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Opinión

13 de Julio de 2015

Columna: Ruido de Sables

Recurrí al jardín para preguntarle qué chucha hacer frente a la apatía popular, en relación al abuso generalizado y a la criminalidad parlamentario-empresarial. Ojalá existiera eso que antes se llamaba pueblo organizado, que debiera, al menos, estar rodeando el Congreso, impidiendo que estos CTM (o la mayoría de ellos) sigan robando. Está claro que están […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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udi congreso

Recurrí al jardín para preguntarle qué chucha hacer frente a la apatía popular, en relación al abuso generalizado y a la criminalidad parlamentario-empresarial. Ojalá existiera eso que antes se llamaba pueblo organizado, que debiera, al menos, estar rodeando el Congreso, impidiendo que estos CTM (o la mayoría de ellos) sigan robando. Está claro que están capturados por el empresariado y esa evidencia no sirve de nada, al menos no para el supuesto orden democrático; sólo alienta la violencia clasista y el delito común. Para este tipo de juicios no se necesita ser analista político, como esos sacos de huevas que hacen uso de la expresión eufemística: “la crisis de confianza de la gente en el sistema político”.

Mientras trataba de optimizar un riego de emergencia de frutales y rosas, enfrentando la escasez de agua, me preguntaba precisamente por aquellas localidades que no tienen el vital elemento, porque las mineras o alguna empresa como Agrosuper adquirió todos los derechos de agua y se cagó a la población (cuestión que ocurre en varias localidades del Norte y de la Quinta Región). Parece que el país completo ha sido cooptado por la razón dominante, esa que dice que hay que dejarse culear por los poderosos, y que la judicialización de la política es sólo una muestra de voluntarismo democratoide que la propia dinámica del sistema abusivo absorbe.

Me duele la espalda y me cuelgo de un gancho robusto de un enorme níspero que creció más de la cuenta para estirar mi espalda complicada en la quinta lumbar. Y me desespero, porque todos parecen justificar al poder en su perversidad, naturalizando sus modos. Es como si todos aceptaran que algún Karadima abuse de sus hijos en la plaza pública, cerquita de la parroquia, y lo justificaran argumentando que siempre ha sido así o que, simplemente, tiene el poder de hacerlo. Como que Chile entró, ya lo hemos dicho antes, en el grado cero de la dignidad. La derecha oligarca capturó al progresismo, a los socialistas y PPD, haciéndolos participar del abuso, y todo abuso es sexual. Me imagino que los metieron adentro de sus camas, de esas con sábanas de muchos hilos, no sin champaña y mote, y los hicieron morder almohadas o besar nucas, y compartieron el poder, esa parte del poder, e hicieron gobernable este país. Eso fue lo que pasó, sin metáforas, con la Concerta. Qué ordinario.

A veces la tranquilidad de este jardín me desespera, porque siento que afuera no se escucha el ruido que debiera padecer una ciudad herida o un mundo abusado, al contrario. Quizás esta calma sea la constatación de una maldad generalizada. Lo que sumado a la sequedad del jardín, dada la falta de lluvia y la persistencia de un clima cálido, me caga el deseo.

Creo que si la gente no es capaz de reaccionar hay que tocar la puerta de los cuarteles, así de simple. Se supone que los milicos, frente a la criminalización del Estado, tienen la obligación de reaccionar; y cerrar el Congreso o, al menos, sacar de ahí a los criminales alojados, y obligar al gobierno a llamar a una Asamblea Constituyente. Algunos sectores ciudadanos debieran solicitar ese servicio. A mí me parece increíble que los malditos del Colegio de profes estén preocupados de la mera cosa reivindicativa rasca. De los estudiantes podemos decir casi lo mismo porque no logran hilvanar ningún proyecto razonable y los trabajadores sólo apelan a lo estrictamente gremial. Lo lógico sería que estos sectores sociales estuvieran movilizados contra la institucionalidad política. Si antes los milicos defendieron los intereses de la burguesía, que ahora defiendan los intereses de los ciudadanos comunes. Sí, ¡ruido de sables!

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