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Cultura

30 de Abril de 2019

Entrevista al cineasta francés Stéphane Brizé: “Yo junto pedazos de una manera muy orgánica, de un lado y otro, para contar una historia”

Por Julio Osses Los superhéroes de las películas de Brizé no usan capa ni destruyen villanos con rayos que les salen de los ojos. Pero suelen librar batallas imposibles contra hostilidades del mundo que los rodea, tienen dudas morales profundas, pero su determinación es kamikaze, y serían capaces de gritarle al cielo y girar la […]

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Por Julio Osses

Los superhéroes de las películas de Brizé no usan capa ni destruyen villanos con rayos que les salen de los ojos. Pero suelen librar batallas imposibles contra hostilidades del mundo que los rodea, tienen dudas morales profundas, pero su determinación es kamikaze, y serían capaces de gritarle al cielo y girar la tierra al revés para luchar por la pasión inextinguible que los guía.

La batalla silenciosa es una película impactante. Importante. Más de un millar de empleados de una fábrica del suroeste francés han sido traicionados. Dos años antes, han firmado un acuerdo con la empresa, filial de un gran holding alemán, para extender horarios de trabajo y reducir sus beneficios, como un gesto solidario que evite el cierre de la fábrica y les permita tener trabajo por 5 años más.

Han pasado sólo dos y los alemanes deciden terminar con las operaciones y despedir a todos los empleados. Los sindicatos unidos por el inminente infortunio no lo van a permitir fácilmente, y si hay que dar guerra la dan, con el actor Vincent Landon encabezando una trinchera de negociaciones, desencuentros y vueltas del destino que sacuden al espectador con una dosis de realidad cruda que ningún noticiero podría superar.

En guerre (título original), es efectivamente el relato frenético de una batalla silente, sin disparos, pero saturante de rabia, incertidumbre y sorpresas desagradables del enemigo en el entorno. Es la quinta película de Stéphane Brizé, autor del cine más fresco y profundo exportado de Francia durante los últimos años. Con un cine que profundiza un estilo en que los textos que escribe y la posición de la cámara parecen más un gesto político que una obra de arte. Aunque, finalmente, resulten en un cóctel embriagante de ambas.

En conversación con el cineasta nos comenta el vínculo sobre los personajes y su propia historia: “Sean estos personajes femeninos o masculinos, yo siempre escribo sobre mí. Yo hablo de mí. Mis dos películas anteriores (Una vida, una mujer y El precio de un hombre) están hablando sobre mí, pero también hablan de los actores que encarnan esos personajes. Me pasa muy especialmente con Vincent Landon. Ambos tenemos personalidades muy complementarias, con la diferencia de que, si yo estoy feliz, él está super feliz, y si yo estoy triste, él está super triste, porque él es un actor y su sensibilidad es así. Con estos personajes construyo una historia, no es mi vida, pero a medida que avanza el proceso ellos me hablan de su relación con el mundo, y finalmente todas estas películas son un documental sobre lo que pasa conmigo. Tal vez por eso tienen ese toque intimista”.

Brizé estuvo en Santiago para presentar En Guerre en el Festival de Cine Francés. Si se le pregunta por sus referentes cinematográficos, responde con evasivas. Dice que no leyó libros ni vio películas hasta los 20 años. Qué antes de eso, sólo consumió lo que le llegaba a través de la TV. Pero a que esa edad, sintió un impulso irresistible por escribir y relata: “No tengo historia de cinéfilo. Había visto las cuatro comedias que pasan el domingo en la noche y había leído los libros que te imponen en el colegio. Pero a partir de los veinte tuve la necesidad de escribir e inventar imágenes. Yo escribía con una intuición más bien inocente, pero evitando deliberadamente parecer un cinéfilo. Recién a los cuarenta años, tuve la necesidad de absorber todas esas películas de las que me había privado para encontrar mi propio camino. No podría haberlo hecho antes era porque un problema de confianza personal. Recién ahí sentí que tenía legitimidad para expresarme como artista y me sentí capaz de empezar a filmar”.

Tal vez por eso ese estilo, rústico, de cine documental

Quiero decir algo, pero no espero causarle molestia a nadie. A mí en realidad no me gustan mucho las preguntas sobre mis referentes en el cine, Godard y Truffaut, yo los conozco a todos ellos. Pero en realidad a veces los periodistas hacen que todo este proceso [de hacer películas] parezca mucho más inteligente de lo que es. Pero tiene mucho de intuición. Es caótico. Por ejemplo, si a Vincent Landon le preguntaran cómo hace él para actuar, te diría que no está interesado en saber eso. Él sólo actúa de la manera que sabe hacerlo. Entonces mi respuesta sería parecida. Yo no sé cómo hago lo que hago. Yo junto pedazos de una manera muy orgánica, de un lado y otro, para contar una historia.

Sin embargo, Brizé conoce y rescata el ritmo frenético y la renovación artística de la Nueva Ola francesa y es capaz de quedarse varios minutos divagando en el tema de buscar miradas frescas y orgánicas para el cine. Tal vez porque sus propias películas, especialmente las últimas tres, comparten con la Nouvelle Vague ese viejo, pero siempre nuevo vigor del cine filmado con profundidad y con una actitud salvaje.

Durante los diez primeros minutos de En Guerre, podría asegurar que estamos ante un documental y la relaciono mucho a la película Une vie. Hay un uso del voice over, del silencio y el sonido ambiental, de la cámara quieta explorando la tormenta interior del personaje de Jeanne, que también tiene algo de documental. ¿Podríamos decir que este tipo de mirada es algo que define tu sello como cineasta?

Hice muchas entrevistas sobre Une vie, y esta es la primera vez que alguien se da cuenta de que hay algo de documental en esa película. Yo partí ese trabajo en El Precio de un hombre. Está la idea de traducir una fuerte sensación de realidad, y eso se consigue al decidir en qué lugar estará puesta la cámara. Esto consigue crear en el espectador no el sentimiento de que la cámara estaba calculadamente en ese lugar, sino que la cámara se encontró ahí en el momento justo. Por lo tanto, el personaje parece darme su autorización tácita para estar ahí, para que podamos presenciar ese momento personal, para que todos podamos ver lo que está sucediendo como si estuviéramos captando un momento real. Toda esta reflexión es para llegar a traducir esa idea de realidad que me cuesta mucho expresar en palabras, pero que me emociona mucho cuando estoy en el proceso de hacer cine. Creo que me conmueve mucho más la idea de crear una imagen que puedas sentir como real, que captar la realidad misma.

Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.

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