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Opinión

22 de Diciembre de 2015

Jean Wyllys, el mejor diputado de Brasil y la crisis institucional: “Dilma es una mujer honesta”

En el 2005 ganó la quinta temporada del reality El Gran Hermano y cinco años después se convirtió en parlamentario. Hace pocos meses, recibió por tercera vez consecutiva el premio al mejor diputado de Brasil. Ha impulsado leyes para despenalizar el aborto, legalizar el cultivo de la marihuana, y aprobar el matrimonio igualitario. Acá, Jean Wyllys proyecta la nueva izquierda latinoamericana y explica cómo la derecha quiere interpelar a Dilma Rousseff: “Esta es una nueva modalidad de golpe de Estado”, denuncia.

Jorge Rojas
Jorge Rojas
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Foto: Cobertura Colaborativa de Facción

Antes de ser diputado, Jean Wyllys se pasó tres meses encerrado en el set de la versión brasileña del programa El Gran Hermano, hasta que el 29 de marzo de 2005 ganó el concurso de telerealidad. Obtuvo el 55% de apoyo y su triunfo fue inesperado. Wyllys había llegado hasta allí con la idea de analizar los fenómenos de masas que generaba el programa, tema que luego pretendía desarrollar en el doctorado sobre estudios culturales que cursaba, pero en poco tiempo se convirtió en toda una celebridad. La confesión sobre su homosexualidad en pantalla marcó un hito en los medios de Brasil.

-Soy nacido al interior de Bahía, que es el Estado con más negros de Brasil. Nací en la extrema miseria, en una familia numerosa, donde mis padres eran semianalfabetos. Allá había una fuerte presencia de la izquierda católica, y eso politizó mi juventud. Cuando tenía 14 años entré a un colegio para alumnos que tenían muchas habilidades. Esa escuela transformó mi vida y me dio una educación que jamás podría haber tenido. Después me fui para Salvador y entré a estudiar periodismo. Ahí comencé a militar en el movimiento gay –recuerda.

Seis años después de su estrellato, Wyllys se postuló a diputado por Río de Janeiro, representando al Partido Socialismo y Libertad. Ganó casi sin hacer campaña y durante las elecciones de 2014 fue reelecto con 145 mil sufragios. Su trabajo se ha concentrado en mociones en favor del matrimonio homosexual, el aborto, la legalización de la marihuana, y en contra de la discriminación racial, situaciones que le valieron el apoyo de varios movimientos progresistas y el rechazo de la derecha. En un parlamento mayoritariamente conservador, su testimonio se ha convertido en un incómodo discurso.

-Tenemos que entender que los conflictos contemporáneos no pueden ser tratados solo desde la lucha de clases, la izquierda debe abrirse a las políticas de afecto, de género, y a las ambientales –afirma convencido.

LA CRISIS INSTITUCIONAL

¿Qué está ocurriendo hoy en torno a Dilma?
El Partido de los Trabajadores (PT) está gobernando desde hace 14 años, dos mandatos de Lula y uno de Dilma. Antes de llegar al poder, el PT perdió tres elecciones y para vencer hicieron un pacto con las oligarquías, es decir, se asociaron con las elites económicas y políticas. Luego de eso, Lula emprendió un conjunto de políticas públicas de movilidad social, que han permitido oficialmente sacar a más de 40 millones de brasileños de la extrema miseria. En los 14 años que lleva gobernando el PT, se tocaron muchos temas, entre ellos la juventud, la educación, la problemática LGBT, y la igualdad racial. Ese conjunto de políticas públicas transformaron este país enormemente: Brasil no es el mismo después que el PT llegó al poder. Las transferencias del Estado, que fueron el medio a través del cual generaron movilidad social, tenían como requisitos que las familias que vivían con un dólar diario mandaran a sus hijos al colegio y tuvieran sus vacunas al día. Eso, sin embargo, no fue acompañado de una buena educación, lo que provocó que millones de personas entraran al mercado del consumidor sin que alguien promoviera una ciudadanía plena. Al final, esas personas terminaron identificándose con los valores liberales del consumo y la meritocracia, y hubo un momento en que quisieron tener más, pero el PT no pudo cumplir. Luego, toda esa fuerza emigró a la oposición.

¿Eso generó la polarización con la que Dilma comenzó su segundo período?
Dilma ganó por cuatro millones de votos. Al contrario de lo que está ocurriendo en Venezuela, donde Maduro reconoció su derrota –por más loco que esté-, acá la oposición impugnó el triunfo. Un día después de las elecciones, ellos comenzaron a hablar del Impeachment, que es la facultad del Congreso para acusar a los presidentes. La derecha desconfió de la integridad de las urnas electrónicas y recontaron los votos para saber si había ocurrido un fraude, pero no fue así. Desde ese momento han estado constantemente acusando a Dilma y comenzaron a financiar grupos de extrema derecha para que actúen en las redes sociales destruyendo la imagen pública del PT. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a dar una visibilidad excesiva a los crímenes de corrupción cometidos por los ‘petistas’.

¿A los escándalos de corrupción relacionados con Petrobras?
Exactamente. Petrobras tiene un esquema de corrupción que viene desde la dictadura militar. Sin embargo, la Policía Federal y la Procuraduría de la República nunca lo investigaron. Solo comenzaron a hacerlo cuando el PT llegó al poder. Fue en ese momento que los medios de comunicación vincularon la corrupción de Petrobras exclusivamente con el partido de Dilma.

¿Cómo funcionaba este esquema de corrupción?
Eran contratos que Petrobras firmaba con empresas tercerizadas. En esos contratos, algunos ejecutivos y políticos que debían fiscalizar recibieron sobornos. El juez federal que se hizo cargo de la investigación era Sergio Moro, una persona a la que no le gustaba el PT. Él hizo todo un esquema en el que hasta hace muy poco, solo estaba vinculado el partido de Dilma. Cada vez que un “petista” iba preso, la televisión siempre estaba posicionada, como si fuera un espectáculo. Para la opinión pública, el PT se convirtió en un gran partido corrupto. Además, todas las fuerzas políticas que dieron el Golpe de Estado de 1964, que nunca fueron juzgadas debidamente, emergieron y se formó una gran fuerza política que está tratando de desestabilizar a la Presidenta.

¿De qué manera esto afecta a Dilma?
Esto no le llegó exactamente a Dilma, pero sí a su entorno. El gobierno comenzó a tener problemas internos luego que el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), su aliado en la conducción, comenzara a actuar como oposición. Allí apareció la figura de Eduardo Cunha, el presidente de la Cámara de Diputados, que se ha encargado de inviabilizar el gobierno de Dilma. Lo mismo pasa con el vicepresidente de la República, que también es del PMDB y que hace unos días hizo pública una carta donde manifestaba sus diferencias con la Presidenta.

¿Qué representa Eduardo Cunha?
Lo peor de la política, la cleptocracia, la plutocracia, las oligarquías, las mafias evangélicas, y las corporaciones comerciales corruptas. Él es parte de las fuerzas más conservadoras que hay en Brasil. Hace dos semanas aceptó la moción para iniciar un Impeachment contra Dilma, a quien la acusan de faltar a sus responsabilidades fiscales. Pero aconteció una cosa maravillosa: aparecieron pruebas de que la corrupción de Petrobras era sistémica y que Cunha también estaba vinculado. Hace unos días la policía allanó sus casas y la opinión pública se ha comenzado a apartar de él. Ahora, tenemos por un lado a Dilma, que es perseguida, y por el otro a Cunha, que está siendo atacado por las fuerzas progresistas para que abandone su puesto en el Congreso.

¿De qué acusan a Dilma?
Acá hay una ley de responsabilidad fiscal que dice que el gobierno debe tener un superávit primario para pagar deudas con el mercado financiero, y Dilma decidió ocupar esos recursos para aplicar un plan social habitacional. Desde el punto de vista de la administración, ella puede haber cometido un error, pero desde la justicia y la ética, me parece que hizo lo que era más justo. Dilma es una mujer honesta.

¿Está en desarrollo una especie de golpe de Estado?
Esta es una nueva modalidad de golpe de Estado. En toda América Latina, durante la década de los 60, las oligarquías usaron a los militares para dar los golpes. Dada la coyuntura mundial, hoy no hay más militares. Ahora, los golpistas ocupan los instrumentos constitucionales para derrumbar los gobiernos populares de izquierda. La única forma en que Dilma continúe es que Cunha se vaya. Esta es una crisis grave, estamos al borde del abismo institucional, y tenemos dos meses para que esto se resuelva. Dilma no está sola en esto. Si bien las fuerzas progresistas han dicho que no les gusta el gobierno de ella, la necesitan para que esto siga adelante. La gran amenaza acá es que la crisis económica se agrave, que crezca el desempleo, y que aparezca un líder populista de derecha, un empresario que quiera salvar la patria.

DERROTA LATINOAMERICANA

Tomando los ejemplos de Argentina y Venezuela, ¿qué tan derrotada está la izquierda en América Latina?
Pese a que América Latina pasó por un ciclo de gobiernos populares que profundizaron las democracias, ésta ha estado permanentemente amenazada. Tal vez Uruguay es el país que ha hecho más reformas estructurales. Cristina Kirchner intentó hacer algunas, pero tuvo mucha oposición y no avanzó tanto. El ciclo de la izquierda pasó en América Latina y creo que ahora va a emerger un nuevo ciclo de neoliberalismo y de retroceso en derechos civiles.

¿Cómo se puede rearticular la izquierda?
La primera cosa es disputarle a la derecha el debate de la corrupción: no hay capitalismo sin corrupción. No quiere decir que esta no se manifieste en estados que se dicen ser socialistas, pero el capitalismo estructuralmente depende de la corrupción. Este no es un problema moral de una sola persona, sino que es un conflicto extendido luego que las corporaciones se apropiaran del Estado financiando campañas políticas, para luego ocupar a esos parlamentarios aprobando leyes que les favorecen. La izquierda, además de limpiarse de los corruptos, debe unirse. Hay que entender dónde los opresores se articulan para luchar en conjunto, estableciendo problemas comunes entre los demás países, porque esto pasa en toda Latinoamérica.

¿Qué similitudes pueden tener los corruptos de Chile con los de Brasil?
Los corruptos y los cleptócratas de Chile están en algún lugar del mundo con los brasileños. Ellos son nacidos en Chile, pero las relaciones de las corporaciones son internacionales. Ya no existen más las élites locales, ahora los que propician la desigualdad mundial son élites internacionales. Las personas que están concentrando las riquezas en el mundo pueden estar en Tokio o Nueva York, da lo mismo el lugar. Donald Trump, por ejemplo, es socio de un ejecutivo brasileño que es hijo del último dictador de Brasil, Joao Baptista Figueiredo, en un emprendimiento hotelero que ha especulado inmobiliariamente. Es contra ellos que América Latina debe estar unida.

¿Qué tan largo podría ser este período para la izquierda?
Es difícil, tenemos que aprender a usar las nuevas tecnologías de la comunicación, hay que estar más articulados, y hay que ir a disputarle la narrativa a los medios tradicionales. Los partidos de izquierda necesitan abrirse a empoderar a figuras pop, que puedan hablarle a la juventud e interpelar donde el discurso tradicional de la izquierda no llega.

¿A qué políticos chilenos ves en esa categoría?
Camila Vallejo y Jaime Parada, que es una persona con un potencial increíble. La izquierda debe ampliar su discurso y tratar de converger en una nueva agenda. Eso debería traer nuevas personas a la política, conectadas con los nuevos tiempos. En este mundo globalizado, lo más importante es que la política sea transparente.

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