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Entrevistas

2 de Agosto de 2019

Patricio Villagra, astrólogo, hinduista y boxeador: “Me voy a Estados Unidos a pelear por plata”

Patricio Villagra Cerezo (33) es desconcertante arriba y abajo del ring. Arriba pone caras, hace morisquetas, bufonea. Abajo tiene cuatro hijos con tres madres distintas. Ha vivido por todo Chile, pero se considera iquiqueño. Es astrólogo, budista, hinduista, seguidor de Nikola Tesla y hasta asegura que la Tierra es plana, pero no quiere que lo traten de loco. Ha sido estibador, guardia en cabarets, vendedor callejero de mote con huesillos y chofer de camión de Coca-Cola, Uber y taxis. Sin embargo, nada lo satisface. Como boxeador olímpico, volvió a poner el nombre de Chile en los Juegos Panamericanos después de 16 años de ausencias. Como profesional, ha ganado, perdido y empatado. Ahora se va a probar suerte a California.

Por

¿De dónde es el niño Villagra?

– Eres privilegiado, porque nadie sabe donde nací. Yo nací aquí en Santiago, en la comuna de Quinta Normal. Vengo de una familia de esfuerzo de padres bien trabajadores. Me llevaron a vivir en varias partes de Chile. Yo elegí vivir en Iquique con mi madre después que murió mi papá, cuando tenía 18 años. Antes era un buen niño, responsable, inquieto, muy enérgico, pero conflictivo.

¿En el colegio, en el barrio?

– Donde sea. Conflictos tengo siempre. Me echaron de todos los colegios. En uno me aguantaron dos años, porque era evangélico. Sólo por el amor de Dios (se ríe).

¿Pero qué tipo de conflictos?

– Peleas.

¿Y tus papás qué te decían?

– Querían que detonara esa energía en el deporte. Mi papá era artista marcial. Con él expresaba todo ese carácter recio desde muy niño. Cuando tenía problemas en la calle, se equivocaban y querían pasar por encima mío. Después, cuando cumplí 22 años, vi una pelea de Julio Cruz y le estaba pegando un peruano, que le ponía la cara y le pedía “dame, por favor, dame, uno que sienta”.

Lo estaban bailando.

– Ese peruano me hace eso a mí, yo invoco a todas las fuerzas y le saco la cabeza. Me vi arriba del cuadrilátero. Llegué a la casa diciendo “quiero ser boxeador, quiero pelear”. Me dijeron “por favor, anda a gastar esa energía”. Y aquí estoy.

¿Dónde partiste?

– Fui al Heriberto Rojas de Iquique -emplazado en un viejo caserón de la calle Thompson, es uno de los clubes más antiguos de Chile. Está a punto de cumplir un siglo de vida- y no me gustó. No me sentí satisfecho porque me dijeron “pégale al saco”. Sentía que algo me faltaba. Yo trabajé mucho tiempo en un cabaret en Iquique…

De guardia, me imagino…

– Sí (se ríe) Ahí conocí a Gabriel Ampuero. Seis veces campeón de Chile. Él entrenaba en todas partes, pero me decía que los mejores boxeadores estaban en el Charly Boxing. En ese entonces, yo cargaba galones de cerveza, llevaba cajas, porque tenía un buen negocio…

Momento. ¿El Charly Boxing es el gimnasio que queda al lado de una schopería en Iquique?

– Sí. En verdad, es el pequeño patio del domicilio particular de mi entrenador, el que me hizo boxeador, don Charles Patricio Villarroel Medina*, que nos debe estar escuchando.

Que en paz descanse.

– Tú lo has dicho. Fui a hablar con Charles, pero no me quiso. Me encontró muy decidido.

¿Se asustó?

– No sé, pero el gimnasio estaba en su casa. No es llegar y llevar a cualquier tipo a su casa. Pero lo convencí, empecé a entrenar al otro día. En resumen, yo descubrí al profe (dice orgulloso). Yo estaba a dos semanas de cumplir 23 años.

Igual partiste tarde en el boxeo…

– Creo que nunca es tarde.

¿Cómo te cambia Charles?

– Nunca me cambió. Me quiso tal como me conoció. Pasaron unos meses y me dijo “Patito, viene el nacional”. “¿Qué es eso, profe?”. “Ahí se pelea el título nacional para ser campeón de Chile”. Y mis ojos brillaron. Qué increíble. Había hecho tres peleas, una en el gimnasio, otra en Alto Hospicio y otra en la cárcel de alta seguridad…

¿Cómo en la cárcel?

– Fue un combate de exhibición con Walter Trabuco, un zurdo.

¿Quién ganó ahí?

– Quién cree usted (me mira con sonrisa burlona)… No, yo perdí, me ganó Trabuco por puntos. Para qué vamos a mentir. Era un experimentado campeón de Chile, apenas le puse un pencazo, pescó la moto y no peleó más. Se fue para acá, para allá, usó su experiencia y me hizo golpear el aire. El profe Charles Villarroel organizaba combates en todas partes, él fue una gran persona y tenía acceso a todo el mundo. No se limitaba con nadie. Era una mega estrella. Dónde fuera, lo conocían. Un tipo muy increíble.

¿Qué es para ti Charles Villarroel?

– Fue mi papá (Villagra se quiebra, se pone a llorar y me pide parar un poco). El cabezón me las aguantaba todas (me dice aún con lágrimas en los ojos). Para mí Charles es lo más grande del boxeo nacional. Se ponía de mi lado, no estaba ni ahí. He sido conflictivo pero siempre he sido bien responsable, entreno todos los días, de lunes a lunes. El trabajo es lo que molesta, que hay que trabajar y ser boxeador. Es una doble vida.

(*) Charles fue encontrado muerto con un impacto de bala en la playa de Cavancha en julio del 2016. La PDI determinó que se trató de un suicidio.

EL SECRETO FAMILIAR

¿Te consideras a tí mismo un iquiqueño o un trotamundos?

– Buena pregunta. Con el tiempo, a mis 33 años, creo que principalmente importa donde uno sienta que es. Mi cédula puede decir nacido en Quinta Normal. Pero si tú me preguntas de dónde eres, yo soy de Iquique. Me crié con mi mamá en el centro de Iquique.

Ahí te anclaste…

– Todo el mundo me vio trabajar, trabajar, trabajar. La gente decía “está más flaco… está metido en la pasta”. Así es Iquique. Hasta que alguien me vio entrenando. Así pasó el tiempo, fui al nacional y nadie me tenía fe, porque yo tengo mi estilo y era muy nuevo.

¿Ibas a probar?

– No, yo iba a ganar el campeonato.

¿Cómo te fue?

– Salí campeón de Chile en 75 kilos.

Esa fue la primera vez…

– Sí, tenía las piernas súper gruesas porque jugaba al arco. Pesaba como 80 kilos. Tenía que correr dos veces al día para hacer los 75.

¿Paralelamente, en qué trabajabas?

– Era estibador portuario.

¿Cómo lo hacías para entrenar, la vida diaria?

– Al igual que ahora. Mi descanso se ha invertido en tiempo de entrenamiento. Por eso soy un poco esquivo con la gente, con los chaqueteros. A nuestro público nacional le gusta buscar los defectos, no las virtudes. No le gusta sobar la lámpara, no le gusta sacarle brillo a la gema. Le tira tierra, la embarra y la tapa.

¿Y tu mamá? ¿Cómo fue tu vida con ella?

– ¿Mi vieja? Lo más grande. Voy a saltarme hartos años. Cuando clasifiqué a los Juegos Panamericanos y gané mi bronce, me llamaron del hall del hotel donde estábamos hospedados todos los deportistas en Cumaná, Venezuela. Era mi mamá y me dice “oye, te felicito”. Lo normal. Luego me dice “bueno, vamos a destapar la olla, vamos a romper el secreto de la familia. Tú vienes de una familia de boxeadores”. Y yo cri… cri… “¿Y por qué nunca me lo habían contado?”, les dije. Bueno, el boxeador nunca les dio plata, sufrieron demasiado. Entonces, se guardó ese secreto, se enterró. Pero lo que enterraron fue una semilla y ahora creció esta rosa con más espinas (se ríe).

¿Nunca sospechaste nada?

– No, yo siempre pensé que el peleador venía de mi papá.

¿Y qué te pasó cuando te contaron?

– Fue emocionante conocer parte de mi genética, el linaje de los peleadores. Empecé a buscar información que estaba al alcance mío, no tenía idea. Igual fue lindo.

ROMPER LA HISTORIA

Desde su primer título nacional, el ascenso de Villagra fue meteórico y logró la clasificación a los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, tras tres ediciones sin boxeadores chilenos (Winnipeg ’99, Santo Domingo ‘03 y Río ‘07). La clasificación la logró en Cumaná, Venezuela, en compañía de Francisco Pinto jr. como entenador. Aseguró medalla tras vencer al haitiano Maurice Bien-Aime por RSC (Referee Stopping Contest, término que se utiliza en el boxeo olímpico para hablar de KO o KOT). Su rival en semifinales era el argentino Brian Castaño, quien había dejado en el camino al estadounidense Errol Spence jr. Ambos serían campeones mundiales años después en el profesionalismo. Sin embargo, Villagra jamás llegó a esa pelea: “Perdí por no asistir”.

¿¡Por Walkover!?

– Llegamos atrasados. Nos dieron mal el horario. Eran 32 países en competencia.

Eso es tan chileno…

– Bien clásico. Y sin directiva. Entrenador y los pelaos, nadie más.

Después fueron a Guardalajara.

– Hubieras visto como la Federación nos decía “¿A qué van a ir?”. Hace 16 años que no iba un chileno.

Después yo te pierdo la pista. ¿Qué pasó?

– Me castigaron. Un día anterior al viaje, fui a pedir dignamente que nos compraran equipos porque en las competencias anteriores nos andábamos consiguiendo. Eso era vergonzoso. Reclamé, me mandaron bien lejos y llegué con CNN a la Federación. “Este tipo superó todos los límites del conflicto. Si no trae bronce de los Panamericanos… lo vamos a poner a dormir”, dijo el padrino. Y así fue. Perdí por puntos con Myke de Carvalho. Cuando llegué a Chile, ya estaba castigado. Me fui para Iquique triste, un poco derrotado.

¿Por cuánto tiempo fue el castigo?

– Dos años. Me cortaron las manos, pero no sabían que Villagra es como un pulpo. Tengo más (se ríe).

¿Qué hiciste?

– Me puse a trabajar. A mi mamá le dio cáncer en ese tiempo, me dediqué a cuidarla. Me casé. Trabajé en la calle, me compré un carro de cabritas y otro de mote con huesillos. Me hice más conocido de lo que era por el deporte y ganaba un montón de plata. Harto esfuerzo si, harta pega. Me olvidé del boxeo por harto tiempo. Murió mi mamá. Un mes antes, le dije “nunca más en la vida me subo a pelear, no estoy ni ahí con estos desgraciados. Ahora entiendo porqué habían escondido este secreto”. Mi mamá ya no se reía ni hablaba, pero sabes que le salió una carcajada y me dijo “yo me voy a morir y tú vas a saltar arriba de ese cuadrilátero, a pelear con cualquiera”.

OBJETIVO: ESTADOS UNIDOS

El último grito como amateur de Villagra fue en los Juegos Odesur de Santiago 2014. Perdió en primera ronda. Después se instaló en Santiago y se hizo profesional. Actualmente ostenta dos triunfos, un empate y una derrota. Recientemente, recibió una llamada de Renato García, destacado púgil chileno de los años ‘70 que hoy está radicado en Estados Unidos, donde oficia de matchmaker. No era la primera vez que lo contactaba.

“Antes de los Panamericanos, Renato García me vino a buscar al CAR (Centro de Alto Rendimiento) en un Mercedes Benz con su abogado. Como en las películas. Pero yo fui bien infantil esa vez. Años después me fui, pero me vine. Tenía problemas personales, me estaba recién separando y a mi hija le dio una depre. Le faltaba el papá. Papitis. Además, hubo muchos problemas para que me saliera un combate, se me cayeron dos peleas y yo decidí volver. Pero yo soy así”.

¿Impulsivo?

– Demasiado impulsivo. Quedé hasta por cobarde, que se me hizo. Y tuve suerte, porque les gustó mi estilo. No como acá, que me dicen (pone una voz chillona) “no, que baja las manos, que es muy quebrado”…

Había espectáculo en Villagra.

– Allá, eso vale dinero. Les gustó, pero con mi ímpetu tonto me vine. No me arrepiento, o sea, igual me arrepiento. 50 y 50. Me arrepiento de haberme venido, porque dejé mal a Renato. Pero no me arrepiento por darle el favor a mis hijas. Ahora me voy por plata.

VIDA AMOROSA

Villagra se considera a sí mismo “un enamorado”. Tiene cuatro hijos (Kim, Elizabeth, Raquel y Matías) con tres madres distintas. Pero se casó una sola vez. Con ella se fue a vivir a la comuna de Padre Hurtado hasta que se separó.

En su época como boxeador olímpico lo echaron del Centro de Alto Rendimiento porque lo sorprendieron con una polola adentro. “Me pillaron llevándole el desayuno a la pieza. Pero son cosas de joven”.

Pero ya no eras tan joven…

– Estoy en mi mejor momento (se ríe). Uno tiene el derecho a hacer de todo en sus tiempos libres, no puede ser que tú no tengas dónde tener privacidad, eso es insólito. Al final me echaron. Me puse la horca. Me pusieron en la guillotina, en la silla eléctrica, y no podía morir.

¿Cuándo tuviste tu primera guagua?

– Tenía 15 años. De ahí para adelante se acabó el plan free.

¿Cómo es la relación con tus hijos?

– Bien. Los errores que he cometido creo que han sido involuntarios, se ha demostrado que son parte de mi inexperiencia como papá. Hoy tengo una relación bien linda con todas mis hijas. Me falta tener más relación con mi hijo, que no lo conozco mucho. Él es de Iquique y es una fotocopia mía.

¿Con cuál te llevas mejor?

– Con todas. Soy el papá. No tengo una preferencia.

¿Y con las mamás?

– Bien, no hay problema. Un saludo para todas ellas.

EL BOXEADOR ESPIRITUAL

¿Extrañas Iquique?

– Un montón. Yo soy surfista. Necesito sentirme salado. Soy vegetariano, pero igual me como un ceviche o un perol.

En algún momento adoptaste el budismo y el hinduismo…

– Todo partió vendiendo mote con huesillos. Un día llegó un loco a comprar, bien chascón, como George Harrison. Él me compraba y decía (pone voz ronca) “El néctar”. Era bien FM. Era de la FM Play. Franco Marín de Ferrari se llamaba. “¿Qué signo eres?”, me preguntó un día. “Soy libra”, le dije. Después me preguntó si yo sabía a qué hora nací. “A las 4:35 de la mañana, tal día, tal comuna”. “Ah”, me dijo, “ahora entiendo todo”.

¿Te sacó qué onda, la carta astral?

– Me sacó la carta astral y me gritó la vida. Me estaba dando en el hueso. Hasta que un día le pedí que me enseñara y me dijo “a tí, jamás, porque a ti te hablan de un semidiós y el diablo, y todavía no entiendes que el bien y el mal son servidores del dios supremo”. Me dejó loco. Me cagó, poh. Usó todos mis argumentos en mi contra. “Eres un vil ignorante, orgulloso”, me dijo. Soy un religioso sucio, ni siquiera profesaba una religión. No tengo argumento. Él también murió. Parte de mi vida es la muerte, es mi amiga. Mi papá, mi mamá, mis abuelos, mis maestros. Todos han muerto. Él fue mi maestro en astrología, él me llevó a Krishna. Todo el mundo puede elegir el color que quiera, pero sigue siendo color.

¿Qué te cambió?

– Se me abrieron los ojos. Dejé de vender la pescá. Me enfermé de la espalda y Franco Marín me dijo “tienes que dejar de comer carne o vas a sufrir”. Me hice vegetariano, por salud. De la nada dejé de comer carne y yo era el guatón parrillero. Fui un carnívoro empedernido hasta enfermarme, destruí mi vida así.

¿Pero te hiciste vegetariano o vegano?

– Vegetariano, aunque quién sabe. Quizás con el tiempo tenga una expansión de conciencia más elevada y sea vegano.

¿También te cambiaste el nombre o es sólo un apodo?

– ¿Mi nombre de boxeo? sí, el Toqui murió traicionado. En mi tercera pelea profesional me contacta Israel Nahuel para una pelea de semifondo de Pancora Velásquez con un debutante. Hasta el día de la pelea no firmé contrato. No me mandó videos, no me mandó información. El muchacho tenía condiciones, se llevó mi invicto. El Toqui ese día fue traicionado igual como fue traicionado aquí, por otro mapuche. Murió de la misma forma.

¿Y quién es Hanuman?

– Ese es el nombre de mi Janma Nakshatra.

¿Eso qué es?

– Es el ascendente lunar de cada uno de nosotros que se revela a través de una carta natal en la astrología védica.

¿En tu caso cuál es?

– Mi ascendente es Leo. Pero mi Janma Nakshatra cae en la casa de Piscis, bajo Uttara Bhadrapada Nakshatra y la deidad correspondiente a esa constelación se llama Hanuman. El señor Hanuman fue servidor del señor Rama, la séptima encarnación del señor Vishnu. Es el heredero del rey de Aiodiá que está escrito en el Ramayana. Son historias verídicas, cero ciencia ficción.

¿Eso es hinduismo, no?

– Sí, la primera cultura del mundo. Comprobado, pero no con teorías científicas. En base a eso me guío yo desde que conozco la astrología. Me costó entender, pero las pruebas son más fuertes que las teorías.

¿Te sientes un hombre religioso?

– No, me siento libre.

Claro, es una religión que no es como la Iglesia Católica, con algún tipo de organización…

– Sí, existe. Yo voy a un templo Hare Krishna en calle Miguel Carrera. Los devotos son mis amigos. Mi pasatiempo favorito es cantar Maha Mantra y comer Prazada.

¿Qué es el Prazada?

– Significa misericordia, bendición. Es el alimento. Los devotos cocinan de una forma muy particular. Cocinan sin probar, sin desear esos alimentos, y se los ofrecen a Dios. Después de eso pueden probar el soma, el néctar.

¿Cómo convive el boxeador con este Villagra más espiritual?

– Mi casa ascendente es la casa de Leo. Es la casa del rey, para qué vamos a mentir. Ahí tengo una conjunción planetaria, tengo a Marte y a Venus. La guerra y el amor. Y más brillante que el Sol no hay. Aunque suene engreído, el Sol nació para brillar.

Para terminar, me acuerdo que cuando llegaste me dijiste que la Tierra era como un platillo. ¿Fue en broma o en serio? ¿Te consideras terraplanista?

¿Viste hoy el cielo? (le digo que no) los que vieron el cielo, vieron a la Luna de día. Dame una explicación de porqué vemos al Sol y la Luna en el mismo techo. Una explicación científica.

Por el rebote de la luz del Sol cuando se está ocultando (le hago un gesto ilustrativo con mis manos).

– Ya, pero igual hay varios puntos que no cuadran. En una Tierra esférica, qué pasa con la Luna en otra parte del mundo cuando es de noche, si la estamos viendo acá. ¿En qué momento ocurre eso? (no le respondo) Así de fácil.

Ehmm…

– ¿Por qué murió Tesla? ¿Qué decía él? Que estábamos en un domo, en un chakra bajo un campo energético, que la electricidad es infinita. Hay varios científicos que dicen que el viaje en el tiempo existe. Igual, yo no hablo de eso en realidad, porque te pueden tratar de loco, de zafado. Sobre todo el santiaguino que es el campeón de los chaqueteros. Pero tengo hartas pruebas, muchas pruebas.

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