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Opinión

6 de Febrero de 2016

Yuval Harari, historiador israelí: “Lo más sorprendente del futuro no serán las naves espaciales, sino nosotros mismos”

Harari (39) es un estudioso del futuro de la humanidad y la evolución del hombre. Su libro “De animales a dioses” lo lanzó a la fama internacional por su polémica teoría sobre la evolución de los hombres en supuestos dioses capaces de transformar el mundo a la pinta de ellos.

María Paz Cortés
María Paz Cortés
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Yuval-Harari

Yuval Harari se define como una persona espiritual, conectada con su mente y cuerpo. Pero no practica ninguna religión. “Las religiones son historias que te dicen cómo es el mundo y cómo hay que vivirlo. La espiritualidad es algo totalmente distinto: tú te haces grandes preguntas en torno al mundo”, afirma. Todos los días medita dos horas con una técnica budista llamada Vipassana que consiste en observarse a sí mismo fijándose en la respiración. Este tipo de meditación le ha servido para ver de manera ordenada y objetiva las reacciones de su cuerpo y mente. Harari lo que busca es responder la pregunta que lo inquieta desde hace tiempo: ¿Cuál es la realidad? “Sin la claridad que he obtenido con esta práctica, no habría podido escribir mi último libro”, reconoce.

A un año de su publicación, “De Animales a Dioses: Una Breve Historia de la Humanidad” (2014) se ha convertido en un best seller mundial, traducido a más de 20 idiomas, por postular una tesis polémica y chispeante: el progresivo empoderamiento del ser humano durante su historia lo estaría llevando a convertirse en nada menos que en un dios. Es decir, un homo sapiens con poderes antes solo atribuidos a deidades religiosas. Un verdadero Dios de carne y hueso con la habilidad de crear cosas antes imposibles. “Dios tiene la habilidad de crear animales, plantas y humanos. Ahora nosotros estamos adquiriéndolas. Nos encerramos en nuestros laboratorios para crear cosas vivas: organismos, plantas, animales, ¡e incluso humanos!”, argumenta. Pero también dice que el hombre ha sido el que ha creado las religiones, las naciones, el capitalismo y la propia idea de Dios con la finalidad de dominar al mundo. Algo que no lograron ni los reptiles, ni los insectos, ni los monos. “Los chimpancés no pueden hacer eso. Nunca se podrá convencer a un chimpancé de darle un plátano a otro con la promesa de que después de su muerte él irá al cielo de los chimpancés, donde recibirá bananas ilimitadas por sus buenas obras. Sólo el homo sapiens puede inventar y creer esas historias. Y es por eso que gobernamos el mundo”, explica.

Harari pone como ejemplo el altísimo nivel que ha alcanzado el humano en el manejo de la ingeniería genética. Así como van las cosas, el hombre ya está creando vida de la nada y acercándose a pasos agigantados a la inmortalidad. “Antes la muerte era una cátedra que solo dictaban los sacerdotes y los teólogos, pero ahora los ingenieros les están quitando terreno. Un par de frikis en un laboratorio podrían alargar una vida fácilmente”. Pone como ejemplo la empresa de Google Calico que se dedica alargar la vida de las personas. “Como la enfermedad y el envejecimiento afectan a todas nuestras familias, con el pensamiento alrededor de la salud y la biotecnología podemos mejorar millones de vidas”, asegura Larry Page, el CEO de Calico. La muerte, para Harari, ya no sería una traba irremontable ni una simple metáfora. Él está realmente convencido que estamos adquiriendo habilidades divinas. Pero el historiador es cauteloso. Y se apura en decir que hay que ir con calma con el conocimiento, pues nuestra especie podría convertirse en una suerte de mono con navaja si actúa descabelladamente. Incluso, un arma de doble filo.

Pareciera que no hay vuelta atrás. Hoy ya existen “inteligencias no conscientes”, como las define el profesor: robots que juegan ajedrez, conducen autos, pelean en guerras e incluso diagnostican enfermedades mejor que cualquier doctor. Podría sonar maravilloso, pero Harari advierte: “Cuando la economía tenga que elegir entre la inteligencia no consciente de los robots y la de nosotros, elegirá la primera por ser más práctica. ¿Cuál será la función de los humanos en un futuro así? ¿Qué vamos a hacer con miles de millones de seres humanos económicamente inútiles? No sabemos, no hay ningún modelo para tal situación. Esto bien podría ser el mayor problema económico y político del futuro”. Hasta ahí llegarían los súper dioses.

Teorizar sobre lo que vendrá es lo que apasiona a este historiador. Y su visión del futuro puede sonar aterradora. “Cuando pensamos en el futuro, por lo general imaginamos un mundo en el que las personas son idénticas a nosotros, pero que disfrutan de una mejor tecnología con pistolas láser, robots inteligentes y naves espaciales que viajan a la velocidad de la luz. Sin embargo, el potencial revolucionario de las tecnologías del futuro será cambiar al homo sapiens en sí, nuestros cuerpos y nuestras mentes. En el futuro probablemente las personas como tú y yo desaparezcamos. Lo más sorprendente no serán las naves espaciales, sino nosotros mismos”, especula.

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