Cultura
20 de Octubre de 2017Benjamin Black: La función del escritor no es denunciar, sino describir
Benjamin Black, el pseudónimo del escritor John Banville, se mete en la piel de un nuevo protagonista, el inspector Strafford, en “Pecado”, una perfecta novela negra en la que, con la Irlanda de los años 50 como escenario, “describe” los abusos sexuales a menores dentro de la iglesia católica irlandesa. Fiel al estilo descriptivo y […]
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Benjamin Black, el pseudónimo del escritor John Banville, se mete en la piel de un nuevo protagonista, el inspector Strafford, en “Pecado”, una perfecta novela negra en la que, con la Irlanda de los años 50 como escenario, “describe” los abusos sexuales a menores dentro de la iglesia católica irlandesa.
Fiel al estilo descriptivo y meticuloso que caracterizan sus anteriores siete novelas de misterio centradas en el forense Quirke, Black vuelve a “jugar” con un nuevo personaje al que enfrenta a la resolución del crimen de un cura católico.
Un asesinato en el que el lector abordará también páginas llenas de crudeza sobre los abusos a menores de sacerdotes católicos en la Irlanda de medidos del siglo XX.
Según explica en una entrevista con Efe, su papel no ha sido el de “denunciar” estos hechos que, en “el fondo”, la sociedad irlandesa “sabía sin saber”, sino “describir lo que sucedió”. “Los describo meramente, si los denunciase sería un periodista, un político o un sociólogo”, matiza con semblante serio.
“No he vivido una experiencia cercana -recuerda- Yo era uno de los chicos listos y con unos padres respetables y los pedófilos solían escoger a niños pobres y que tenían problemas en el aprendizaje. No solo los pedófilos, sino también profesores que eran crueles físicamente, que tenían un poder y lo utilizaban.
Por eso, para el autor de “Pecado” (RBA), nacido en Wexford (Irlanda) en 1945, la parte “más espeluznante” de su obra es cuando el padre Tom (el sacerdote asesinado) describe en primera persona los actos cometidos contra uno de los personajes del libro. “Yo mismo me espeluzné cuando escribí estas líneas”.
Pero el ganador de la XI edición del Premio Internacional RBA de Novela Negra, más allá de haber abordado este tema, presenta un nuevo libro con una trama que atrapa desde el principio usando, según reconoce, el “mayor cliché de todos”. Es decir, con un cadáver en una biblioteca.
“Uno de los placeres de escribir novela negra de misterio es que uno tiene que trabajar con los clichés, y es muy interesante descubrir nuevas maneras de trabajar dentro de esos clichés”, afirma Black, al tiempo que expresa que no ha tenido la “tentación” de crear un nuevo detective rodeado de tecnología y en pleno s.XXI, sino continuar en la línea de Quirke.
“Escuché en una entrevista a uno de estos genios de Silicon Valley que decía que hace cien años la gente estaba obsesionada con la electricidad y a día de hoy nadie habla de la electricidad. En 50 años nadie hablará de la tecnología, ¡se habrá acabado la tecnología como tema!”, exclama.
Y otra de las tentaciones en las que no ha sucumbido, aunque no por él sino por sus editores, ha sido la de aparecer con otro pseudónimo, ya que hasta ahora Black está ligado solo a las tramas de Quirke.
“Me hubiese encantado -cuenta- pero mi editor me dijo nos había costado tanto que se estableciera Benjamin Black que no podíamos sacar otro pseudónimo. Pero me encantaría, yo por mi tendría 10. George Simenon (el padre del comisario Maigret) lo hizo, hay muchas novelas que no se saben que son de él porque las escribía con otro nombre”.
Gran amante del invierno, Banville se mete en la piel de Black solo en verano, una estación que odia por ser la más “aburrida”. “Me dedico a matar el verano con Benjamin Black. Me da la excusa perfecta para no ir de vacaciones familiares”, bromea.
Pero ahora, con dos personajes en su cabeza, Black reconoce que se repartirá el tiempo para los dos, pese a que cada vez que escribe una se promete que será la última. Eso sí, Black cuenta con un deseo que no sabe cuándo se cumplirá: “Escribir una novela negra en la que no se cometa ningún crimen”, concluye.