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Opinión

8 de Diciembre de 2015

Columna: A cinco años del incendio de la cárcel de San Miguel…

A cinco años del incendio en la Cárcel de San Miguel, una nueva tragedia puede ocurrir en cualquier momento. Y cuando esto suceda, nuevamente, como sociedad, nos lamentaremos de no haber llegado a tiempo para salvar la vida de quienes, sólo en el “papel” están privados de libertad, pero a la hora de la verdad están expuestos a una violencia constante e indignas condiciones.

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Cárcel San Miguel A1

Por César Pizarro y Nicolás León

En Chile, se ha convertido un “lugar común” el reconocer que las cárceles son lugares indignos. Hacinamiento, violencia y suciedad son algunas de las tónicas que se repiten en los centros de reclusión. La consecuencia natural de esta cruda realidad, son por cierto, tráfico de drogas, riñas, suicidios y muertes violentas. Un escenario que no da para enorgullecerse y que, de ninguna manera ayuda a combatir el drama social que está detrás de los aumentos de violencia y delincuencia que actualmente preocupan al país.

¿Qué podemos hacer para cambiarle la cara al sistema carcelario chileno? En este sentido, el “Estudio de las condiciones carcelarias en Chile” elaborado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos demuestra que las cárceles son incubadoras de violencia y no permiten que las penas ayuden a los reclusos a reinsertarse en la sociedad. Al contrario, los incentivan a profundizar en el delito, convirtiéndose en una verdadera “universidad del delito”, que marca de por vida a muchos adolescentes que, producto de muchísimos factores, caen en las redes de la delincuencia.

Lo más lamentable es que, pese a que todos saben que las cárceles son lugares de miseria, no exista una real voluntad política por intervenir los penales del país. Por ejemplo, siguiendo con este estudio, llama la atención la situación de la integridad de las personas privadas de libertad, la violencia, es la forma normal que tienen los internos para relacionarse entre sí, la que se ha convertido también en una práctica habitual en la cultura institucional de Gendarmería, al punto que el 21,1% de los internos reportó haber sufrido tortura, unas de las más graves violaciones a los derechos humanos que podemos conocer.

Gendarmería es la única institución de educación de uniformados que no cuenta con el reconocimiento oficial del Estado ¿Qué estamos haciendo por la educación de todos quienes tienen la responsabilidad de reinserción en la sociedad a personas que están marcadas no sólo por la delincuencia, sino también por la droga, la desintegración de la familia, las redes de oportunidades, los barrios segregados? Repensar la institucionalidad de Gendarmería es una verdadera urgencia si queremos ser eficaces en la lucha contra la delincuencia.

A cinco años del incendio en la Cárcel de San Miguel, una nueva tragedia puede ocurrir en cualquier momento. Y cuando esto suceda, nuevamente, como sociedad, nos lamentaremos de no haber llegado a tiempo para salvar la vida de quienes, sólo en el “papel” están privados de libertad, pero a la hora de la verdad están expuestos a una violencia constante e indignas condiciones.

Cuando son muchos los que vociferan por mayores penas y medidas ejemplificadoras, es bueno traer a la palestra el impacto que causa nuestro sistema carcelario en los privados de libertad. Es de esperar que el recuerdo vivo de esas 81 personas que perdieron la vida en la tragedia de San Miguel nos abra a evaluar soluciones alternativas, dignificantes y que rompan con las incubadoras de violencia social que son hoy las cárceles chilenas.

*Agrupación familiares de victimas
 de cárcel San Miguel / Director Ejecutivo IdeaPaís

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