Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Mundo

11 de Julio de 2014

Tras la lluvia, el silencio

A los brasileños se les mojó la fiesta el martes. No habían experimentado una derrota tan amarga como hace 64 años en el maracanazo frente a Uruguay. Una debacle, como la lluvia, que nadie esperaba. La crónica de un chileno perdido en un bar de otro compatriota. Una derrota histórica que enmudeció a Brasil.

Por

Tras-la-lluvia_EFE

Una lluvia torrencial cayó en Río de Janeiro pocas horas antes del partido entre Brasil y Alemania. Como si fuera un aciago presagio, pocas horas antes del inicio del juego del pasado martes, la lluvia les mojó el asado a los vecinos de la favela Vidigal en la zona sur, vació el recinto de la FIFA Fun Fest en Copacabana, que esperaba recibir a un millón de hinchas, y demoró más la vuelta a casa de los miles de cariocas que estaban ansiosos por llegar a su casa para ver el partido. Todo era optimismo. Hasta una librería virtual por internet, Lote 42, ofrecía esa mañana 10 por ciento de descuento por cada gol brasileño.

Jacir Rocha, Eduardo Gomes y unos amigos fueron a ver el partido al Bar del Chileno, en Curicica, en la zona oeste de Río de Janeiro. Faltaba una hora para el encuentro y la lluvia torrencial se transformó en diluvio. Juan Carlos Layana, dueño del bar, llegó hace 39 años a la ciudad acompañando a su padre. Tenía sólo 9 años y hasta entonces sólo había visto el panorama desértico de María Elena, donde nació. La naturaleza exuberante de Río y sus mujeres, lo cautivaron. El papá de Juan Carlos compró el bar en 1985 y hoy es una referencia en Curicica. Antes de bajarse del bus la gente le dice al chofer: “en el bar del chileno”. El domingo es el bar más prendido en la noche del barrio y varias celebraciones de los últimos partidos acabaron allí.

PARTIDO
Son las cuatro de la tarde y el partido acaba de comenzar. Jacir, Eduardo y otros más llevan varias cervezas a la mesa y celebran la entrada de Brasil atacando. Pero a los 10 minutos, tras una falta y un tiro de esquina, el jugador alemán Thomas Müller marcó el primer gol del partido ante una sorprendida hinchada. Jacir grita “¡porra!” mientras da un golpe fuerte en la mesa. Era apenas el comienzo.

El segundo gol llegó poco después. Klose aprovechó el rebote del portero Julio César y se coronó como el jugador más goleador de todos los mundiales con 16 dianas, superando por un gol la marca que tenía el brasileño Ronaldo. Dos minutos después Toni Kroos marca el tercer tanto para Alemania y la cara de desazón en el bar se desparrama. Pasan los minutos y un silencio espectral se apodera de la ciudad. El continuo barullo de moto taxis, buses y autos pasando por las calles circulares del barrio y el ruidoso hormigueo humano han desaparecido. La ciudad está muda.
Danilo, un joven que tiene una camiseta de Flamengo y que llegó recién al bar acompañado de su compañera sonríe. Dice que va a seguir siendo hincha de Alemania, que no va a ‘torcer’ por Brasil porque hay muchas cosas malas en esta Copa. “Se gastó una cantidad de plata en remodelar los estadios ¿y la salud y la educación?….”- comenta en alta voz.

Los otros brasileños lo miran y callan. En lo que demora Jacir en ir por otra cerveza Alemania mete otros dos goles. Nadie lo puede creer. Menos lo que se viene. Cinco goles en los primeros 29 minutos de juego. Desde 1974 que un equipo no marcaba cinco goles en un primer tiempo de un mundial. Pero esta vez fue más amargo: En 29 minutos Alemania hizo 5 goles, siendo dos de ellos marcados por Kross en sólo 69 segundos.

Corren más cervezas. En el entretiempo una publicidad de PrezUnic, un supermercado brasileño comprado por el grupo Cencosud de Horst Paulmann, promociona carnes y cerveza diciendo “esta fiesta es nuestra”.

-Ese tipo, el dueño de ese supermercado ¿es chileno?- me preguntan.
-Alemán- les respondo y me miran con cara de más rabia.

Felipe, un angoleño avecindado hace cinco años en Río de Janeiro, no la puede creer. Me dice que nunca había visto una goleada tan avasalladora. “Un equipo para olvidar, Filipão es un hijo de puta, un partido vergonzoso. La peor goleada en la historia de Brasil”, comenta.

Juan Carlos, el chileno, me cuenta que tuvo cerrado el bar para el partido de Chile con Brasil, pese que el fútbol siempre ha sido un motivo de encuentro en su local. Prueba de aquello es que junto a otros 4 compatriotas del mismo barrio y 4 brasileños armaron hace más de una década un equipo de fútbol. Le pusieron Colo Colo. “Se cagaban de la risa cuando jugábamos – cuenta – parecíamos más payasos que jugadores de fútbol. No por ser malos, sino porque no nos entendíamos. Era un disparate la cosa”, recuerda.

Comienza el segundo tiempo. Pese a que los brasileños salen con todo no logran vencer al férreo portero alemán. “Por lo menos un gol, uno que sea, para no salir tan machucados”, exige Eduardo.

Pero los goles vinieron del alemán Schürlle, que a los 23 y 33 minutos termina por humillar a Brasil en su propia casa. A esa altura el deseo de los brasileños era que pasaran rápido los minutos para que Alemania no hiciera más goles. El humor comenzó a recorrer las redes sociales. Una foto del Cristo redentor del Corcovado con dos ametralladoras en los brazos decía “la Copa queda en casa” y un twitter decía “rumbo al hexa 6-0”.

Con el sexto gol alemán retumban en el bar la palabra ‘hexa’. Varias campañas publicitarias aprovecharon el Mundial para anunciar la sexta copa para Brasil. Los que ven el juego ven el número invertido. “hexagoleada”, me dice Eduardo.

El bar se comienza a vaciar, los hinchas atribulados parten a pasar la pena en casa. Clara Souza, mientras pide una caipiriña, me dice “estoy decepcionada. Estoy de cumpleaños el domingo y quería ver el triunfo del Mundial en Brasil. Estoy triste, voy a tomar una cachaza para pasar las penas”.

Según ella la mala racha comenzó cuando “sacaron a Neymar y se acabó el juego de Brasil. Le hicieron macumba, eso creo”. En Curicica hay varios terrenos de macumba, que es como llaman a la religión de los orixas, el candomblé. Para Clara esta vez la macumba fue contra Neymar.

Danilo, otro parroquiano, comenta que “era para haber perdido con Chile, porque así no pasábamos esta vergüenza antes del Mundial. Fue muy feo”. Le discute a Clara sobre Neymar, que no es buen jugador, pero sí un actor publicitario. “¡Qué Neymar!, perdimos de 7 a 1. Con Neymar sería 10”, recalca.

El gol de descuento de Óscar hecho en los últimos minutos pocos lo celebran. Tras el pitazo inicial en Villa Madalena, un barrio bohemio de São Paulo los hinchas queman una bandera y en otra parte queman un bus. Danilo dice que fue mejor porque así “el pueblo brasileño va a salir a la calle a protestar como todos esperábamos”. En Guarapiranga, región de São Paulo, durante la noche queman unos buses. Se calcula en más de 500 los buses quemados por protestas en lo que va del año y la Copa había dado un respiro.

Los hinchas destrozados acuden a las estadísticas más abrumadoras: Es la peor derrota en la historia del fútbol brasileño; desde 1919 que Brasil no sufría una goleada tan grande, cuando perdió por 7 a 2 frente a Italia; es la peor también de un país anfitrión en todos los mundiales, superando el 5 a 2 que Brasil le propinó a Suecia en 1958. Y las cifras siguen: Es la peor goleada en una semifinal de una Copa desde que en 1950 Brasil se la propinara a Suecia. Para el entrenador brasileño Luiz Felipe Scolari fue el peor día de su vida.

Jacir y Eduardo están desolados. A sus vecinos se les mojó el asado. Les pregunto sobre sus favoritos para la final y confiesan que se siente latinoamericanos. “¡Porra! Estamos obligados a torcer por Argentina ahora”.

Notas relacionadas