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El chileno que a punta de plagio se hizo un nombre en México

Hace un mes se destapó el caso de Rodrigo Núñez Arancibia, un hombre chileno de 42 años, que había construido una exitosa carrera como historiador en México. Trabajaba en la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana San Nicolás Hidalgo, en donde ostentó importantes cargos académicos. Asimismo publicó a lo largo de su estadía en dicho país diversos artículos y ensayos. El problema es que toda su carrera, incluida su tesis de doctorado, la construyó a punta de plagio.

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Hace un mes se destapó el caso de Rodrigo Núñez Arancibia, un hombre chileno de 42 años, que había construido una exitosa carrera como historiador en México. Trabajaba en la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana San Nicolás Hidalgo, en donde ostentó importantes cargos académicos. Asimismo publicó a lo largo de su estadía en dicho país diversos artículos y ensayos. El problema es que toda su carrera, incluida su tesis de doctorado, la construyó a punta de plagio.

“Yo sabía que iba a chocar como un tren contra una pared, haciéndome pedazos. Y eso fue lo que pasó”, afirmó Núñez en un extenso reportaje que publica hoy La Tercera.

El hombre que estudió Historia en la Universidad de Chile, ahora es conocido en México como el “plagiador serial”. Hace poco volvió al país y asegura no tener trabajo y estar arrepentido.

Como Enric Marco, retratado en “El Impostor” de Javier Cercas, o Jean-Claude Romand, de “El Adversario” de Emmanuel Carrère, Núñez, tuvo que renunciar a su impostura académica y enfrentar la verdad.

El historiador, comenzó a plagiar cuando hizo su tesis de doctorado cuando copió casi íntegramente el libro de Cecilia Montero, “La revolución empresarial chilena”. “Asumo la responsabilidad, hay un plagio”, dice hoy.

Consultado sobre el por qué de sus actos, Núñez aseguró que “había situaciones que no había podido resolver, desde un punto de vista académico, y frente a las presiones del medio y personales, cometí un gran error. Necesitaba más tiempo y no podía, dado que tenía que cumplir algunos parámetros que uno imaginariamente se va colocando”.

Esa fue solo una de las veces que el historiador chileno plagió un documento. Todo se destapó cuando el Instituto de Investigaciones Históricas de la universidad donde trabajaba empezó a investigarlo y descubrió que un capítulo que había escrito para el libro “Revalorar la Revolución” era una copia exacta de un texto de Rosario Sevilla, de España.

“Cuando me avisaron, me sentí completamente desnudo. Hay una cuestión de arrepentimiento no menor. Perdí toda mi vida, todo lo que había desarrollado. No hay más”, dice.

Lee el artículo completo aquí.

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