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Opinión

4 de Abril de 2019

Rafael Gumucio: “Esta es la época moralmente más cobarde de todas”

“Por qué soy católico” del escritor Rafael Gumucio es una provocación, pero no sólo la que es más evidente, la de declararse parte de una institución que se derrumba; sino porque interpela a los ateos: “no creen en Dios, porque su capacidad de creencia está copada como la de cualquier tarjeta de crédito”. Quizás el mayor sacrilegio de este ensayo sea recordarnos que nadie es su propio fundamento.

Constanza Michelson
Constanza Michelson
Por

Por Constanza Michelson

“¿Eres católico tú? – vuelven a espantarse en otra fiesta o en la misma”. No le creen a Gumucio, y él insiste: soy católico apostólico romano. ¿A quién quiere provocar el autor, a sus amigos, a los “falsos ateos” liberales, a los que se nombran a sí mismos como católicos? ¿Por qué escribir justo en este momento sobre su catolicismo?

“Evidentemente es una provocación, porque la iglesia católica está en su punto más bajo y nunca ser católico ha tenido más costos que hoy, y menos beneficios. Pero lo que quiero decir es que el catolicismo tiene una serie de ideas morales y filosóficas que están más vigentes que nunca y que son más necesarias que nunca. Como la idea del semejante, la idea del perdón de los agravios, la idea de que los problemas son comunitarios y no personales, de que la redención es social y no personal”.

-¿Te parece que lo político se volvió personal?

“Lo personal es político”, es un lema inteligente pero que hoy es peligrosísimo, se tergiversó, porque existe lo personal y lo político, y cuando tú dejas que lo personal invada lo político, también dejas que lo político invada lo personal. O sea, si tú dejas que la sociedad, o el Estado, o la ley sea influido por tus antipatías, simpatías, odio, ganas, también dejas que, al final, el Estado o la ley pueda gobernar tus sentimientos y, de hecho, es de lo único que estamos hablando (,) todo el tiempo, de los sentimientos de éste, de los sentimientos de otro, del agravio de cual, de aquel y, al final, hay un momento que se llama la política, también se llama la justicia, se llama la ley, donde cada uno depone de sus justos o injustos sentimientos y se acoge al criterio de la razón, que se supone es impersonal, y se supone es no sentimental.

-¿Y por qué tu resistencia se llama catolicismo y no socialismo, o política por último?

Porque el catolicismo es una bisagra entre la filosofía platónica-griega y el pensamiento moderno. El cristianismo nació en Grecia como una síntesis cultural, muchos de los avances, sobre todo los que me interesan, tienen que ver más con la república liberal, con el Estado de derecho, pero que no serían posibles sin una cultura cristiana que da al liberalismo su sentido, inventando a este nuevo personaje llamado individuo. Por algo la Ilustración tuvo lugar en el cristianismo y no en el islam o en el hinduismo.

-¿Y hoy qué es lo que el catolicismo puede ofrecer a las sociedades liberales?

El cristianismo predica un cierto equilibrio que el liberalismo no predica, y por eso el cristianismo se opuso al liberalismo, en muchas partes se sigue oponiendo, pero no sería posible sin él. Por eso ahora los chalecos amarillos dicen que ellos han recuperado la fraternidad, que es la gran deuda que tiene Francia respecto de la consigna” libertad, igualdad, fraternidad”.

-“La única forma de salvarse de la muerte es abandonar el monólogo con Dios o el destino para hablar con tus vecinos de cruz” escribes en el libro, tomando la idea de la potencia política de la amistad. ¿Cómo ves la posibilidad de la fraternidad bajo la moral liberal?

Es imposible sin un solo padre. Y una sola madre. Por eso hay un momento en la república en que el liberalismo se encuentra con la dificultad de cómo predicar fraternidad si no tiene padre. Entonces ahí es donde los propios liberales se dan cuenta de que hay que inventar un Dios. Stalin inventó el Partido Comunista, ahora sería el mercado.

-¿Y te parece que el dios-mercado facilita la fraternidad? Hay autores como Luigi Zoja, que afirman, que precipita más bien hacia la manada.

Como dice Zizek, los chalecos amarillos quieren educación gratis, servicios gratis pero pagar menos impuestos.

-No se quieren duchar menos

Claro. Pero es que también tienen toda la razón del mundo. Yo no puedo aguantar que un gobierno que me dice que el crecimiento es lo importante y que el uso indiscriminado de recursos es lo importante, me pida a mí que me duche menos. Que se duche menos el mundo. Entonces, hay un problema de lógica. ¿Quién me dice que me duche menos? ¿Me lo dice la ministra mejor vestida del gabinete? Entonces, ahí el cristianismo tiene una respuesta completamente imposible y bien irrealizable, pero que es la única: que te lo pida un hermano. Digamos, sabes qué, hay poca agua, ¿qué hacemos? yo renuncio y tú también renuncia. Esa es la fraternidad.

-Insistes en que no sólo eres cristiano, sino que católico. ¿Por qué para defender la fraternidad te ubicas del lado de una institución tan desprestigiada?

La base del cristianismo es la abdicación del poder, frente al poder siempre elegir el no poder. Es una moral de impotencia, por eso a los romanos les pareció tan indigna, peligrosa y molesta. Evidentemente que es difícil tener una jerarquía heredera del Imperio Romano que abdique del poder. Es una contradicción y la Iglesia muchas veces no ha podido salir de ella. El Game of Thrones de la historia se acaba cuando llegan los monjes, y este contra poder no podía abdicar totalmente del poder, sino dejaba de tener importancia. El juego siempre ha sido, y por eso digo que soy católico y no cristiano, la complejidad de tener poder poder, propiedades, injerencia en los asuntos políticos, tener hasta banco, pero al mismo tiempo ser una institución contra el poder.

-¿Y será posible sostener un sentido tan paradojal como ese, hoy?

Los católicos somos, como siempre en este asunto, más visibles. La crisis no es de la institución católica solamente, la crisis es de cualquier institución antigua que conocemos: la democracia, el parlamento, el partido socialista, el partido comunista, el partido liberal. Todos están en entredicho. Lo que pasa es que en nosotros es más espectacular.

-Cierto. Pero particularmente en la Iglesia católica se están develando delitos. ¿Cómo viven los católicos con una Iglesia condenada por abusos en todo el mundo?

De todas las imágenes, la más patética para mí es la del papa que no quiere que le besen el anillo, pero no puede impedir que lo hagan. Ahí está el error fundamental. Si no quiere que se lo besen, mejor que se lo quite. Y si se lo guarda tiene entonces que explicar por qué hoy adultos se arrodillan a la altura de su pene sin que parezca una fellatio. El papa entiende que el anillo y arrodillarse ahora es imposible pero igual no se quita el anillo, o sea la señal de poder terrenal. Estoy seguro que en la época de Mazarino y Richelieu a nadie le importaba que la iglesia fuese un nido de pedófilos, pero si la iglesia renuncia a los poderes de este mundo no puede ser al mismo tiempo un burdel.

 

FALSOS ATEOS

“Por más lejos que esté el papa de los pobres de verdad, y por más lejos que estén sus predicas de una revolución, su discurso y el de los curas que viven en poblaciones produce en los liberales de todo pelo una urticaria infinita. Y es como si los pecados sexuales de la Iglesia no fueran un desmentido de la misión del cristianismo, sino un alivio que les permite vivir perfecta y totalmente en la fe del mercado a la que le atribuyen más milagros de los que nunca le han reconocido a todas las vírgenes juntas”. Escribe Gumucio, discutiendo con los liberales, insinuando además no creerles su ateísmo: “…los veo temblar en el dentista tanto o más que yo y en la sala de parto de sus hijos”.

-Sospechas de la discusión religiosa de los liberales

En Chile hay harto de esta liga, que es bien ridícula, que parece del siglo XIX, que son estos come curas, que se parecen a los radicales del siglo XIX, que son anti católicos, fanáticos. Una barra brava que está todavía leyendo a Voltaire, y descubriendo recién que Jesús no existió.

-Y más allá de la cuestión teológica, planteas algo muy polémico con relación al escándalo de los abusos sexuales en la Iglesia

Lo sexual es lo único que a esta sociedad le interesa, le excita y le molesta. ¿Has visto algún reportaje sobre el banco, impuestos? O sea, lo único que importa aquí es quién se metió con quién, porque es lo único que se puede sancionar. Nadie en una sociedad como la nuestra, hipercapitalista e hiperindividualista va a juzgar a alguien por haberse hecho rico. Nadie se ha preguntado cómo hicieron su fortuna los Weinstein y cómo pagan, a quién pagan y a quién no, cómo tratan a los empleados mexicanos.

-Cierto. Lo económico no es el escándalo que hoy está en las páginas de los diarios, sin embargo la contradicción moral de la curia es relevante, ¿quizás sospechas de por qué ahora?

¿Qué es lo que estalla con el escándalo de la Iglesia? Algo que hemos sabido siempre, no sabíamos los detalles, la verdadera obsesión. Pero el tema esencial es preguntarnos si esta época es valiente o cobarde moralmente. Esta época cree ser una época valiente. Siente que tiene el derecho y que está logrando juzgar los crímenes del pasado y los del presente porque tiene un coraje moral que las otras generaciones anteriores no tuvieron.

-Y tú, ¿qué dices?

Yo digo que esta es la época moralmente más cobarde de todas ellas porque solo juzga a los poderes que están extintos y el único poder que no juzga es el poder del mercado, el poder del crecimiento. La verdadera y única religión de hoy, es esta. Una religión absurda, que se basa en la idea de que somos eternos, que la medicina nos va a volver eternos, de que los recursos son infinitos, de que el país tiene que crecer, de que uno tiene que crecer económicamente, de que uno tiene que ser distinto a lo que fue.

Por qué soy católico
Editorial Penguin Random House, 2019, 122 páginas.

 

LA LIBERTAD SEXUAL ES UNA ESTAFA

-Ese mismo dios-mercado que rechaza la idea de que vamos a morir, dices que ve a la pobreza como a la lepra y, que en su tecnocracia para erradicarla, en su “guerra contra la pobreza”, termina haciéndole, literalmente, la guerra a los pobres. ¿Y tu dios?

Uno podría cambiar el punto de vista y las cosas se ven y se entienden de otra manera. Por ejemplo, en vez de hacer la guerra contra la pobreza, hacerla contra la riqueza, ahí todo encaja. La religión cree que los ricos son gente que está muy mal y que hay que ayudarla, habría que hacer una comisión para la extinción de la riqueza y juntar a un grupo de pobres para asesorar a los ricos para dejar su estado de precariedad.

-¿Cuál es la precariedad de los ricos?

Su precariedad cultural, su fragilidad, siempre siempre tienen miedo, porque siempre les pasan cosas, no pueden entrar a sus casas sin que les hagan un portonazo. Viven en un estado de precariedad, de fragilidad. Son vulnerables. Entonces, si tú les pones “vulnerables” a los ricos y te preocupas de los ricos, todo tiene un sentido. Así también, cosas como el aborto, el divorcio tiene otro sentido visto desde los pobres, de que es una estafa. La libertad sexual es una estafa para los pobres.

-¿Cómo así?

Porque es caro. Caro para los hijos, para los padres, la familia es la única institución socialista que existe en el mundo, es lo único que no es rentable.

-No, no lo es.

Tiene otras rentabilidades: afectivas, tribales, de la especie. Esas otras rentabilidades son las que la economía cristiana, digamos, que es igual a la socialista en muchos sentidos. Es como decir “no vas a ganar en plata, vas a ganar en bienestar, en mejoramiento, en enriquecimiento personal, todo ese tipo de cosas. Pero por eso tiene sentido. En el fondo el cristianismo, la esencia de muchas de estas políticas súper conservadoras cristianas, tienen que ver con que uno no elige bien y que uno no es el último juez de las cosas que uno hace bien, sino que Dios o el destino a veces elige bien por uno. Y tiene mucho sentido. Todos saben que casarse puede no ser para toda la vida, pero todos saben que tener un hijo te compromete para toda la vida. Ahora, es una patudez de mi parte decir esto, porque yo soy parte de esta sociedad liberal. O sea, yo haría lo mismo que todo el mundo respecto del divorcio, el aborto.

FALSOS CATÓLICOS

-Te defines como conservador

No soy progresista, no creo en el progreso, nunca creí. Hubo un momento en que las tecnologías y la forma de construcción social y de construcción de la opinión pública y de construcción de los medios se les escaparon de las manos hasta a su propio fabricante, hasta los propios creadores del sistema, hasta a Steve Jobs. Mira cómo murió, transformado en un cadáver viviente. Nosotros los conservadores siempre hemos sido enemigos de los progresistas, pero los progresistas tienen problemas también.

-¿Qué quieres conservar?

Un conservador es alguien que cree que uno ve más lejos si se pone sobre los hombros de los gigantes y uno ve menos lejos si se pone el gigante sobre los hombros. O sea, que es una estupidez pensar que yo voy a ver solo y, por ejemplo, una de las estupideces del progresismo es pensar que la verdad la tienen los jóvenes inexpertos o los locos. Soy un pesimista, y, luego creo que nada se construye fuera de una tradición y fuera de un pensamiento. Pero lo que te quería decir es que yo creo que en este momento, hasta al progreso se le ha escapado de las manos a los progresistas, ni ellos, ni Bill Clinton, ni Tony Blair, ni nadie entiende de lo que estamos hablando, ni ellos tienen la fórmula mágica, entonces es un momento en que por eso yo creo que hay que volver a tu capilla.

-Tampoco creo en el progreso, de eso aprendimos en el siglo XX, ¿pero será el momento de irse contra el progresismo antes que apuntar al levantamiento de la ultraderecha? Eso de volver a la capilla lo podría decir Bolsonaro

Me pasa muchas veces que está José Antonio Kast en la radio y dice “yo como soy cristiano, o soy católico, no puedo estar de acuerdo contigo”. Yo también soy católico”. Y puedo decir: “No, tú no eres católico, tú traficas con el tema, tú explotas la franquicia, pero no eres católico”. Lo único que se le puede quitar a esta gente es el derecho a usar y abusar de terminologías que no son las suyas.

 

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