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Nacional

4 de Enero de 2017

La historia de Marta Flores, la abuela del bombero héroe de Valparaíso

A sus 79 años es la segunda vez que debe partir de cero tras perder todo a causa de un desastre natural. Primero quedó “en la calle” luego del terremoto de 1965, que destruyó por completo su hogar de entonces, hecho de adobe. Ahora, a más de medio siglo de aquel episodio, debe enfrentar nuevamente la pérdida total de su casa a raíz del incendio que arrasó la zona de Playa Ancha y Laguna Verde, donde pudo haber fallecido de no ser por la rápida y oportuna acción de una de sus hijas. “Me tomé unas pastillas para dormir minutos antes de que pasara. Desperté por los gritos y vi cómo el fuego se llevaban todo, absolutamente todo”, recuerda.

Por

Marta Flores
“¿Qué pasó?”, pregunta una de las pasajeras de la micro 520. “¿Viene bajando el fuego para acá?” El chofer le dice que no con la cabeza: “Es que están saliendo todos a mirar, a puro sapear, por eso no avanzamos”, replica el conductor.

Han pasado poco más de 24 horas desde el incendio que afectó a la zona alta de Valparaíso y los habitantes están nerviosos. La espesa nube de humo que cubrió el cielo de la costa ha desaparecido por completo. El viento, sindicado como uno de los principales factores de la rápida propagación del siniestro, persiste con fuerza, igual que el olor a madera y lata quemada.

El lugar en que el tráfico se estanca es justo frente a las calles más afectadas por las llamas propagadas desde Laguna Verde. Cientos de civiles, junto a miembros del Ejército y Carabineros, agolpan los escombros en cerros de chatarra mientras emana una ligera humareda de los restos de las casas que fueron devoradas por el fuego.

La topografía del lugar se caracteriza por la pronunciada pendiente que se forma bajo el terreno donde se asentaron cientos de familias, unas al lado de otras, con el riesgo inminente de derrumbes u otras consecuencias debido a la alta concentración de población en una zona tan empinada y arriesgada.

Una calle de cinco metros de ancho separa a las viviendas que salvaron ilesas y las que fueron devastadas. Desde ese punto, la visión periférica ofrece un paisaje de contraste. A lo lejos se divisa el mar que refleja el cielo despejado, de profundo azul. Luego los cerros consumidos. Y bajo los pies, las cenizas grises de todo lo que alguna vez estuvo allí: techos, sillones, juguetes, ropa.

Fue sobre aquellas ruinas donde el fotógrafo Fidel Rudolffi captó la imagen de Juan Carlos Espinoza, el joven voluntario de la 16ª. Compañía de Bomberos de Valparaíso, que miraba cómo su hogar se quemaba por completo al mismo tiempo que combatía el fuego e intentaba salvar a otras familias. La foto rápidamente se viralizó por las redes sociales y tuvo gran repercusión a nivel nacional.

El llanto inmortalizado también era porque justo al lado de la casa de Juan Carlos vivía su abuela Marta, de 79 años, quien padece de parkinson y artrosis crónica generalizada, por lo que es incapaz de trasladarse con autonomía y debe ser asistida en todo momento.

Marta vivió por más de 50 años en una pequeña casa de latas y tablas. Allí crió a la mayoría de sus trece hijos, todos del mismo marido, quien falleció hace dos décadas. Llegó al sector luego de que su hogar en la zona de Pacífico (Playa Ancha) fuera derrumbado por el terremoto de 1965, cuyo epicentro fue próximo a La Ligua. Para entonces efectuaba labores de encarnadora en la caleta Membrillo y tuvo que seguir en el rubro más de lo presupuestado para recuperar lo perdido.

-Se me cayó la casa igual que ahora. Quedó todo bajo tierra porque eran dos piececitas de adobe y no salvamos nada. A las cuatro de la mañana se derrumbó y quedé así. Tuve que trabajar y entender que hay que seguir con la vida como se presenta”, dice cruzando sus brazos y agachando la mirada.

Lenguas de fuego

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Actualmente Marta se encuentra en la casa de una de sus hijas. El domicilio está justo en el límite que separa a las casas extinguidas y las que, increíblemente, no sufrieron ningún daño.

Sentada sobre una cama, recuerda que se salvó “de milagro de no morir quemada”. Lo que más la marcó fue la voracidad con que las llamas se llevaron todo lo que tenía.

-Fue algo tan rápido. Como que el fuego quería más y más y más. Eran unas tremendas lenguas de fuego que en cinco minutos quemaron todo. Abrazaba la casa entera-, dice.

Eran cerca de las tres de la tarde del lunes pasado cuando Marta se estaba quedando dormida, debido a las pastillas que toma para poder descansar del dolor que le produce la artrosis. No sintió ni escuchó nada hasta que la hija que vivía junto a su casa la sacó.

-Llega y me dice ya, salimos, hay que salir, mira que nos vamos a quemar vivas. Miré para afuera y vi que el fuego estaba por el camino costero. Al minuto ya estaba aquí, en la casa. Fue algo de segundos-, cuenta.

Luego de ser rescatada, un nieto la llevó hasta Torpederas en camioneta, lejos del peligro. Desde ahí vio cómo el incendio siguió quemando la casa de familiares y vecinos:

-Veíamos cómo perdíamos todo. No solo yo, 140 casas que quedamos de brazos cruzados. Mi casa, mi esfuerzo. Todo lo que había dentro me había costado años de sacrificio. Con trabajo duro como encarnadora hasta que me enfermé de la columna. Después fui nana. Todo eso quedó en nada. Fui a verlo después y lloré sin consuelo.

Orgullo nacional

incendio valpo
Marta mira la puerta de la habitación con emoción. Tras un suave golpe aparece una de sus nietas. “Vengo a ver cómo está. ¿Cómo se siente?”, pregunta. “Mejor”, dice Marta en voz baja, apenas audible.

-Ella es hermana de Juan Carlos, mi nieto que ha salido en las noticias por apagar el fuego mientras veía cómo se caía la de él. Salió en el diario como bombero héroe, con su padre abrazado llorando-, cuenta Marta con un poco de entusiasmo.

Debido a la emergencia no ha podido ver las noticias, donde su nieto ha ocupado gran parte de los espacios informativos debido a su actuar durante el incendio. Este martes se enteró que Desafío Levantemos Chile afirmó que hará todo lo posible por construirle un nuevo hogar y que Leonardo Farkas quiere donarle dos millones de pesos.

-Que pase a ver a la abuelita también-, plantea sonriendo por vez primera.

Para Marta ha sido emocionante todo lo que ha producido lo hecho por Juan Carlos. Dice que siempre ha mostrado una decisión por entregar todo por los demás aún en desmedro de lo personal. “Siempre ha sido humanitario. Incluso es salvavidas”, apunta.

La fama ganada por su nieto, según ella, ha calmado un poco el dolor producido por la pérdida sufrida.

-Ahora solo queda esperar que nos entreguen alguna mediagua para estar bajo el techo de uno, que es lo más importante. Que me estén dando un plato de comida en un lado, otro en otro lado, no es lo mismo que estar comiéndose aunque sea una sopa de pan pero en mi casa-, finaliza.

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