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Opinión

27 de Octubre de 2013

“Parisi: nada más que una personalidad, alguien que exhibe, como único activo, sus supuestas virtudes”

En su tradicional columna de El Mercurio, Carlos Peña, explicó que las denuncias de la abanderada UDI abrieron un flanco nunca antes visto: el de las denuncias en contra de su contendor sin que éste se halle formalizado o condenado por un delito. Sin embargo, aseguró: “Mientras los ciudadanos de a pie tienen derecho a decidir qué cara mostrarán al mundo (el gay puede mostrarse heterosexual, el consumidor de drogas sobrio, etcétera, sin que nadie tenga derecho a desenmascararlo), el político está obligado a mostrar una cierta coherencia entre sus actos privados y el contenido de su oferta: quien proclama su eficiencia no puede exhibir despilfarro; quien se dice honrado no puede acarrear desfalcos..."

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El columnista de El Mercurio Carlos Peña las emprendió contra Parisi y Matthei este fin de semana en su tradicional columna en el cuerpo de reportajes de El Mercurio.

A su juicio las denuncias de la abanderada UDI abrieron un flanco nunca antes visto: el de las denuncias en contra de su contendor sin que éste se halle formalizado o condenado por un delito.

“Matthei hizo algo inédito en la historia electoral chilena. Es la primera vez que un competidor (candidata, en este caso) acusa directamente a un rival de violar la ley y estar moralmente inhabilitado para el cargo al que aspira. ¿Tenía derecho a hacer eso? A primera vista no”, escribió

Según Peña las palabras de Matthei –si se apunta primero a la presunción de inocencia- dejan un vacío complejo para los candidatos que busquen llegar a la Primera Magistratura.

“Si se aceptan imputaciones amparadas en simples demandas o meras denuncias, la honra de los candidatos estaría en peligro. ¿Quién querría, entonces, dedicarse a la política? ¿Acaso la democracia no es una lucha de ideas, de entusiasmos por el futuro? Y si es así, ¿por qué tolerar que se transforme en una lluvia de acusaciones cuyo único fundamento son demandas que los tribunales ni siquiera han empezado a conocer? Esos argumentos suenan bien; pero son incorrectos”, se preguntó.

Por todo lo anterior, y citando a Weber y Schumpeter, asegura que la moral y ética de los candidatos pasan a ser un aspecto relevante en una campaña política, máxime si ésta es una de carácter presidencial.

“Si lo anterior es así (y desgraciadamente lo es), entonces las virtudes de quienes compiten pasan a ser muy importantes. Allí donde las ideas desaparecen, la biografía, las virtudes, los defectos y los tropiezos pasan a ocupar el centro de la escena.  Es lo que acaba de ocurrirle a Parisi. Si él tuviera una ideología o cualquier cosa que lo trascendiera, la situación sería distinta. Pero Parisi es…Parisi: nada más que una personalidad, alguien que exhibe, como único activo, sus supuestas virtudes. Mostrarle al público que carece de ellas (que es lo que hizo Matthei) parece, más que un atentado al fair play de la política, el cumplimiento de un deber cívico. Y la honra —podría argüirse—, ¿dónde queda entonces? ¿Acaso el político se despoja de ella cuando ingresa a la arena electoral?”, insistió.

En ese sentido Peña explica que la persona que decida entrar en política debe estar preparada para “rebajar el umbral de protección de su privacidad, e incluso de su honra”.

“Mientras los ciudadanos de a pie tienen derecho a decidir qué cara mostrarán al mundo (el gay puede mostrarse heterosexual, el consumidor de drogas sobrio, etcétera, sin que nadie tenga derecho a desenmascararlo), el político está obligado a mostrar una cierta coherencia entre sus actos privados y el contenido de su oferta: quien proclama su eficiencia no puede exhibir despilfarro; quien se dice honrado no puede acarrear desfalcos; quien posa de marido ejemplar no puede ser infiel; quien promueve la libertad de orientación sexual no debe ocultar la suya, y así. No hay peligro —como a veces se teme— de dar patente de corso al fisgoneo y la invasión de la privacidad, porque el límite lo fija el propio candidato con su discurso”.

 

Peña, después de todo, explica que Matthei hizo bien en denunciar a Parisi, que a su juicio la prensa no hizo: “iluminar todos sus intersticios y ver si su trayectoria estaba a la altura de lo que promete”. Sin embargo, ella misma abrió un flanco: “Así, el Piñeragate y el caso drogas florecen. Y es que la regla más vieja de la competencia política es la reciprocidad. Una vez que un candidato pone una luz desfavorable sobre la conducta personal de un competidor, los otros y la prensa están autorizados a hacer lo mismo. La trayectoria de Matthei importa al electorado lo mismo que la de Parisi; y la de Enríquez-Ominami lo mismo que la de Bachelet”.

“Si esa regla se hubiera ejercitado antes —si lo que pudiera llamarse el estándar Parisi hubiera tenido vigencia—, hoy no habría nueve candidatos”, concluyó.

 

 

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