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Nacional

4 de Enero de 2017

El peor Año Nuevo de nuestras vidas

Hace un mes, 60 trabajadores de la mina Santa Ana decidieron parapetarse bajo tierra, tomándose su lugar de trabajo. Reclaman que la empresa dueña del lugar les debe dos meses de sueldos y el gobierno tres de una manutención pactada. Se sienten abandonados. Addiel Jara, minero que pasó el Año Nuevo en las profundidades del socavón, dice que están dispuestos a seguir ahí hasta ser escuchados. “Cuando llegaron las 12 los viejos rompieron en llanto. Se escondían para que no los vieran. Fue algo muy duro. Nadie celebró”, recuerda.

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El Año Nuevo fue una situación traumática. Yo soy secretario del sindicato de los trabajadores de la mina Santa Ana. No me quedo todos los días, pero esa noche decidí hacerlo junto a otros más. Vimos el sufrimientos de los viejos en la mina. Problemas físicos, sicológicos. Dolió ver la distancia que tienen con sus familias. Dolió ver cómo mis compañeros, muertos en vida, sufrieron esa noche.

Empecé desde los 15 años trabajando en las minas. Tengo 56. Toda una vida. Me casé, tuve 3 hijos. Uno de 25, otra de 21 y mi regalona, mi chiquitita de 11 años. Nunca habíamos pasado un Año Nuevo separados.
Una vez quedé sin trabajo y como no había otra alternativa postulé a la mina. Llevo casi 6 años trabajando. Llegamos a tener una dotación de 400 trabajadores en los tiempos de auge. Ahora quedamos 180.

El conflicto con la empresa partió hace 3 años cuando llegaron unos españoles a hacerse cargo de la mina. Estos caballeros acarrearon todos estos conflictos. Impusieron un sistema de trabajo distinto. Eran muy agresivos verbalmente. En el trabajo nos explotaban. No les importaba que un trabajador se accidentara, tenía que seguir trabajando.

Eso nos llevó a nosotros a luchar para que estos caballeros se fueran. A fines de 2015 decidieron dejar la mina. Nos quedaron debiendo dos meses de sueldos, imposiciones, créditos, cajas de compensación.

Como quedamos botados, negociamos con el gobierno una ayuda. Firmamos un protocolo de acuerdo en el que se ofrecieron ayudas sociales, pago de servicios básicos. Lo firmamos y salimos de ese conflicto. Nos ofrecieron una manutención de 400 mil pesos mensuales. Desde octubre pasado que no nos pagan ese dinero que nos ofrecieron. No hay plata en las casas. Para algunos era la única entrada que teníamos.

Estamos pidiendo también que se retome la actividad en la mina. Buscamos a alguien que se asocie con nosotros. Queremos tener un porcentaje de la propiedad y que la otra parte la ponga un empresario.
Hace un tiempo hubo una reunión donde se tenía que tomar una decisión: irnos a huelga o buscar un socio. Ganó la segunda opción. Llegó un empresario y nos dijo que no contaba con la plata para sacar de la quiebra a la empresa. Después de eso se optó por tomarse la mina.

Lo que más me apena es que la Presidenta de la República hace oídos sordos a todo esto. Los asesores que tiene acá son gente sin criterio. Me gusta hablar las cosas derechamente. Si te pudiera decir lo que pienso en estos momentos, tendrías que taparte los oídos. Estos señores quieren que saquemos un par de viejos muertos. Porque estamos decididos a permanecer hasta conseguir algo.

Llevamos un mes dentro de la mina. Tenemos 60 viejos que están desde el principio y no han salido de la mina para nada. Nosotros como dirigentes entramos de vez en cuando. Para Navidad lo hicimos y para Año Nuevo también.
Ellos no tienen agua para bañarse. Se lavan por partes con el agua que llevamos. No podemos sacar los tarros de basura. Lamentablemente están viviendo en un basural. El espacio dentro es de 30 metros de ancho por dos de largo aproximadamente. Duermen en un par de tablas que tiraron. La temperatura es demasiado alta. Las noches son calurosas.

Mira, te voy a ser sincero: yo tengo todas las posibilidades como dirigente de estar en mi casa, relajado, pero por lealtad a mis compañeros estoy aquí. Hay que sacrificar a la familia, nada más. Mi regalona me pide que vuelva a la casa, pero yo no puedo llegar de vuelta sin nada. Vamos a seguir luchando. De aquí no nos vamos. Esto no sólo me ha afectado a mí. Tengo un hermano allá adentro. Es mayor que yo, tiene 58 años. Es operado del corazón e hipertenso.
Decirle a mi familia que pasaría la noche de Año Nuevo en la mina fue difícil. Mi chiquitita no quería. Me entristece recordar el momento. Cuando llegaron las 12 en la mina los viejos rompieron en llanto. Se escondían para que no los vieran. Fue algo muy duro. Nadie celebró. Con mi hermano no nos dijimos nada. En un momento así no salen palabras. Cada cual se tiró en sus tablas que tienen para dormir. A los que no dormiríamos ahí nos pidieron que nos fuéramos. Quedaron muy mal.

En los días posteriores tuvimos que sacar a uno de la mina. Nos avisaron que un hermano de Víctor Muñoz había muerto en un accidente de faena forestal. Tuvo que desertar. Él se lamentaba mucho por salir, pero no tenía otra opción. Quería seguir en la lucha.

No hay dudas de que este fue el peor Año Nuevo de nuestras vidas.

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