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Cultura

28 de Mayo de 2019

Crítica de Cine “Patu, la leyenda”: Rapa Nui sin mediación de extranjeros

La cinta, rodada y producida íntegramente en la Isla de Pascua, bajo la dirección de Waitiare Kaltenegger Icka, se presentó en Le Marché du Film, en el Festival de Cannes.

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Patu, la leyenda es un mediometraje que fue rodado y producido íntegramente en Rapa Nui bajo la dirección de Waitiare Kaltenegger Icka, de madre rapa nui y padre austriaco, egresada de la escuela de cine de la Universidad Mayor.

El film está completamente hablado en la lengua Vananga Rapanui (lengua del lugar), donde trabajaron más de 60 personas entre técnicos y actores, todos originarios de la Isla. La directora tiene como principal motivación una premura en dejar constancia de las historias de este pueblo que se han ido desvaneciendo con la muerte de los ancianos y la entrada, junto con la tecnología, del modo de vida extranjero, que introduce costumbres y valores distintos a los de esta cultura que ha logrado sobrevivir a su historia.

Este resguardo y rescate cinematográfico del patrimonio cultural de Rapa Nui será presentado en Le Marché du Film, en el Festival de Cannes, ocasión en que compartirán con profesionales de la industria cinematográfica de todo el mundo.

La historia, que mezcla segmentos con actores y segmentos con animaciones, es acerca de dos hermanos: Patu y Heru, guerreros de una de las tribus que habitan la Isla y quienes, durante la ceremonia para conseguir pareja entre los jóvenes, son seducidos por las Varua, poderosos espíritus que disfrazan sus rasgos y se convierten en hermosas mujeres. Ellas les hacen beber una pócima mágica para mantener el hechizo sobre los guerreros, viven juntos, y tienen dos hijos, quienes son mitad humano y mitad espíritu, pero que, una vez descubierto el engaño, los hermanos deben dejar para poder recuperar sus vidas.

El relato de la historia vivida en la Isla, y más aún de su cultura (nunca había escuchado por más de diez minutos a alguien hablar en dicha lengua), no ha llegado jamás por estos lados, no al menos de manera directa, sin pasar por la mediación de los medios de comunicación extranjeros. Por lo que esta pieza es relevante en cuanto a que es construida a partir de un interés y de una narrativa propia, en que se va más allá de la ficción como tal, sino que se une a los pocos escritos que hay en la isla y a las leyendas transmitidas de forma oral de una generación a otra. Es una muestra, un pedacito de una cultura, además de volver a la directora una pionera en el cine de este género originario de la isla, despegándose de los límites del documental, pero siendo sumamente apegada a la realidad.

Una de las manifestaciones de lo antes indicado es que en el relato vemos como años más tarde del abandono de sus hijos, Patu y Heru, que han formado nuevas familias con siete hijos en total, deben enfrentar el retorno de sus primogénitos, oportunidad en que nos adentramos en el tipo de crianza, la transmisión de información por medio de los tatuajes, así como el culto a diversos elementos de la naturaleza. Y lo más relevante es que el principio y fin de la cinta está en la conexión que hay con los muertos, que habitan cada espacio y elemento que conforma a la Isla.

Una obra necesaria, para ellos, por cuanto significa un registro de historias que conforman a su pueblo y necesaria para el resto, sobre todo para los chilenos, quienes afortunadamente aún tenemos tiempo para comprender su cultura, a la vez que se vive un proceso de reconocimiento étnico en Chile. Porque el reclamar un territorio como propio no es tan sólo por sus beneficios, sino que debe hacerse cargo de la responsabilidad asociada de crear una nación multicultural.

Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.

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