Una milicia de ciudadanos de las Islas Caimán, atraída por una recompensa de 5 dólares por cabeza para cazar y exterminar a las iguanas verdes invasoras de Caimán, ha matado ya a más de 100.000 ejemplares desde el 14 de noviembre. Ello hace que cada día acaben un promedio de 9.000 restos en el vertedero […]
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Una milicia de ciudadanos de las Islas Caimán, atraída por una recompensa de 5 dólares por cabeza para cazar y exterminar a las iguanas verdes invasoras de Caimán, ha matado ya a más de 100.000 ejemplares desde el 14 de noviembre.
Ello hace que cada día acaben un promedio de 9.000 restos en el vertedero sanitario de George Town, la capital.
Desde que el Gobierno pusiera precio hace doce días a la iguana, más de 300 hombres y mujeres, armados con palos, machetes y escopetas de aire comprimido, han estado rastreando cualquier esquina en busca de la presa.
Un reptil que el ejecutivo quiere eliminar al considerarlo un serio peligro para la supervivencia de las cosechas y la agricultura en general, así como para la flora y el hábitat natural.
La meta es acabar con alrededor de un millón de iguanas.
“Esto es histórico”, aseguró a EFE Karl Noble, un contable colegiado y administrador de propiedades, quien logró el contrato inusual y la encomienda del ejecutivo de coordinar a la milicia popular.
Una parte del trabajo de Noble consiste en diariamente supervisar y hacer una auditoría de los ejemplares abatidos a pie de vertedero.
“De esto que estamos haciendo se hablará en el futuro. Nunca se ha hecho esto antes en ningún otro lugar del mundo” donde haya iguanas, subrayó Noble.
De acuerdo a los expertos locales, las iguanas verdes llegaron a las Islas Caimán como mascotas en la década de los 80 logrando algunas de ellas huir a zonas salvajes donde se multiplicaron.
Otras llegaron en barcos de países donde eran endémicas.
Pero no todos se sienten atraídos por los cinco dólares por cabeza que supone la recompensa.
Hace casi una década, Hamlin Stephenson se retiró a su pequeña granja después de una larga carrera en la industria de la construcción.
En un pequeño lote de tres acres, cría una gran variedad de frutas y verduras que vende a los Mercados de Alimentos y restaurantes, y posee un puesto propio en el mercado callejero de los domingos.
Era una jubilación dorada hasta que las iguanas llegaron a sus tierras como una fuerza invasora de hombres de infantería camuflados que se arrastraban entre las calabazas y las batatas.
Primero fueron las calabazas, luego los pepinos, luego las batatas y las espinacas.
Solo okra, un vegetal, y los tomates quedaron intactos.
Ahora, a sus 71 años, Stephenson barre de arriba a abajo sus tierras con una escopeta de aire comprimido varias veces al día.
“No podía sobrevivir con la destrucción que estaban causando”, dijo a EFE.
De hecho, Stephenson ya participó en una iniciativa similar que hubo en 2006.
En aquel entonces su grupo mató 1.600 en una sola semana.
Ahora está al acecho de estos lagartos por su propia cuenta y en
un día puede matar entre 30 y 135 por día, dependiendo de la ubicación.
“Lo más importante es quitarlos de en medio. Honestamente, los cinco dólares no cubren ni siquiera lo que estoy perdiendo en el producto que no logro vender. Es imposible sobrevivir como granjero con estas iguanas; destruyen todo y, tan pronto como las disparas, más vuelven”, agregó.
Aunque limpia sus campos todos los días, dice que siempre encuentra nuevas iguanas arrastrándose desde las propiedades vecinas.
El gobierno está poniendo sus esperanzas en la creencia de que un sacrificio nacional concertado reducirá suficientemente la población.
A fines del próximo año, asumiendo que todo va según lo planeado, se habrán invertido nueve millones de dólares para librar al país de las especies invasoras.
Pero incluso las proyecciones más optimistas sugieren que no será suficiente.
Hasta el momento, los números de sacrificio indican que el proyecto está por delante de su objetivo de alcanzar un millón de iguanas en un año.
Por último, el vicedirector del Departamento de Medio Ambiente de las Islas Caimán, Tim Austin, reconoció, en declaraciones a los medios locales, que trabajar para la erradicación de una especie es un “desafío inusual y, a veces, incómodo para el personal y los investigadores, muchos de los cuales están motivados por el amor al mundo natural y animal”.
Pero, dijo, “la amenaza planteada por la explosión de la población sin control era demasiado seria como para ignorarla”.
“La mayoría de la gente en nuestro departamento entiende el panorama general. La fauna nativa debe tener prioridad”, agregó
Por último, subrayó que nadie quiere ver la crueldad con los animales o el sufrimiento innecesario, “pero la verdad es que no deberían estar aquí y la mayoría de nosotros hemos llegado a un acuerdo sobre eso”.