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26 de Noviembre de 2015

La historia de disputas comerciales que divide a los 33 de Atacama

Hace algunas semanas, nueve de los 33 mineros de Atacama interpusieron una querella en contra de los abogados Remberto Valdés y Fernando García -este último vinculado al Estudio Carey- por estafa y apropiación indebida, producto de la serie de contratos firmados el 2010 que regulan –abusivamente- los derechos de su historia. Es la culminación de una larga disputa judicial y económica que tiene a los mineros en pie de guerra desde que salieron de la mina. Las desconfianzas, a pesar del cariño que aseguran tenerse, están instaladas. Los nombres de Valdés y Mario Sepúlveda, son el eco de todos los conflictos.

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El 24 de septiembre pasado, en el hotel Cumbres de Atacama de Copiapó, una reunión aparentemente secreta se llevó a cabo entre 15 de los 33 mineros rescatados de la mina San José, y el abogado Remberto Valdés. El encuentro, aparentemente de rutina, poco tenía de ordinario. “Nos dijeron que era para tratar temas de la película, no nos pareció raro porque hasta donde yo sé, Valdés sigue siendo nuestro representante legal y nos dijo que teníamos que hablar de platas”, asegura Osmán Araya, uno de los mineros asistentes.

Pero la tensión era evidente. Hace dos años que la relación entre los mineros y Valdés estaba quebrada por el escándalo que llevan arrastrando desde el 2013 con el Estudio Carey y Cía., el estudio jurídico más grande de Chile. ¿La razón? El lazo contractual que los unió desde diciembre del 2010, mes en que Valdés y Fernando García, vinculado al prestigioso estudio jurídico, se transformaron en socios y copropietarios de los derechos de la historia de los 33, mediante una sociedad que ha administrado todos los capitales provenientes de la película, el libro, publicidad y eventos relacionados a la imagen de los mineros.

Mario Gómez (68) fue el último minero en llegar a la reunión. La información que él tenía sobre el encuentro parecía ser la que tenían todos, “discutir puntos de la sociedad y aclarar dudas sobre los capitales que se estaban manejando”. Sin embargo, Gómez, al igual que varios de sus compañeros, solo conocía una parte de la historia: no todos los mineros estaban invitados y el real motivo de la reunión, poco y nada tenía que ver con la película.

“Trato de ir a esas reuniones cada vez que puedo, para enterarme de lo que está pasando con nosotros, solo iba a escuchar”, asegura Gómez. Hace años que estaba intentando averiguar junto a otros mineros, como Luis Urzúa y Juan Carlos Aguilar, qué había pasado con la plata de la sociedad y los alcances del contrato que todos habían firmado el año 2010. Su situación económica era precaria, estaba viviendo de la pensión de 300 mil pesos que le da el gobierno y de distintos “pololitos” para mantener a su familia. Cualquier otro ingreso extra, podía ayudarle a parar la olla.

-Cuando llegué me contaron que era una reunión informativa, que todo iba a salir bien y que necesitaban mi firma. Una firma común y corriente sin ningún tipo de importancia. Por eso cuando algunos compañeros me pasaron el papel, lo firmé- relata Mario Gómez.

Recién hace unos días, Mario Gómez se enteró que el documento que firmó en la reunión, no era lo que él creía. Sin saberlo, apoyó una carta dirigida al fiscal Marcelo Acuña (actual fiscal a cargo de este caso y también de Corpesca) en el que se expone, entre otras cosas, que “todos los firmantes suscribieron voluntariamente los contratos e instrumentos que permitieron que los acontecimientos que llevaron a nuestro encierro y posterior rescate, culminaran en un exitoso libro mundial y en la película los 33 (…) si bien es cierto que no somos personas de gran preparación, sí somos conscientes de las cosas que hacemos y tenemos plena voluntad de nuestros actos, distinto es, que por razones de egocentrismo y luchas de poderes, algunos quieran modificar los acuerdos en busca de protagonismo”, expone la carta a la que accedió The Clinic.

El documento acusa directamente a Luis Urzúa, Juan Carlos Aguilar y Jorge Galleguillos, directiva de la “Fundación los 33” de intentar echar abajo el proyecto, provocar separaciones internas y hacerlos parecer como víctimas. Los mismos que la semana pasada, en conjunto con Gómez y otros siete mineros, interpusieron una querella en contra de Remberto Valdés y Fernando García –vinculado a Carey- por estafa calificada, apropiación indebida, contrato simulado y prevaricación. “Estoy impactado, fui engañado”, asegura hoy Gómez.

Osmán Araya concuerda con su compañero: “Me dijeron que era una lista de asistencia, jamás firmaríamos ese documento para perjudicar a Luis o a Juan Carlos. Cómo íbamos a firmar eso y luego, dos meses después, ponerle una querella a Valdés. ¿Le hace lógica a usted eso?, nos engañaron nuevamente”.

Pero esa no es la única duda que tienen de esa bizarra reunión. El minero de la discordia y tantas veces cuestionado por sus compañeros, Mario Sepúlveda, sale firmando la carta a pesar de que ni Osmán Araya ni Mario Gómez declaran haberlo visto ese día en el hotel.

EL ABOGADO DEL DIABLO

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El 4 de diciembre del 2010, veintitrés de los 33 mineros de Atacama subieron por primera vez a la Torre Titanium. “Era bien asombrosa, se veía todo Santiago, la oficina llena de vidrio, queríamos puro sacar fotos”, recuerda Juan Carlos Aguilar. Estaban invitados a participar de la Teletón y aprovechando el viaje, Remberto Valdés, hasta ese momento abogado de los mineros Raúl Bustos y Juan Illanes, los invitó a una reunión en el estudio Carey y Cía., para discutir sobre la explotación económica de sus historias.

Esos días, a menos de un mes y medio del rescate, no eran los mejores. La mayoría estaba tomando algún tipo de medicamento para dormir, para la ansiedad o la depresión. Varios habían sido diagnosticados de estrés post traumático y recién estaban retomando sus vidas, cuando llegaron a la pomposa oficina del estudio jurídico en el sector oriente de Santiago.

Pese a todo, estaban contentos. Illanes y Bustos los habían convencido de la calidad profesional que tenía Valdés, abogado penquista y director de “Valdés Abogados y Consultores”, quien los había estado asesorando desde antes que salieran de la mina. Él parecía ser el indicado para trabajar con la imagen de los mineros y además, tenía grandes contactos que podían hacerlo realidad. “Nos decía que íbamos a ganar muchas, muchas lucas, que la vida se nos arreglaría por siempre”, cuenta Luis Urzúa, presente ese día.

Cuando los mineros se sentaron en la sala de reuniones, Valdés y el abogado Fernando García, ya tenían preparada una propuesta jurídica, comunicacional e incluso organizacional que prometía no tener competidor en Chile.

“¿Cómo íbamos a desconfiar? Veíamos a todos estos abogados, muy preparados, explicándonos que haríamos película, libro, charlas y mil otras cosas más que nos asegurarían el futuro de por vida y nos daría al menos algo de retribución por el horror que seguíamos viviendo en esos días”, asegura Juan Carlos Aguilar.

Las tarifas de cobro también parecían ser dignas de filantropía. Este estudio, que cobra casi 250 mil pesos la hora, buscaría otros mecanismos para sus pagos, a través de una sociedad comercial “PIM” –que Valdés y García ya habían creado- en la que todos los mineros serían socios por partes iguales. Tendría un directorio elegido democráticamente y mecanismos arbitrales para aclarar conflictos. Las decisiones se tomarían por mayoría y serían dueños del 80% de sus derechos. El 20% restante irán para otra sociedad, conformada por inversionistas “chilenos y extranjeros que quisieron mantenerse en el anonimato”. Ellos iban a ser los encargados de pagar las tarifas de los abogados en Chile, las comisiones y una manutención para los 33 rescatados.

A pesar de lo idílico del panorama, solo les dieron 30 minutos para que discutieran si estaban dispuestos o no a firmar el precontrato. “Nos pasaron el documento, pero no entendimos mucho, un compañero pidió más tiempo para llevarlo a otro profesional, pero le dijeron que no. Si no firmábamos en ese momento, no había película, eso nos dijeron”, asegura Luis Urzúa. Presionados, para no perder la oportunidad, firmaron en unanimidad, afirman.

Para fin de mes, el resto de los mineros que estaba fuera del país ya habían firmado el precontrato. “Las promesas estaban por el cielo, nos dijeron que si salía la película en un año, tendríamos 40 a 60 millones por minero. Sin embargo, la película no se concretó en ese plazo y empezamos a inquietarnos. Tampoco sabíamos nada del libro. Empezamos a pedir los contratos para revisarlos y nos negaron el acceso, ahí empezó la lucha”, agrega Luis Urzúa.

El 2013, cuando aún no veían frutos del acuerdo con Carey, el ambiente empezó a caldearse. El estudio había cerrado la película con un productor de Hollywood y el libro estaba en proceso de escritura, pero aún no recibían los pagos prometidos. A pesar de que los mineros viajaban por el mundo y parecían estar sacando provecho de su fama, todos esos eventos que realizaron eran invitaciones y cortesías de empresas que no implicaban ningún pago.

Luis Urzúa y Juan Carlos Aguilar fueron los primeros en pedir explicaciones a Valdés y al estudio jurídico, porque no les hacía sentido lo abusivo que les parecía el contrato. Luego de varias reuniones, Carey y Cía. empezó a perder la paciencia. “Si bien al principio nos atendían bien, con el tiempo nos dijeron que cada hora que ocupábamos salía al menos 200 mil pesos y que estaban aburridos de nuestras dudas. Nos sacaban a cada rato el título encima, que habían estudiado 8 años y no teníamos ninguna posibilidad”, asegura Juan Carlos Aguilar.

Así terminó a finales del 2013 la relación con el estudio Carey y Remberto Valdés. Sin embargo, este último, en conjunto con García, siguió siendo parte de la sociedad PIM, de manera particular.
Sumándose a estas tensiones, la miseria que vivían gran parte los mineros, era la cara oculta de su fama. La mayoría estaba cesante y trabajando esporádicamente en lo que pudiera, ya que nadie se atrevía a contratarlos. Es ahí cuando las charlas, eventos y protagonismo de Mario Sepúlveda colmaron la paciencia de varios.

Víctor Zamora, minero rescatado número 14 y hoy temporero, recuerda que incluso mandó un correo a todos sus compañeros expresando su molestia por los eventos de Mario y su excesiva cercanía con Valdés. “De la noche a la mañana solo Mario hacía cosas representándonos a nosotros. ¿Dónde estaban los otros 32? No teníamos ni un peso. Él jamás fue el héroe del equipo, yo sé lo que hizo él y no tiene que ver con ser líder. Si la gente le creyó, que no se aproveche de eso”, asegura Zamora.

Las desconfianzas se instalaron. “No entendí por qué una parte del grupo, liderada por Mario, empezó a estar en contra por el beneficio de todos. Los abogados se juntaban con quien querían. Se hicieron cosas entre cuatro paredes”, agrega Zamora.

Fuentes que conocen el contrato que firmaron con Valdés, aseguran que solo recibieron 4 millones cada uno por ceder completamente sus derechos. Por la película “Los 33”, la sociedad habría recibido al menos 700 mil dólares, de cuyo total los mineros solo habrían percibido, entre todos, el 15,3%, es decir, menos de cuatro millones por cabeza. La misma situación ocurrió con el libro “En la Oscuridad”, donde la sociedad recibió 100 mil dólares y los mineros tan solo 23 mil.

LA FUNDACIÓN DE LA DISCORDIA

Otro de los conflictos comerciales que han marcado la historia de los mineros de Atacama, es la Fundación “Los 33”, creada por el exjefe de turno de los mineros, Luis Urzúa, en mayo del 2013. La iniciativa tiene desde sus inicios, ideas claras: preservar la historia y las enseñanzas del derrumbe en la mina San José, proteger la zona para su uso turístico y apoyar a los pirquineros, ya sea con programas de apoyo o cursos de seguridad minera.

Solo un año después de su creación, sin embargo, empezaron nuevamente los problemas. Mario Sepúlveda, Samuel Ávalos y Franklin Lobos, empezaron a cuestionarse dónde se iban los dineros de las donaciones a la Fundación y le reclamaron a la directiva rendición de cuentas. Sin embargo, no fue hasta octubre pasado, que decidieron acudir a la justicia.

Sepúlveda y Ávalos, un mes antes que los nueve mineros interpusieran la querella por estafa en contra de Valdés y García, solicitaron una investigación judicial. Acusaron sin tapujos a la directiva, conformada por Luis Urzúa, Jorge Galleguillos y Juan Carlos Aguilar, de administración fraudulenta y apropiación indebida ante la subsecretaría de Justicia.

Los mineros que presentaron la querella en noviembre, no entienden el origen de esta acusación. Aseguran que lo hicieron para endosar el nombre de Urzúa por estar dirigiendo una querella en contra de Valdés. “Urzúa tiene los calzones limpios, hicieron tres reuniones de rendición de cuentas para que los socios vieran la transparencia, pero los que pusieron la acusación no asistieron a ninguna de esas reuniones, fuimos solo cuatro”, asegura Zamora.

Desde la Fundación aseguraron que el patrimonio actual es de 10 millones de pesos en cinco años por “enterar”, es decir, que la plata actualmente no está en control de la Fundación y que solo han funcionado con el dinero que han rendido ante todos sus compañeros. “Esta maniobra de la denuncia es considerada un evidente intento por desviar la atención en torno a los hechos que forman parte de la querella que presentamos el lunes pasado y que desde el 2014 que están siendo investigados por la Fiscalía Oriente”, aseguraron.

Víctor Zamora, que también participa en la querella, no entiende la insistencia de Sepúlveda para perjudicarlos como grupo. “Es evidente la estafa que nos hicieron. No sé por qué no reacciona como nosotros, por qué se pone en contra si se supone que tiene el mismo contrato. Me da la impresión que está protegiendo a alguien. Al único que hay que investigar acá es a Sepúlveda”, asegura Zamora.

Luis Urzúa y Juan Carlos Aguilar, a pesar de no querer referirse al tema para evitar más división entre los 33, niegan completamente las acusaciones y aseguran que la justicia no encontró ni encontrará irregularidades en la Fundación.

EL VIAJECITO A EE.UU

Un viaje largo que Mario Sepúlveda hizo en abril 2011 a Estados Unidos, hasta el momento había parecido una mera anécdota para los 33. Sin embargo, a propósito de las acusaciones que él mismo interpuso en contra de la Fundación de los mineros y la actual querella en contra de Valdés y García, pusieron un manto de duda sobre lo que realmente pasó en ese entonces.

Jean Romagnoli, médico a cargo de la salud física de los 33 durante el rescate, estableció una relación de amistad con Sepúlveda desde que estaba dentro de la mina. Él había sido el responsable del plan de ejercicios, alimentación y bienestar de los mineros y, por lo mismo, se mantenía en constante contacto con Mario bajo tierra. La amistad siguió viento en popa cuando Mario salió a la superficie. Durante los meses posteriores al rescate hicieron charlas motivacionales y presentaciones juntos.

A principios del 2011, Sepúlveda declaró en un programa de televisión que tenía ganas de ayudar a los damnificados del terremoto del 2010. A pesar de que no dio más detalles públicamente, se reunió con Jean Romagnoli para comentarle que conocía a la gente de la ONG norteamaricana “Bienestar”, que había estado en Dichato construyendo casas de muy buena calidad para los afectados. En esa reunión nace la idea de comunicarse con la Fundación y ver la posibilidad de hacer una gira por EE.UU. y reunir fondos para construir más de esas casas en otras regiones del país.

“En ese momento me pareció una idea increíble, logramos contacto con otra Fundación, llamada Gabriela Mistral, también gringa, que nos podía ayudar con la recaudación de fondos en una gira”, relata Jean. Pero Sepúlveda estaba pensando en grande. Le ofreció a Romagnoli que hicieran en conjunto una Fundación que se dedicara a la reconstrucción de las zonas afectadas. Ambos decidieron asociarse y así nació en marzo del 2011 “Miner’s Miracle”, con Mario Sepúlveda como Director y Jean Romagnoli como Subdirector. Se le sumaba al equipo los enlaces de las fundaciones extranjeras, Eva Serebrinsky por Bienestar y Mario Paredes por Gabriela Mistral, esta última encargada de recibir las donaciones en su cuenta privada durante la gira por EE.UU.

La campaña empezó a hacer eco en los medios. Canales como TVN y Mega cubrieron la construcción de dos casas piloto en Parral, por Mario y Jean. Se colgaron gigantografías en carreteras y se prometieron como meta, 200 casas para los damnificados.

A finales de marzo ya tenían itinerario de presentaciones en universidades, medios de comunicación –entre ellos el New York Times- y distintas empresas estadounidenses. Todo parecía estar listo para emprender viaje, sin embargo, a Jean Romagnoli le rechazaron su visa de turista a último minuto. Pese a eso, acordaron con Sepúlveda hacer las presentaciones vía videoconferencia. Eva Serebrinsky, de Bienestar, sería la encargada de acompañarlo a todos los eventos.

El primer día de la gira, todo salió bien. Presentaron juntos por internet y según cuenta Jean, fue un éxito. Sin embargo, el día dos perdió completamente el contacto con Mario Sepúlveda y Eva. “No supe nada más, lo llamé muchas veces, porque teníamos confirmada la videoconferencia con el New York Times y nada. Esperé pacientemente varios días para ver si respondía, pero no recibí respuesta”, asegura Jean.

La relación se puso tensa. Romagnoli empezó a pedirle rendición de cuentas de la recaudación de fondos destinados a la reconstrucción de las casas, como consta en distintos correos. Los rumores que Mario andaba en Estados Unidos de “compras” empezaron a volar por la prensa chilena y Jean le reiteró la importancia de aclarar la situación para no comprometer su trayectoria como profesional. “No entendía por qué dejó de comunicarse, por qué no quería dar explicaciones. Si me hubiera querido fuera de la gira, no tendría para qué hacer una fundación conmigo”, asegura Romagnoli.

La única rendición de cuentas que logró el doctor de los 33 fue a través de la Fundación Gabriela Mistral. 80 mil dólares era la cantidad que habían recibido en una de sus cuentas, pero eso no sumaba las donaciones que habían recibido por otros medios. La constante falta de información terminó por aburrir a Jean. A mediados de mes de abril, mandó un correo a Mario y a las ONG involucradas que se salía de la Fundación y que no quería tener ningún tipo de relación con el proyecto, por miedo a que cualquier irregularidad pudiera dañar su reputación.

-Nunca se rindió correctamente la recaudación de fondos, yo le dije al Mario, si tú rindes adecuadamente seguimos siendo amigos. Pero mientras no sepamos dónde se fue la plata, si es que se van a construir o no las casas, yo doy un paso al lado de la Fundación- asegura Jean Romagnoli.
A pesar de sus insistencias, el doctor de los 33 de Atacama nunca recibió explicaciones al respecto. Los otros mineros consultados por este viaje aseguraron que se enteraron por la prensa del viaje de Mario y que tampoco supieron realmente qué pasó con las casas que había prometido públicamente, las que hasta donde sabe, nunca se construyeron.

The Clinic intentó en numerosas oportunidades contactarse con Mario Sepúlveda por este reportaje, incluso mandando un cuestionario previo a la entrevista. Sin embargo, luego de distintas conversaciones, no recibimos más respuesta.

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