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Opinión

6 de Noviembre de 2016

Luis Barrales, dramaturgo: “Estamos en la época del fascismo más ordinario que hay”

Es una de las voces más destacadas de la dramaturgia chilena. Autor de más de diez obras -entre ellas “Niñas araña”, “La mala clase”, “Xuárez” y ahora “Topografía de las lágrimas”, que estrena mañana en Matucana 100- que indagan sobre la marginalidad y la violencia de clase. Hace unos meses le publicaron sus columnas, escritas entre 2009 y 2010 en La Nación, bajo el nombre “Hecho Bolsa”, ahora compiladas por Editorial Cuneta, donde analizaba el “Chile feo” que se avecinaba con Piñera y hablaba con cierto cariño del mundo de los choros. Oriundo de Laja, Barrales (1978) acá recuerda con cariño a su maestro Radrigán y cuenta que vive un momento clave en su vida, cumpliendo un sueño frustrado: como no pudo ser futbolista, ahora se prepara profesionalmente para ser entrenador. “Si se llega a dar la posibilidad, dejaría el teatro por ser director técnico de fútbol”, dice.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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¿Cómo empezaste a escribir la columna Hecho Bolsa en La Nación Domingo?
-Me invitó Rodrigo Quiroz, editor de cultura en ese entonces, y por eso nomás acepté. Nunca había escrito una columna. No tenía ninguna noción. Él me dijo que escribiera lo que quisiera. Y terminé escribiendo sobre el acontecer noticioso con absoluta libertad.

En el prólogo del libro Hecho Bolsa, Alejandra Costamagna dice que “clavaste el oído en el barrio, almacenaste rabia, y te convenciste que la lucha de clases estaba más viva”.
-De chico era picao a la cuestión social. No sé cómo definirlo. Pero era una característica mía. Me crié en un ambiente muy politizado, con mucha rabia contra el poder y los milicos. Laja es un pueblo muy golpeado por la dictadura, con la Papelera que hacía y deshacía. Eso era demasiado para obviarlo.

También ella decía que te importaba un pepino si te trataban de trasnochado y resentido.
-Soy un resentido. Y, pa bien o mal, me importa un carajo el resto. Soy bien parecido al Chino Ríos, en ese sentido. No estoy ni ahí. Por ejemplo, a mí me interesó desarrollar mi autoría con mi compañía, y no estoy ni ahí con el lobby ni con el qué dirán. O sea, si es trasnochado, son adjetivos que pondrán otros. Y, de verdad, me importa bien poco los halagos y las críticas. Ahora, la Alejandra Costamagna es muy generosa.

En tus columnas, escribes con cierto cariño y comprensión hacia los flaites.
-Es que soy medio así, vengo de ahí. Yo lo planteo desde la teoría Queer ampliada: Me decís “punga” y “ya poh, soy punga, qué tanto”. Tengo amigos que terminaron muertos o presos, y otros que fueron profesionales exitosos u obreros. Hay una cuestión re interesante, que tiene que ver con tomar esas materialidades que históricamente nos avergonzaron y transformarlas en un objeto estéticamente admirable. En la literatura y el teatro se da cada vez con mayor frecuencia. Radrigán, pa qué decir, un ejemplo clarísimo.

¿El choro sureño es muy distinto al capitalino?
-Tiene que ver con un paradigma del choro que ya desapareció. El choro antiguo tiene una escala valórica antagónica a la moralidad burguesa muy solidísima. Ahora esos mundos se mezclaron. El choro contemporáneo tiene la misma escala valórica que el capitalista. Tiene la lógica del winner, nomás. El choro antes no robaba en la misma población. Y si robaba, intentaba causar el menor daño posible, porque había un desafío estético: robar haciendo el menor daño posible. Estos alunizajes, que estuvieron tan de moda, son la antítesis absoluta de eso. Un bueno choro no dejaba marcas. Estos no: se alumbraban enteros rompiendo la vitrina.

En una de esas columnas, dices que “los choros inventan palabras nuevas, no como los cuicos que se las chorean al inglés”.
-Los grandes generadores de lenguaje, son las clases marginales, no los cuicos. Incluso, el proletariado no es el generador de palabras. Es el lumpen proletario, aquel que se resiste a ser explotado, el que dice: no estoy ni ahí con trabajar ocho horas en una pega de mierda, voy y robo. Y, precisamente, para encubrir esa acción al margen de la ley, crean un metalenguaje que después lentamente se va introduciendo a las capas más centrales. Y cuando lo tomamos nosotros estamos desfasados, porque ellos ya están inventando otros.

¿Qué tienen los flaites que no tengan los cuicos?
-Los cuicos son terriblemente aburridos. Varias veces me han pedido o invitado a hacer obras sobre cuicos. Y no he aceptado. No sé qué podría decir de ellos, salvo la caricatura.

Pero eso también pasa con el mundo flaite.
-Eso pasa por aceptar cosas de las que no estai capacitado. A mí me interesa mostrar seres humanos. Y puedo ver con mayor claridad las capas de humanidad que hay detrás del flaitismo como estética. Con los cuicos no puedo. El choro tiene una pulsión vital desarrolladísima. La vida es una cuestión que te puede durar muy poco. Por eso, se celebra mucho la muerte.

De hecho, en la columna “Choros en el infierno”, hablabas de cómo la familia sufre la muerte de uno de los suyos: “Se llora con cuática, sin circunspección, a la tragedia se le rompe la bolsa y pare ahí mismo un melodrama huacho”.
-Sí. Cuando murieron las niñitas del colegio Cumbres, me llamó la atención la resignación de esas familias versus lo que había ocurrido paralelamente en una cárcel. Unos choros en peleas de bandas encerraron a otros choros y les metieron fuego. Y, claro, se les va la vida ahí. Se desgarran en llanto, porque la vida es mucho más intensa y se produce mayor vínculo, viven más juntos, más apretados.

¿No caes en la idealización del choro?
-Sí, puede ser cierta envidia a la capacidad que tienen para vivir en comunidad. Por ejemplo, en las cárceles las condiciones materiales de vida son tan inhóspitas e inhumanas, que es un milagro que no se maten más de lo que se matan. No sé si me explico. Son terriblemente civilizados los caneros.

Algo que no muestra la tele.
-Para nada. Muestran la explosión, la excepción, eso prende más.

¿Has visto el programa “Nadie está libre”?
-Sí. Es aberrante, como la otra tontera que dan en Chilevisión, donde un pelotudo se ríe de la vida en la cárcel. Las autoridades dónde están, por qué dejan que se vulneran los derechos de esa gente de un modo irritante. Todos los que participan en “Nadie está libre”, son unos estúpidos absolutos, desde el productor hasta el ahueonao que se le ocurrió la idea, hasta el pendejo o la familia que presta el consentimiento para avalar toda esa estupidez.

Hay una mirada poco comprensiva hacia los presos.
-Sí, como que fueran tontos. Mira lo que pasa con Chilevisión, creen que vivimos en el Congo y nos andamos matando a machetazos. No creo que eso sea inocente. Hay una superestructura determinando lo que vemos. Y, por supuesto, es más fácil mantener una sociedad ordenada cuando el miedo es la emoción vital.

La gente festeja cuando matan a un flaite.
-“Bien muerto el flaite”, dicen. También es natural, es lo que le están diciendo siempre los medios. Y muchos lo han experimentado en términos reales cuando les roban. Insisto, los choros no son los mismos de antes. Son lo que propagan los medios, porque te dicen todo el rato: gana, gana, gana. El cabro que entra al Partido Radical quiere ganar. Y el flaite, que no tuvo ninguna posibilidad, va a ir a ganar el celular. Es la vulgarización del ethos absoluto. Entonces, es lógico. Está todo fundado en el odio. Entonces, si muere un ladrón, la gente lo celebra porque es un paria menos, ignorando lo que hay detrás. Es muy difícil dialogar con rabia. Hace poco me tocó mirar una entrevista a Bielsa, en la que cuenta de su renuncia y con él aparece un contrapunto de algo que parecía imposible. Un tipo que nos dijo que ganar no puede ser lo más importante. Cuestión con la que estoy de acuerdo. Ni siquiera elijo perder, porque nadie quiere hacerlo, elijo no competir.

CHILE FEO

En la columna “La Patria de Enrique”, dedicada a MEO cuando dijo que le cargaba Chile, llegabas a la conclusión de que “amarías tener un presidente que se hubiera cabreado con la patria, que le cargara el escudo y encontrara charcha la bandera”.
-Sí, y de eso se retractó MEO. Pero me encantaría un presidente que le cargara el escudo y no estuviera ni ahí con la bandera. Para mí, la idea de la patria es una tontera. No sirve de nada, salvo para los triunfos futbolísticos.

¿Qué te parece lo que ha pasado con MEO?
-Nunca le creí. Lo encuentro un narciso patológico. Cuando él pretendía ser cineasta, da lo mismo si era bueno o malo, la moralidad que había detrás, era detestable. Y era la que uno ya conocía: un narciso, que lo único que le importa es él, que siempre dirá lo que sea pa quedar bien.

En Chile feo, le haces un llamado a los turistas a que no pisen el país: “Si quiere conocer un país civilizado, mejor quédese en su tierra, no venga a este país culiao”. ¿Ha cambiado tu percepción?
-Tengo un poquito más de esperanza, pero Chile sigue siendo un país feo. Esa columna la escribí en el 2010 cuando pasó lo del terremoto y asumió Piñera. Luego empezó a resurgir el movimiento social en 2011, y ahora con lo de las AFP, mi percepción mejoró un poco. Ojalá no nos metan el dedo en la boca de nuevo. Y aprecio cambios. Ya no somos tan bárbaros. Estamos civilizándonos lentamente. Tampoco podría hacer el ejercicio racional de enumerar qué es lo bueno de Chile. La virtud siempre es error, pero hay una cuestión que valoro mucho de la cultura chilena, que puede ser muy fatal, y que es que somos reservados. No le damos tanto color a las cosas. Durante años creímos que Chile no era un país corrupto, porque éramos reservados para hacer corrupción, no como nuestros vecinos mucho más expuestos pa todo.

¿Qué es lo más feo?
-Tantas cosas. Chile es el país donde el liberalismo se instaló más salvajemente, que se traduce en un montón de aberraciones que naturalizamos, y nos cuesta darnos cuenta que puede ser de otro modo. El movimiento contra las AFP está empezando a pulsar con fuerza, y ojalá agarre más fuerza, porque es una aberración brutal. Se supone que las AFP administran nuestros ahorros con el objeto de hacerlas generar valor, pero van y les prestan plata a La Polar pa que haga negocio. Y La Polar, pah, nos caga. La clase empresarial chilena son los hueones más malagradecidos que hay. El negocio en Chile está al borde del robo. Y de ahí que se permee a todo es una cuestión lógica. Chile es un país completamente vulgarizado, de principio a fin. Estamos en la época del fascismo más ordinario que hay. La clase política chilena es horrible. Es de muy mala calidad, mal preparada para administrar, éticamente miserable. Valen callampa, pero no sé quién pueda hacerlo mejor.

¿Confías en Boric?
-Sí. Pero siempre está el temor de que terminen igual que los otros. Me acuerdo de ver a Camilo Escalona en dictadura con uniforme, y mira cómo terminó. Hasta ahora me parece que han sido cabros súper transparentes, honestos y jugados.

¿Votaste?
-Sí, por la Josefa Errázuriz.

¿Qué te parece el triunfo de la Evelyn Matthei?
-No creo que vayan a cambiar mucho las cosas, no es el fin del mundo. Mucho pasa por gestión. Hay que sacar la basura a tiempo y eso no tiene que ver con ideologías.

Antes le comprabas a Bachelet. ¿O me equivoco?
-Claro que sí. Era la mamá putativa, incluso hasta se parece a nuestras mamás fisícamente. Eso comunica mucho. En Bachelet aparecía fuerte este aspecto emocional. La cuestión de género es fundamental, porque las mujeres ejercen el poder desde otro lugar: mucho menos vertical, menos autoritario, más al consenso que a la imposición, y que en mi opinión Bachelet la sigue manteniendo. Sigo siendo en algún lugar bacheletista. Pero todo lo que hay alrededor de ella, es un constructo horrendo. Y que a esta altura la haga parecer como una víctima toda esta tropa de cuervos que hay -partiendo por la DC y Burgos, ese tipejo, un patán-, es insólito. El único modo de responderle con propiedad a tipos como Burgos es con una patada en la raja.

También le compraste a Lagos.
-Pero cuando niño. Ahora lo detesto, lo veo y me amarga el día. Mi virulencia no es gratuita. Puede ser una reacción histérica, ok. Pero se funda en todas las concesiones que hizo en el Transantiago, en cómo fue jibarizando aún más el Estado, en el que lo adorara la Sofofa. Ojalá no salga presidente, sería fatal. Si me pones en el escenario virtual Lagos versus Piñera, no voy a votar por Piñera, pero ojalá salga, para que se agudicen las contradicciones, se renueven los movimientos sociales, se reorienten, se repiensen. Con Piñera sabemos a qué atenernos. El fracaso sostenido es lo único que puede tirar pa fuera a todos los patanes de la Nueva Mayoría. Entonces ojalá la proxima elección la gane Piñera.

¿A quién sacarías de la Nueva Mayoría?
-A Lagos hace rato, en mi fuero interno ruego que la DC se rompa y los pocos rescatables se separen de la DC, y la DC se separe de la Nueva Mayoría, y que se transparente lo que hay dentro. Y los pocos rescatables del PS se alineen con el PC, y volvamos a los tres tercios históricos y transparentemos la cuestión no más. La DC es vomitiva. Pero todo está podrido. El camino lo veo por el lado del autonomismo, armando una especie de Frente Amplio a la manera uruguaya. El tema es cómo se articulan. Pero a la otra tropa de viejos les deseo la jubilación, que se mueran, que les dé artritis, porque no tienen nada que aportar.

SER DT

Estás preparándote para ser entrenador de fútbol. ¿Era tu sueño frustrado?
-O sea, ser entrenador es porque no pudiste ser futbolista. El fútbol es lo que más me encanta en la vida.

¿Hubieses preferido ser futbolista antes que dramaturgo?
-Claro que sí. Intenté ser futbolista, pero fracasé, y mucho después apareció el teatro.

¿Dónde jugaste?
-Un año en las inferiores de Huachipato cuando tenía 14. Jugaba de 10, pero habían muchos diez buenos. Y me di cuenta que no era lo suficientemente bueno pa dedicarme al fútbol, y tampoco estaba dispuesto a pagar el costo que significa ser un deportista.

Hay que posponerse mucho.
-Terrible. Yo quería salir con amigos, tomarme un trago, pololear, huevear, pelusear, fumar pitos. Y no se podía. Por eso cuando el futbolista tiene un poquito espacio de libertad, se da con todo. Porque se pospuso mucho.

A los futbolistas siempre se les critica por sus sueldos millonarios.
-El futbolista no explota a nadie para ganarse esos millones. De hecho, ellos son explotados en sentido estricto por los clubes. La raja que le paguen todos esos millones. Es como lo que pasó con la canción de la Constitución. Si un dramaturgo cobra diez palos por hacer una obra de teatro, me parece la raja.

¿Eso cobras tú?
-No, pero puede que llegue en algún momento a cobrar eso.

También se espera que los jugadores tengan un compromiso político.
-Es que se les exige mucho. Es cierto, los futbolistas tienen un nivel cultural bajo. Pero son excepcionalmente inteligentes, mucho más que el promedio. Te encargo todo lo que hace un futbolista: conducir un balón, entregársela a un compañero, estar pendiente que le vayan a entrar por atrás y el lado, preocuparse de que le esté gritando todo el mundo y más encima con barra insultándolo. Es complejísimo.

Pero es una inteligencia de cuerpo.
-Claro. Y si sus niveles culturales son bajos tiene que ver, fundamentalmente, con el origen. Y porque los clubes no hacen ningún esfuerzo por mejorar ese aspecto.

Bielsa intentó hacer un esfuerzo.
-Bielsa traficaba libros con Matías Fernández, pero a los clubes no les interesa tener futbolistas pensantes, es un mal negocio. Como Beasejour que era un problema para Colo Colo o David Pizarro en Wanderers.

¿Qué te parece Pizzi?
-Pizzi no creo que esté a la altura para el nivel donde lo pusieron. Se demora en tomar decisiones, es inseguro, un DT tiene que ser un absceso de ideas fijas.

¿Te gustaría trabajar profesionalmente como DT?
-Lo estoy haciendo por placer personal. Si se llega a dar la posibilidad, dejaría el teatro por ser director técnico de fútbol. Entre otras cosas, porque se puede siempre volver al teatro. Y si se diera la posibilidad de dirigir un equipo, lo haría encantado.

¿Qué equipo te gustaría dirigir?
-Colo Colo, por supuesto. Pero mis expectativas son bien aterrizadas. Si pudiera trabajar con la Sub 15, yo feliz.

Ahora estás dirigiendo un equipo de fútbol llamado “Que muera el conde”.
-Sí, es una liga de catorce actores.

¿Y es muy distinto dirigirlos en la cancha que en el teatro?
-No es lo mismo. Tomai a esos mismos pa hacer una obra de teatro y es mucho más fácil. Acá quieren jugar. Por eso cuando dai una charla técnica no puede haber un balón, porque no te pescan.

GUARDAR SILENCIO

Esta semana estrenas “Topografía de las lágrimas”, una reescritura de “Las sirvientas” de Genet. ¿De qué trata?
-Damos vuelta la tesis de Genet y la traemos a la contemporaneidad, a la institución de la servidumbre en Chile actual, en el mundo urbano, con una mujer progresista que necesita una nana para poder trabajar.

¿Qué descubriste en el mundo de la servidumbre?
-El perfil de las nanas ha ido cambiando. Va en decadencia la idea de puertas adentro, de la suspensión absoluta del sujeto. Es una institución muy compleja el nanerío en Chile. Mezcla muchas cosas, hay una cuestión que es media indivisible.

Después de esto, pretendes guardar silencio, dejar de escribir.
-Sí, si uno no guarda silencio, después no tiene nada más que decir. Todo el rato hablando, cansa. Necesito un momento, pero pa volver. Físicamente estoy cansado. Llevo muchos años sin vacaciones. Tengo que parar un rato.

Se murió tu maestro Juan Radrigán. ¿Qué enseñanzas te dejó?
-Como doscientas mil. Era un maestro en toda la expresión de la palabra. Con su escritura, con su modo de trabajar, con su modo de ser. Radrigán siempre le decía a los cabros: escriban como si fueran a matarlos mañana, con la agonía de que te van a matar en cualquier momento y hoy tienes que dejarlo todo, sin ningun remilgo. Eso no se olvida.

¿Te gusta cuando te llaman el Radrigán chico?
-Me siento súper halagado. Cómo no. No es cualquiera. Radrigán es de otra ética, un descreído, se mandaba solo. Eso es bellísimo. Y se nota en su pluma, hablaba de lo que él quería hablar y no de lo que se supone hay que hablar porque está pulsando en el medio.

Era muy rebelde. No quería dejar de fumar.
-Tuvo que dejar de fumar últimamente. Yo le llevé unos chicles de nicotina. Y me dijo que valían callampa, ja, ja, ja. Ese hombre amaba escribir. A mí no me gusta escribir. Ojalá las obras de teatro se escribieran solas. No lo odio, pero el acto de escribir no es una cuestión que disfrute per se.

TOPOGRAFÍA DE LAS LÁGRIMAS
Director: Sebastián Jaña
Dramaturgia: Luis Barrales
Actuaciones: Katy Cabezas, Claudia Cabezas y Francisca Riquelme
Del 4 al 27 de noviembre, de jueves a domingo, a las 20.30 horas, Matucana 100.

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