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Opinión

18 de Octubre de 2016

Eliana Rodríguez, viuda del poeta: “El ambiente natural de Juan Luis Martínez era el surrealismo”

Guarda celosamente los documentos y poemas inéditos que dejó Juan Luis Martínez –incluida la carta que le mandó la NASA– y eso le ha creado fama de intransigente. Pero ella no tiene apuro. Sabe que llegará el momento apropiado para que esos papeles, que el poeta le encargó destruir, vean la luz del día. Reacia a negociar con editoriales y a conceder entrevistas, pasa sus días en la misma casa de Villa Alemana que compartió con el autor de “La Nueva Novela”. Eliana Rodríguez quiso ser el complemento de un poeta adelantado y aquí se abre a compartir algunos recuerdos.

Roberto Yánez
Roberto Yánez
Por

Eliana-Rodríguez

Viviendo yo en una “alta casa” en Valparaíso y con vista al cerro Concepción, se me ocurre nuevamente la idea de entrevistar a una testigo privilegiada de la vida, pasión y muerte de Juan Luis Martínez.

Llamé un par de veces a la librería Altazor de Viña del Mar, porque sabía que Eliana andaba por esos lados a menudo. Un día me dicen: “Espérate, está aquí”. “¿Aló? ¿Quién habla?”. “Roberto Yáñez, quiero ver si puedo hacerle una entrevista”. “Llámame la otra semana”.

Nos pusimos de acuerdo para vernos en la ex cárcel, hoy centro cultural, en una exposición plástica de Marco Hughes. Había tanta gente adentro que apenas si dejaba ver las obras. Ya estando afuera, cautelosamente iniciamos la conversación. Lo primero que me dice Eliana: “Yo no quería ser simplemente la mujer del poeta, así que me puse a estudiar. Juan Luis era un adelantado en todo y yo no quería quedarme atrás. Fui su complemento”.

Aparecen escritores en el camino, anécdotas, conflictos. Y los inevitables recuerdos sobre el proceso de edición de “La Nueva Novela”.

–“La Nueva Novela” fue rechazada por la Editorial Universitaria. Luego Juan Luis hizo la primera autoedición en 1977. Ahora es uno de los libros fundamentales de la poesía chilena. Se iba a llamar “Pequeña Cosmogonía Práctica”, pero después se decidió por el otro título. Lo que nunca ha encajado en la visión académica es que Juan Luis decía: “Nada de lo que escribo es mío, todo aparece ya en la conciencia colectiva”. Roberto Matta quiso ilustrarla, le ofreció eso a Juan Luis. Pero no se concretó. En nuestro viaje a París quisieron encontrarse, pero algo sucedió que el tiempo y el espacio se traspapelaron. Matta definió ese desencuentro en una frase: “Dos amigos perdidos por las calles de París…”. Después se vieron y conversaron. Roberto Matta, como pintor, también fue ninguneado en Chile.

Cuéntame más sobre ese viaje.
–Es el único viaje que hizo Juan Luis fuera de Chile. Increíble, ¿no? Fue en el año 1992. Había posibilidades económicas y al salir del aeropuerto ya nos esperaba una ambulancia, lo que era fundamental para su delicado tratamiento, la diálisis. Juan Luis padecía diabetes, lo que lo dejó ciego al final de su vida. Armando Uribe fue pieza clave de este viaje. Él nos mostró Paris. Armando y Juan Luis eran amigos inseparables. También estaban José Donoso y la pintora Irene Domínguez. El punto cúlmine fue el encuentro con Elisa Breton [última esposa de André Breton]. El ambiente natural de Juan Luis era el surrealismo, y era sagrado para él. Elisa le quiso obsequiar un plato firmado por el núcleo del grupo surrealista de París, una reliquia única, pero Juan Luis rechazó el regalo amablemente aduciendo que con Elisa estaba en las mejores manos. En ese plato Elisa le había servido un pastel.

¿Y qué pensaba él de los surrealistas chilenos? ¿De Braulio Arenas, por ejemplo?
–Juan Luis admiraba mucho a Braulio Arenas, que compuso el famoso “Chile es así”. Tuvieron encuentros muy breves. Pero se sintió traicionado por él. Braulio atacó duramente a Juan Luis en El Mercurio por el poema visual “Estructura del pensamiento político” [en la página 139 de “La Nueva Novela”]. Tampoco le gustó el “Epígrafe para un libro condenado” [“El padre y la madre no tienen el derecho sobre la muerte de sus hijos pero la patria puede inmolarlos para la inmensa gloria de los hombres políticos. Francis Picabia”]. Juan Luis hizo ese poema visual pensando en todo tipo de estructura política y militar. Juan Luis detestaba en lo más hondo a Pinochet, era un malestar permanente para él. Con ayuda de un poema de Rimbaud, “El durmiente del valle”, hizo una alegoría a la tremenda tragedia de la violencia política de la Junta, donde se refiere en concreto a las ejecuciones de opositores en Lonquén. El poema “Desaparición de una familia” también puede tomarse en ese sentido, aunque también puede tomarse como la descripción de un laberinto dentro de una casa.

¿Cuál era la posición de Juan Luis Martínez frente al conflicto entre De Rokha y Neruda?
–Juan Luis leía a ambos, y los dos despertaban su interés. Claro que en el plano concreto sucedió algo absolutamente opuesto. Juan Luis estaba invitado a una cena en el bar Pajarito, de Valparaíso, porque iba a estar Pablo de Rokha. Y estando allá, De Rokha, con unos tragos encima, grita: “La gente que está con Pablo Neruda, todos esos conchas de su madre, que se vayan a la mierda inmediatamente…”. Juan Luis no toleraba los insultos a un creador, y se enfureció. Tiró el mantel al suelo, con todo lo que había encima de él. Pero admiraba mucho la poesía de ambos.

¿Cómo fue su relación con los críticos?
–Luis Sánchez Latorre trató muy bien a Juan Luis. Lafourcade hizo una crítica espectacular. Un día fuimos a ver a José Miguel Ibáñez, el cura Valente, y a Juan Luis se le quedó un manuscrito allá, de un poema titulado “El gato de Cheshire o la lógica del verdugo”. No lo volvimos a ver.

¿Juan Luis leía la Biblia?
–El Cantar de los Cantares le fascinaba. Discutía con nosotros sobre sus partes. Los pequeños anzuelos de pesca con los que intervino “La Nueva Novela” simbolizan el mito cristiano transcrito a la poesía.

***

Ya estamos en otro escenario de nuestra conversación. En la sombra de la tarde de verano en Villa Alemana, que duerme su sueño eterno. Los tres perros también duermen a nuestros pies. Me parece que la morada de Juan Luis Martínez y Eliana conserva absolutamente su misterio. Algunas fotos, algunas obras gráficas llaman la atención en la biblioteca o en las paredes. Eliana me muestra las ediciones de “La Nueva Novela”, “El poeta anónimo” y “La poesía chilena”. Hasta me ofrece “en préstamo” un ejemplar de “El poeta anónimo”. Todavía reto a mi ángel bueno por haber rechazado su oferta.

Hay quienes afirman que las biografías de los poetas no deben confundirse con las obras, pero estos trabajos entrelazan muchos datos biográficos y sus correlatos: poetas, ausencia de poetas y biografías del eros y del tánatos. Una metabiografía hecha de citas y fragmentos. A veces se entrevé un plano amoral del poema, su primitiva insignificancia, además del humor que atraviesa toda su obra. Mucho trabajo espiritual e intelectual que hicieron de “La Nueva Novela” una clase de poesía más allá de los límites del texto, pues las propias certezas del poeta lo obligan a disfrazar la mayoría de sus claridades, pensando que aún no es momento para decir abiertamente lo que sólo el tiempo esclarecerá. La dictadura de Pinochet, junto a la Guerra Fría y las dictaduras de la línea dura comunista no fueron atmósferas propicias para que un poeta dijera sus certezas. Menos aun cuando en la poesía aparecía al fondo del túnel una nueva concepción de las cosas.

¿Qué rol jugaba la poesía en sus últimos años? ¿La enfermedad lo inhabilitaba en ese sentido?
–No, seguía activo. Tenía una memoria memorable, valga la redundancia. Recordaba la ubicación exacta de sus libros en el estante. Su hija María Luisa era la requerida por él para leerle sus libros, por la ceguera que lo aquejaba. Tenía más de 5000 libros, o tiene, porque esa biblioteca existe aún. La muerte no existía para él: era el momento de pasar de un estado a otro. Ignoraba la enfermedad. Los doctores le dieron tres meses de vida y vivió diez desde ese momento.

Y los documentos valiosos y poemas originales, ¿que pasará con eso?
–Están en un lugar que sólo yo conozco. Me pidió destruir esas cosas, pero yo las conservo para el momento apropiado. Hay originales de Parra también, cosas de Neruda, cartas, dibujos, croquis, ya que Juan Luis Martínez sólo se puede comprender en la fusión que significa ser poeta y artista visual. Algún día encontrarán la luz del día, un bello día.

Hay una carta muy especial entre esos papeles, una carta casi policial.
–Sí, una carta de la NASA dirigida a Juan Luis. En ella le preguntan dónde había adquirido sus conocimientos de física. Juan Luis manejaba conceptos muy adelantados a través de la poesía que parecían no contradecir los avances de la física y de la ciencia en general.
Ese verano vi unas cuantas veces a Eliana. Fuimos juntos al mercado y conversamos mucho, aunque ella me pidió no meterme en la vida privada de su familia y sólo publicar lo referente al poeta. Este año volví a Villa Alemana a verla. Grité a través de la reja de su casa y los perros, antes mansos, ahora me dirigían ladridos agresivos. Adentro se escuchaba a alguien lavando loza. Estuve media hora esperando que me abrieran. Comprendí que las puertas de Juan Luis Martínez se habían abierto y luego cerrado. Las casas de Villa Alemana eran como lápidas coloridas, y tomé el tren a Valparaíso, mientras caía el sol.

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