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Opinión

25 de Noviembre de 2014

Crítica: Un hombre llamado deseo

Los nueve relatos que conforman “Animales Peligrosos”, primer libro de cuentos de Juan Carlos Cortázar (Lima, 1964) permiten enfrentarse a algo que, a falta de mejor término, podríamos llamar “nuevo”; algo ignorado, que no se ha dicho o se ha dicho solo a medias. Esto porque las narraciones hablan de subjetividades diversas, es decir, de […]

José Bodhi-Shavuot
José Bodhi-Shavuot
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Los nueve relatos que conforman “Animales Peligrosos”, primer libro de cuentos de Juan Carlos Cortázar (Lima, 1964) permiten enfrentarse a algo que, a falta de mejor término, podríamos llamar “nuevo”; algo ignorado, que no se ha dicho o se ha dicho solo a medias. Esto porque las narraciones hablan de subjetividades diversas, es decir, de lo que algunos filósofos franceses han denominado “diferencia”. Son todas subjetividades en crisis, caminando sobre una cuerda floja debido, precisamente, a esa diferencia que los define. Dichas subjetividades intentan –con mejor o peor suerte– escamotear el peso de la cultura sobre aquello que juzga alejado de la norma y lo mayoritario. En definitiva, hablamos de que ocho de los nueve textos del volumen tratan aspectos, a veces ignotos, sobre todo por recalcar la fuerza y pertinacia del deseo, de la homosexualidad en Latinoamérica (transcurren en Buenos Aires, Lima y Santiago).

La pregunta que podría surgir es: ¿por qué hacer otro libro sobre diversidad? Las respuestas son varias. Primero, porque así lo ha decidido el autor, mal que le pese, y esa decisión, esa voluntad creativa, está a la base de toda obra de arte. Segundo, porque aquello que se cuenta merece ser contado (tanto en lo relativo a técnica literaria como a originalidad de las anécdotas). Tercero: porque habitar desde la diferencia es siempre un riesgo, un devenir complejo, difícil, y es menester representar ese devenir por una cuestión pedagógica (por lamentable que parezca el concepto) y de articulación de un discurso de “lo otro”.

De esta manera, el libro de Cortázar no deja de tener cierta urgencia política. Y ahí surge uno de sus méritos: ocuparse de la diferencia, de la diversidad, escapando del panfleto y la consigan moral reivindicativa. El libro transita victoriosamente entre abordar una temática de tintes políticos y no pasar por alto su naturaleza última: ser literatura. Esto se percibe en muchos elementos. Uno de ellos, quizás el más relevantes, es que se nota que al autor le importan las palabras. No en vano el primer cuento se titula así: “Las palabras”. El texto nos refiere aquellas palabras que ni siquiera se alcanzan a decir y ya molestan, ya nos hieren. La sentencia: soy gay, por ejemplo, se reprime en este relato apenas aparece la intuición de que se formulará. Es un instante incluso anterior a las palabras, al pensamiento. El cuento escenifica el trabajo de terapia de un joven y un adulto, el primero no se atreve ni a pronunciar las palabras en su mente, el segundo ya comienza a dejar atrás los miedos y a reconciliarse consigo mismo.

El valor de las palabras no desaparece en los siguientes textos. En “Mártir invicto”, Santito y Hulk juegan en un lance homoerótico a dar y recibir las flechas de San Sebastián. La fe religiosa y el sexo declarado como interdicción por dicha fe, se enredan y son fecundos en la ficción. Lo mismo sucede en “Animales peligrosos”, cuento que cierra el libro, donde dos sacerdotes gay han optado por morir juntos ante la ominosa enfermedad de uno de ellos. Este, sin duda, es el cuento más logrado del conjunto, y se hace pertinente que nomine al libro, por ello y por otro motivo que revisaremos al final.

El relato “Línea D”, por su parte, nos presenta un interesante juego de estructuras. Es una historia armada a partir de estaciones del subte de Buenos Aires y una serie de intertextos con Vargas Llosa, Fonseca y Mishima, entre otros. En esta narración la diferencia aparece bajo la forma de un “pequeño vicio”, como lo designa el protagonista, una singularidad: el gusto por las cavidades y los vellos de las axilas.

En “Deeneí” las palabras vuelven a ocupar un sitial de privilegio, ahora por la importancia que le asigna a su propio nombre una chica transgénero, que emprende una especie de viaje iniciático a la Argentina para corregir ese enorme error que la acompaña desde que nació.

Las subjetividades de que hablábamos al principio se muestran a carta cabal en “X sin Y”, un relato que en realidad es una larga reflexión en torno al amor entre dos hombres, y a la fragilidad de ese amor, y en “Zambullirse”, una historia que nos muestra los problemas del matrimonio igualitario, del símbolo que representa ante la sociedad el anillo de bodas, del peso que significa elegir, voluntariosamente, una vida alejada de las convenciones de la época.

“Fiestas Patrias” es un cuento que, siendo correcto y bien armado, entra en discrepancia con el conjunto por ser el único que no se ocupa abiertamente de diversidad sexual. Aborda un confuso incidente con Sendero Luminoso, donde se tensionan lealtades quebradas, un estado peruano represivo y feroz, y la búsqueda incansable de la verdad cuando de violencia política se trata.
“En el cruce”, por último, es la narración más débil del volumen, pero tiene, sin embargo, la cualidad de servir como metáfora del libro como totalidad al explicitar su leitmotiv. El deseo aquí es el gran protagonista, un deseo ciego y que es finalidad y no un medio para alcanzar un objetivo ulterior. Quizás, como los demás cuentos, conduce a cuestionarse si la vida psicológica homosexual está tan brutalmente atravesada por la mirada al cuerpo, por el lance sexual y la promiscuidad como pauta conductual. Eso, de algún modo, es lo que termina mostrando el libro, lo que es un mensaje problemático por simple y reduccionista, aunque pleno de sentido en relación al título del mismo: animales peligrosos. Como sea, ver al deseo como eje de un volumen sobre diversidad es una opción legítima: historias que enseñan la ferocidad y avidez erótica allí donde la sociedad ha decretado que domine la represión y la clausura.

“Animales Peligrosos”
Juan Carlos Cortázar
Buenos Aires: Milena Caserola, 2014, 184 páginas

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