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Deportes

10 de Julio de 2015

Fernando Valladares, padre del arquero de la Sub 20 que terminó en la cárcel: “Ronald fue víctima de los sinvergüenzas del fútbol”

Con 19 años integró la selección sub 20 que en el 2007 logró el tercer lugar en el mundial juvenil de Canadá. Su futuro era tan prometedor como el de sus compañeros Alexis Sánchez, Arturo Vidal, y Gary Medel. La suerte, sin embargo, no lo acompañó. Luego de varios traspasos frustrados, en el 2011 se retiró del fútbol y al poco tiempo cayó en las drogas y se fue preso. Hace un par de meses cometió su último delito y hoy ve los partidos de la Copa América en la cárcel de El Manzano, donde espera un juicio por un robo con intimidación. De aquella generación dorada, Ronald es el único al que no le fue bien.

Jorge Rojas
Jorge Rojas
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Fernando-Valladares

“Ronald comenzó a jugar fútbol en un club amateur de Concepción. Era el equipo del barrio donde vivíamos, se llamaba El Esfuerzo, y llegó allá cuando tenía ocho años. Cuando tenía 12 llegó a Fernández Vial y se integró al equipo de la Sub 15. Recuerdo que en ese tiempo estaban los profesores Alberto Cisternas y Ricardo Avilés quienes vieron en él mucho potencial para subirlo al equipo de la Sub 19, un paso antes de convertirse en profesional.

En ese tiempo, todo el mundo me decía que mi hijo era talentoso para el arco. Yo lo acompañaba a los partidos y tengo guardado el recorte del diario cuando debutó en el primer equipo. Recuerdo que fue el 3 de octubre de 2004, cuando Ronald apenas tenía 17 años y Fernández Vial jugaba con Lota Schwager. Ese día perdieron uno a cero, pero lo más importante del partido fue que mi hijo se convirtió en uno de los arqueros más jóvenes del fútbol profesional.

Para mí era un orgullo que mi hijo fuera futbolista. Yo siempre le dije que tratara de compatibilizar los estudios con el deporte, pero lamentablemente en ese tiempo los liceos no le dieron ninguna oportunidad. Recuerdo que todas las semanas iba al colegio para justificarlo por las inasistencias. Muchas de las clases se topaban con los entrenamientos y los profesores siempre terminaban poniéndole mala nota. El director del liceo me dijo una vez: o se dedicaba al fútbol o a los estudios. Pese a todas las trabas, Ronald igual terminó cuarto medio.

Mi hijo admiraba a Gianluigi Buffon y a Claudio Bravo, y su sueño era llegar a un club grande y ser arquero de la selección nacional. Sus aspiraciones se vieron cumplidas, en parte, cuando a fines de 2006, en un amistoso entre la selección Sub 20 y Fernández Vial, José Sulantay se fijó en él. Le ofreció ser el tercer arquero de Chile en el mundial de la categoría que se disputaría en Canadá y Ronald estaba feliz.

Como no había dinero para acompañarlo, toda la familia siguió el campeonato por la televisión. En ese tiempo, yo trabajaba como camionero y veía los partidos donde me encontrara. En las noches casi siempre hablábamos por teléfono. Él me decía que estaba contento, que todos los días aprendía algo nuevo, y que los entrenamientos con la selección eran muy distintos. También me comentaba que se sentía ilusionado con que algún club grande se interesara en su trabajo. Al volver de Canadá, sin embargo, la suerte no lo acompañó como al resto de sus compañeros de selección. De vuelta en el sur, Ronald se encontró con que Fernández Vial estaba a punto de descender a Tercera División y que ya no era el arquero titular del equipo.

A fines de ese año, Sulantay lo llamó para que se fuera a Deportes Iquique y mi hijo no lo dudó. Los problemas, sin embargo, empezaron al poco tiempo, cuando Fernández Vial vio una oportunidad única de hacer un buen negocio. Los dirigentes de la época se empecinaron en que Ronald sólo jugaría en otro equipo si el club interesado pagaba los 90 millones de pesos que habían estimado por los derechos de formación. La situación me indignó. Golpeé todas las puertas posibles, fui a la ANFP, al Sindicato de Futbolistas, y llegué a quemar una camiseta del club afuera del estadio para llamar la atención, pero al final la avaricia de los dirigentes del Vial echó por tierra el futuro de mi hijo, que se tuvo que devolver apenas terminó la pretemporada con Iquique.

Ronald se pasó todo el 2008 sin jugar. La inactividad le generó depresión y el éxito de sus compañeros de selección terminó por frustrarlo. Ese año, mi hijo se metió en las drogas y se transformó en una víctima de los sin vergüenza del fútbol, de los pelafustanes que le truncan la carrera a los deportistas jóvenes por querer ganar plata. Con esfuerzo familiar y un programa de rehabilitación, sin embargo, logramos sacarlo de allí. A fines de 2008 conseguí que Deportes Concepción llegara a un acuerdo con Fernández Vial por los derechos de formación, pero un día antes de la ‘Noche Lila’, los mismos de siempre volvieron a pedir 90 millones por el traspaso. El asunto finalmente se solucionó, pero el técnico decidió que Ronald no jugaría de titular esa temporada.

A mediados de 2011, mi hijo decidió retirarse del fútbol. Decía que no tenía posibilidades en ningún club y se cegó en que todas las puertas estaban cerradas. Comenzó a drogarse nuevamente y luego se puso a delinquir. El primer delito que cometió fue un robo en el terminal de buses. Cayó preso inmediatamente y estuvo dos años en la cárcel El Manzano, en Concepción. Por ese tiempo, me daba pena e impotencia ver que todos los compañeros de Ronald que fueron a Canadá estaban en equipos extranjeros y que mi hijo ya no tenía futuro en el fútbol. Cuando volvió a la casa, lo inscribí para que jugara en el club amateur Prieto Cruz, donde dejó los guantes y terminó jugando de central. Lamentablemente, volvió a juntarse con quienes no debía y nuevamente cayó en las drogas. En eso estaba cuando en febrero pasado, con 28 años, volvió a caer preso. Esta vez por un robo con intimidación a una señora.

Todo esto nos ha frustrado como familia. Después que mi hijo se retiró del fútbol dejé incluso de ir al estadio. En los últimos días he visto todos los partidos de la Copa América y me da nostalgia pensar que él podría haber estado allí, como el recambio de Claudio Bravo. Lo peor de todo, quizás, ha sido la soledad de Ronald, porque ninguno de sus ex compañeros ha llamado para darle apoyo. Por ahora, nuestro único consuelo es que Ronald salga de la cárcel y vuelva a estudiar”.

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