencia intelectual con esos actos que, en los hechos, desafían toda posibilidad de diálogo. No se trata de pedir a las autoridades que llamen a la fuerza pública para despejar los recintos universitarios (algo así es injustificado), pero se trata de recuperar la capacidad intelectual (que el miedo suele inhibir) para que sus autoridades y sus académicos digan a los estudiantes, con toda claridad, que ni los mejores pretextos justifican impedir en las universidades el cumplimiento del deber intelectual de sus miembros”, agrega al respecto.

Además, Peña identifica otra “falacia”, la que “asigna un valor casi categorial a la distinción entre las universidades que pertenecen al Consejo de Rectores y aquellas que no. Esta distinción muestra toda su debilidad cuando se atiende al hecho de que tanto entre las universidades creadas antes de 1981 como las nacidas después hay instituciones de la más diversa índole, tanto desde el punto de vista de su forma de gobierno como desde el punto de vista de su calidad. Así entonces, ¿por qué seguir manejando esa distinción como si ella reflejara una realidad valiosa que convendría dejar incólume?”.

En síntesis, el académico explica que en las universidades deben “imperar siempre las mejores razones, y no las que se pronuncian con más fuerza o las que tienen más dinero detrás de ellas. ¿Es tan difícil promover una regla tan básica como esa, la única que asegura el diálogo racional que las universidades están llamadas a cultivar?”.

“No cabe duda de que el sistema universitario posee severos defectos (el principal de todos es la desregulación que padece y la infracción de la ley en que algunas universidades, especialmente privadas, han incurrido), pero ninguno de ellos se superará si las autoridades de las universidades públicas se inhiben de poner límites racionales al fervor de la hora y las de las universidades privadas enmudecen abrigando la esperanza de que nada cambie”, cierra.

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