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Opinión

7 de Noviembre de 2013

Estos son los verdaderos rostros de “El Reemplazante”, la serie sobre educación que impacta a Chile

Fuimos a conocer por dentro el colegio donde se grabó la serie que TVN está exhibiendo en su segunda temporada. A diferencia del “Principe Carlos”, de ficción y particular subvencionado, el Consolidada Dávila es municipal. Pero el espíritu del profe Charly, el Maicol y la Flavia es el mismo. Sacrificio para educarse en un contexto de pobreza y riesgo social, y salir adelante contra las barreras de un modelo en que la educación es mercancía. Estuvimos en la sala donde se grabó, con los alumnos que participaron como extras o como ayudantes del narco Claudio, con su director y con el profe más antiguo del recinto que aparece cada miércoles en televisión, pero que vive diariamente en el anonimato.

Richard Sandoval
Richard Sandoval
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“Los niños nacen para ser felices”. La frase está pintada en los murales del Centro Educacional Ochagavía, de cara a los vehículos que pasan frenéticamente por la Autopista Central, a cuadras de avenida Departamental, en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Sin embargo, muy pocos saben que detrás de ese austero monumento a la dignidad se esconden varias de las historias que dan vida a la serie de televisión más premiada y aplaudida desde “Los 80”: “El Reemplazante”.

Fundado en 1952 con el nombre de Escuela de Experimentación Número 1 Consolidada de Santiago -un proyecto educativo por el que pasaron figuras como la propia alcaldesa de la comuna, Claudina Núñez-; el establecimiento fue arrollado por la ola neoliberal, que en los 80 lo municipalizó y convirtió en un receptor de los estudiantes que no alcanzaron a juntar la plata para dar el salto a un luminoso particular subvencionado.

Esfuerzo, salir adelante, ser alguien en la vida. Olvidar la pobreza sin enterrar los orígenes. Son los conceptos que se repiten al recorrer la cuadra completa que abarca el colegio técnico profesional, cuyos alumnos se pasean dentro de overoles engrasados; se besan con la pasión de quien sabe que va en cuarto medio; y echan la talla como si el mundo se fuera a acabar.

Son los Maicol, las Flavias, los Lalos y los profes Charlies. Los rostros reales de la educación segregada que TVN llevó a las pantallas.

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De derecha a izquierda. Franco, Loreto, Lisandro, Nicolás, Judith y Omar. A coro, los alumnos del Primero B, el curso que más participó en las grabaciones de la serie, cuentan que “los tiempos de ‘El Reemplazante’ eran una motivación para venir al colegio, es interesante salir en la tele y conocer cómo se hace por dentro. Además mostró la realidad de todos los chilenos en la educación. Mostró lo mala que está. La realidad de las poblaciones también. Acá hay varios profes que son motivadores como el profe Charly. La serie es realista, porque mostró varios temas que pasan, como el bullying, embarazos, la pobreza y el narcotráfico en las poblaciones. Todo eso pasa”.

Omar Solano, Chuky en la producción, tiene 17 años y es parte del Primero B. Vive en la comuna y trabajó en 4 escenas, donde decía “puros garabatos” como ayudante de Claudio, el traficante. Omar dice que la experiencia fue “bacán, nunca pensé que iba a salir en la tele. Todos mis amigos estaban viendo la comedia por eso. Ahora todos me dicen Chuky porque así se llamaba el personaje. Fue muy buena la serie y muy realista, aunque a mí me gusta estudiar ahí nomás. Yo quiero estudiar estructuras metálicas, que es una de las especialidades que da el colegio, pero me falta harto todavía porque voy en primero recién. Me gusta mi colegio porque es grande, bacán, bonito, y ahora está mejor que antes. Todos los pofes nos motivan, por eso ellos trabajan aquí: para enseñarles a los alumnos que sean alguien en la vida. Lo que más pena me ha dado desde que se da la serie fue cuando murió el Lalo. Eso nos marcó a todos, porque habla de lo que puede pasar en un colegio que no tiene las mejores condiciones”.

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El profesor Juan Valdés lleva 30 años enseñando matemáticas en el colegio que en la tele se llama “Príncipe Carlos” y asegura que la relación con los chiquillos es buena y que el impacto de la serie tuvo dos efectos. “Por un lado hubo gente que pensó que acá todos los alumnos eran delincuentes. Después, empezaron a tomar conciencia de que la historia era ficción y que no representa la realidad. Incluso este año mucha gente vino a matricularse para participar en la comedia. Fue un enganche para alumnos que querían participar y salir en televisión”.

Sobre si se siente un Profe Charly, quien sacó adelante a buena parte de sus alumnos pese al rechazo inicial, dice que “generalmente aquí los chiquillos no son tan atrevidos con uno, nunca me han levantado la mano. De repente te echan un garabato -como “viejo piiiii”- porque le pones un rojo o una anotación, pero más allá de eso no. En el tema educativo uno hace el empeño con ellos, les da alternativas para que salgan adelante. Tratamos de llevar una amistad. Tenemos un servicio de tutoría en que cada profe está a cargo de diez alumnos. Entonces, estamos tratando de ayudar a los chiquillos a que tomen conciencia de la situación en que están y traten de seguir adelante; porque la educación es un medio para salir de su situación. La serie presenta una situación educacional que es del país, sobre la privatización de los colegios donde básicamente son empresarios los que dirigen la educación. Se está matando la educación pública en favor de los colegios privados. Y eso es lo que muestran los últimos capítulos de la comedia, en que se pasan el colegio como si nada de un privado a otro privado”.

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Samuel Leiva Cordero tiene 57 años y es director del colegio desde marzo de 2012. Profesor de educación básica formado en la UTE, hombre de izquierda y líder de la refundación de la institución de 240 alumnos entre prebásica, básica y media.

“Esta escuela cumplió 62 años y nació como la Escuela de Experimentación Número 1 Consolidada de Santiago, que fue una petición de la Población Dávila al gobierno de la época. La escuela tuvo una trayectoria emblemática hasta los años 70. Habían más de 5 mil alumnos. Pero en el gobierno militar hubo un abandono del proyecto con la municipalización, porque esta escuela era parte de un proyecto de escuelas que se llamaban consolidadas, cuya lógica era distinta al liceo de humanidades. Era una escuela que formaba académicamente, pero además incorporaba la participación ciudadana, el trabajo con la comunidad y un pensamiento crítico en los chicos”, cuenta Leiva.

“Desde 2012 -mismo año en que partió “El Reemplazante”- la alcaldesa se la ha jugado en tratar de revitalizar la escuela e iniciamos un proceso de refundación. Recuperamos el nombre -que nunca tuvo que haber sido cambiado-, con lo que retomamos nuestro espíritu de lo que fue la escuela consolidada, que forma chicos para la vida ciudadana, con una mayor impronta sociocultural y con el desafío de que el ser pobre no es una limitante absoluta para poder ser más en la vida, en el sentido de ser humano, no de la plata. Estos son los mismos desafíos que se plantean en ‘El Reemplazante’”, agrega.

El académico critica que en la sociedad chilena “hay una suerte de arribismo de que un colegio bien pintadito, con niñitas con falda cuadrillé hacen que la gente se deslumbre. Pero de repente vuelven acá porque encuentran que al otro lado, en el particular subvencionado, termina siendo puro negocio”.

“Golborne dijo que en esta comuna no hay colegios de excelencia, pero habla desde el discurso de la calidad y la excelencia asociado a ver la educación como bien de consumo. Yo no compro el concepto de la calidad de la educación, porque viene de la economía. Pero sí yo hablo de procesos educativos, donde la tarea de la escuela es educar en la lógica de formar seres humanos para un mundo mejor. Eso estamos haciendo con la población, planteando que somos capaces de contribuir a la educación de sus hijos desde una formación global. Porque la gran debilidad de nuestros estudiantes, que son los más pobres, es que su mundo cultural es más estrecho. La única forma de enfrentar el estigma es demostrar ante la población que nosotros podemos hacer un trabajo educativo que otros llaman de excelencia y no necesitamos ese apellido para hacerlo. Porque lo que hacen los colegios de excelencia es algo como lo que hace la selección chilena; nosotros queremos hacer educación pública donde todos tienen la oportunidad de expresarse en los campos que sean posibles”, agrega.

El director, finalmente cuenta que “la serie fue una oportunidad para nosotros. A nuestros alumnos les hizo bien porque conocieron otros mundos. Hubo gente que al principio decía que se desprestigiaba el colegio, pero en verdad el colegio de la serie era uno subvencionado que demostraba que la educación chilena se ha convertido en un negocio. A nosotros nos impactó porque muchos niños de la comuna habían visto la serie y se matricularon aquí por eso. Incluso algunos querían participar en la segunda parte y cumplieron su sueño. La disciplina en el colegio es normal, de mucha convivencia y diálogo con los chicos. Hay chiquillos pobres, incluso más que el Maicol, pero estudian y se la juegan. Y acá están los espacios”.

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