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Mundo

20 de Julio de 2013

La metamorfosis de Copacabana, la playa del placer, para recibir al Papa Francisco

El paisaje típico de la celebérrima playa de Copacabana, con sus cantantes de samba en el paseo marítimo, los cuerpos esculturales y los biquinis minúsculos en la playa, ha sido alterado bruscamente con la llegada de los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Esta playa, considerada como el foro de la ciudad […]

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El paisaje típico de la celebérrima playa de Copacabana, con sus cantantes de samba en el paseo marítimo, los cuerpos esculturales y los biquinis minúsculos en la playa, ha sido alterado bruscamente con la llegada de los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

Esta playa, considerada como el foro de la ciudad carioca, es la más turística, la preferida por los ancianos, y donde se mezclan con naturalidad la alta sociedad, los pobres de las favelas, turistas, prostitutas y canallas de todo tipo.

A pocos días de la llegada del papa Francisco, que arribará a Río de Janeiro este lunes, Copacabana se adapta a marchas forzadas a la llegada de católicos de todo el mundo, cada uno con sus costumbres particulares.

Quizá el cambio más visible ocurrió en la orilla del mar, donde los hombres con bañadores ajustados y las mujeres en biquini ahora comparten la arena con peregrinos que no tienen vergüenza de entrar en el agua con pantalones vaqueros, lo que causa gran sorpresa a los cariocas.

“Es curioso, pero por lo demás, es genial ver a tantos jóvenes reunidos para un evento religioso, en un clima de paz”, dijo a Efe la jubilada Sueli Soares, quien, sin embargo, se quejó de la cantidad de estructuras metálicas que los organizadores de la JMJ instalaron en la arena, porque dificultan sus caminatas matutinas.

La llegada del pontífice llevó a un escultor de arena a cubrir con vestidos recatados sus tradicionales figuras de mujeres con tanga, que desde hace decenas de años son típicas de esta playa.

La visita de Francisco también alteró el repertorio de los grupos de músicos que recorren los chiringuitos del paseo marítimo para pedir a cambio unas monedas.

Algunos de estos artistas callejeros dejaron a un lado la tradicional samba e introdujeron en su repertorio canciones católicas de los famosos sacerdotes Marcelo Rossi y Fabio de Melo.

“Los mejores propinas siempre son de los turistas. Con la llegada de los peregrinos, hemos tenido que adaptar la música para garantizar nuestra clientela”, explicó el músico Cléber Toledo.

La presencia masiva de turistas ha aumentado los negocios de los bares del paseo marítimo, afirmó Antonio Valmir, encargado del chiringuito Coco Verde, situado justo en frente del escenario principal de la JMJ.

“La semana pasada pudimos notar el aumento del movimiento. La semana que viene habrá demasiada gente y necesitaremos agilizar el servicio para atender bien a todo el mundo”, dijo Valmir, que jura que no inflará los precios, de los 4 reales (2 dólares) a los que vende los cocos y los 6 reales (3 dólares) de las “caipirinhas”.

Con la previsión de una mayor clientela, el Bar David, un conocido local ubicado en Chapéu Mangueira, una favela localizada en una montaña a espaldas de Copacabana, prepara un operativo especial.

“Todos los días de la Jornada tendremos el plan de los fines de semana de verano, con catorce personas trabajado en el servicio y la cocina, para atender de 100 a 120 personas, que es nuestra máxima capacidad”, explicó David Vieira, dueño del bar.

No todos son alegrías, por lo menos para Eduardo Pereira da Paz, dueño del chiringuito Point de Pernambuco, que por su cercanía al escenario donde estará el papa, quedará vallado en medio del perímetro de seguridad.

“No sólo se nos impedirán trabajar, sino también circular, porque van a poner rejas para alejar a la gente de los escenarios. Dicen que es un evento para el pueblo, pero nos perjudicará mucho. El papa ni debe saber que tengo que mantener diez bocas en mi casa”, lamentó.

El sector que sigue ajeno a todo este movimiento es el sexual. A las puertas de un local de bailes eróticos, vecino de la imponente iglesia de Nuestra Señora de Copacabana, un empleado continúa invitando a los cariocas, turistas e incluso a los peregrinos para que conozcan los placeres terrenales de Río.

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