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Opinión

25 de Septiembre de 2015

Columna: Una Navidad sin Barros

Se ha llegado al extremo de que las misas sean cerradas y con custodia policial. Lo que antes era una “fiesta” con la llegada de un obispo a una comuna vecina o a la propia catedral, se ha transformado en un verdadero y vergonzoso operativo armado de contingente policial que busca velar porque no se produzcan alteraciones al orden público.

Fidel Espinoza
Fidel Espinoza
Por

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*

Cuando Monseñor Ezzati y el Arzobispo Francisco Javier Errázuriz pensaron en un destino para premiar la obsecuencia, incondicionalidad y silencio del ahora Obispo Juan Barros, encubridor –qué duda cabe- de los actos atroces cometidos por Karadima, no dudaron un instante en Osorno.
Y lo hicieron, porque veían a esta comunidad como absolutamente pasiva, conservadora y, por ende, incapaz de sublevarse ante tan aberrante designación. Pensaron “nuestros líderes eclesiásticos”, que podrían seguir cometiendo los mismos actos de encubrimiento, protección y poder omnipotente que habían tenido sumergida a la Iglesia Católica por largas décadas y que la han llevado hoy en día a un nivel de descrédito nunca antes visto, para tan noble institución.

Lo de Barros es lo mismo que realizaron con la reubicación de Diego Ossa, uno de los curas que formaban el círculo de hierro de Karadima y uno de sus principales defensores luego de conocerse públicamente los abusos. Primero intentaron mandarlo a Huechuraba y a Pudahuel –como lo ha desnudado The Clinic- lugar donde curas y feligreses se opusieron tenazmente a su llegada, logrando finalmente que recalara en Lo Prado, en donde hoy se viven divisiones tan lamentables como las que vive la comunidad osornina.

Pero lo que no sabían ni intuían, ni sospechaban, Ezzati y Errázuriz, principales impulsores del nombre de Juan Barros como Obispo de Osorno ante el Vaticano y por cierto ante el Papa Francisco, es que Osorno y su provincia se movilizarían y lograrían con su repudio acaparar la atención de la comunidad nacional e internacional. Sus protestas y velatones, sus constantes marchas pacíficas, han trascendido nuestras fronteras y la lucha de Osorno y su gente por tener un Obispo digno y transparente, representante de la Iglesia ya no les es indiferente a nadie: el rechazo al Obispo Barros actualmente va mucho más allá de la Iglesia Católica. Es transversal y absolutamente perjudicial para nuestra gente y su esforzada provincia.

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Juan Carlos Claret y Mario Vargas, dos de las caras más visibles del movimiento laico de Osorno que rechazan a este Obispo encubridor, señalaron estos días, ante el Tedeum realizado en Osorno con exigua asistencia y a puertas cerradas el pasado 18 de septiembre, que “en los 50 años de historia diocesana en Osorno, jamás había ocurrido algo así, ni siquiera en los años más feroces de la dictadura”.

Y es esta una gran verdad. Se ha llegado al extremo de que las misas sean cerradas y con custodia policial. Lo que antes era una “fiesta” con la llegada de un obispo a una comuna vecina o a la propia catedral, se ha transformado en un verdadero y vergonzoso operativo armado de contingente policial que busca velar porque no se produzcan alteraciones al orden público.

¿Hasta cuándo? Nos preguntamos todos. ¿Hasta cuándo el Papa Francisco, que ha sido un líder religioso que rechaza enérgicamente los abusos a menores y sus encubrimientos, tolera que Barros siga conduciendo nuestra Iglesia en la provincia? ¿Hasta cuándo el papa Francisco seguirá creyendo en Errázuriz y Ezzati y tantos más como ellos que con sus actos de protección, encubrimiento y bloqueos a nominaciones –como lo han demostrado los emails hechos público recientemente- sigan conduciendo de esta forma la Iglesia Católica en Chile, provocando divisiones dolorosas ante la propia mirada de Dios?

El perdón de Monseñor Ezzati en el Tedeum de Fiestas Patrias, no es un perdón verdadero si no va de la mano con actos concretos. Uno de ellos es la salida de Juan Barros del Obispado de Osorno.
Los líderes eclesiásticos de la Iglesia Católica Chilena deben darse por enterados que Osorno no descansará, no callará, ni permitirá que Juan Barros continúe siendo su principal agente espiritual en la provincia.

Y si en invierno, con frío, lluvias, viento, característico de nuestro sur no trepidamos en acompañar muchas veces la lucha semanal de quienes se oponen a esta vergonzosa nominación, deben hoy saber con más fuerza que nunca, que la lucha continuará, porque seamos claros y directos: Una navidad sin Barros como Obispo, es lo que todo Osorno exige, por su dignidad…y por cierto también, por el bien de la Iglesia Católica.

*Diputado del Partido Socialista por la Región de Los Lagos.

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