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Reportajes

19 de Abril de 2015

El macabro caso de las mujeres de Río Rojo del Norte

Rinelle, una estudiante de 16 años, había estado tomándose unos tragos con unos amigos cuando dos jóvenes la llevaron a un lugar aislado bajo un puente. Ahí la atacaron física y sexualmente. Recuerda estar en un río, pero no si fue porque logró escapar o porque la tiraron. Cuando pudo salir del agua, los hombres la atacaron otra vez hasta que creyeron que estaba muerta. La encontraron medio desnuda e inconsciente en la ribera del río. No había muchas esperanzas de que sobreviviera. Pero Rinelle vivió para contar lo que le ocurrió, una oportunidad que no tuvo una larga lista de mujeres y niñas que, como ella, han sido atacadas y desechadas por razones y personas desconocidas en la ciudad fronteriza de Winnipeg.

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Rinelle, una estudiante de 16 años, había estado tomándose unos tragos con unos amigos cuando dos jóvenes la llevaron a un lugar aislado bajo un puente.

Ahí la atacaron física y sexualmente.

Recuerda estar en un río, pero no si fue porque logró escapar o porque la tiraron.

Cuando pudo salir del agua, los hombres la atacaron otra vez hasta que creyeron que estaba muerta.

La encontraron medio desnuda e inconsciente en la ribera del río. No había muchas esperanzas de que sobreviviera.

“La temperatura era muy baja”, le dice a la BBC el detective encargado del caso, John O’Donovan.

“Estaba a punto de morir, pero el frío le salvó la vida”, explica, refiriéndose a que a temperaturas heladas, el metabolismo le permite al cuerpo empezar el proceso de sanación.

Rinelle vivió para contar lo que le ocurrió, una oportunidad que no tuvo una larga lista de mujeres y niñas que, como ella, han sido atacadas y desechadas por razones y personas desconocidas en esta ciudad fronteriza.

Un espejo en el norte

La historia se asemeja dolorosamente a la de Ciudad Juárez en México, donde desde 1993 cientos de mujeres han sufrido un destino similar, pero se trata de Winnipeg, la ciudad con la población más grande de indígenas en Canadá.

Y es de esa población de la que provienen la mayoría de las víctimas: las aborígenes tienen una posibilidad cuatro veces mayor a ser asesinadas o desaparecer que otras mujeres canadienses.

Entre 1980 y 2012, casi 1.200 mujeres y niñas indígenas fueron asesinadas o desaparecieron, según un informe publicado el año pasado por la Real Policía Montada de Canadá.

Hay quienes piensan que las cifras oficiales son incompletas, y que el total es más alto.

Tina abrió los ojos

Un domingo de agosto de 2014, semanas antes de que encontraran a Rinelle Harper, O’Donovan había tenido que interrumpir su descanso para encargarse de otro caso: habían encontrado un cuerpo en una bolsa con pesas en el Río Rojo del Norte, el río que atraviesa la ciudad y es su alma.

El cadáver estaba en un estado tan avanzado de descomposición que tomó cuatro horas determinar que era una joven y otras cuatro para hacer una identificación tentativa.

Un tatuaje de unas alas de ángel en la espalda les indicó a los oficiales que se trataba de una chica que había abandonado su hogar, una colegiala de 15 años llamada Tina Fontaine.

El caso de Tina llegó a las primeras planas en todo Canadá no sólo por la horrible naturaleza del crimen sino también por lo que ella representaba.

Ella era parte de la población aborigen canadiense, compuesta por las Naciones Originarias, los inuit del norte y los metis, descendientes de los colonizadores y amerindios.

La indignación colectiva ante su muerte había marcado un momento decisivo para una ciudad que a menudo no le había prestado atención a la aparentemente sucesión sin fin de ataques violentos contra las indígenas.

Las desaparecidas

En Winnipeg ya había un equipo de operativos especiales, llamado Project Devote, establecido hace cuatro años para investigar casos no resueltos en las que la víctima es considerada “vulnerable”.

En sus oficinas, hay mapas con puntos que indican los lugares en los que las víctimas de los 29 casos que investigan fueron vistas por última vez o donde fueron encontrados sus cuerpos.

La mayoría son mujeres indígenas.

Hasta ahora, únicamente un caso ha llegado a los tribunales.

El alguacil Jason Michalyshen explica que el reto es enorme: “A menudo, cuando se trata de desaparecidas, no hay una escena del crimen que podamos analizar para encontrar evidencia. Entendemos que es devastador para los familiares, pero también es frustrante para los investigadores que no cuentan con información”.

Bernadette Smith es una de esas familiares devastadas, y también frustradas.

Busca a su media hermana Claudette Osborne, que fue vista por última vez en julio de 2008 con un camionero al lado de una carretera interurbana.

Claudette tenía 21 años y acababa de dar a luz a su cuarto hijo.

“Todavía estaba sangrando y este hombre estaba tratando de tener relaciones sexuales con ella”, le cuenta a la BBC Bernadette. “Ella trató de llamar a pedir auxilio a las cuatro de la mañana”.

Pero el teléfono al que llamaba se había quedado sin crédito y pasaron varios días antes de que su familia escuchara los mensajes. Para entonces Claudette ya había desaparecido.

Y esa no es la única pérdida que ha experimentado Bernadette. Otras tres mujeres de su familia han sido asesinadas o están desaparecidas.

Junto con otros familiares de aborígenes desaparecidas, Bernadette ha estado dragando el río con ganchos metálicos, en busca de sus seres queridos pues piensan que las autoridades no han hecho lo suficiente.

¿Quién las está matando?

Lee el artículo completo aquí.

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