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Emporio

26 de Septiembre de 2019

Gael García Bernal, protagonista de Ema: “Un femicidio es suficiente como para cerrar el país”

Ema es la nueva película de Pablo Larraín protagonizada por Mariana Di Girólamo y Gael García, que narra la historia de Ema, una bailarina de reggaetón, que tras una adopción fallida, se transforma en una mujer en llamas que emprende una odisea personal de liberación en un Valparaíso eléctrico, iluminado con neones. Sobre millennials, familias modernas y la masculinidad en tiempos de redención, hablamos con Gael García, el actor mexicano que, después de No y Neruda, protagoniza su tercera película con Pablo Larraín.

Por

Pablo Larraín mencionó que, a propósito de Ema, pudo asomarse a la generación de los millennials y el aprendizaje que le dejó… ¿Te pasó algo similar? ¿Qué te dejó esta aproximación?

No sé, creo que estamos en una época donde no siento que haya certezas que puedan albergar a toda una generación para describirla en general. A mí siempre me da un poco de cosa, un poco de pudor hacerlo, porque creo que justamente, en esta época en la que vivimos, no existe ningún manifiesto, no existe una necesidad de una estructura que la retrate… Es una cultura de la desestructuración, ¿no? O sea, no es que haya que dibujarla. Yo siento que la humanidad entera está viviendo en un momento donde ya todos los modelos, por ejemplo, familiares que han habido en la historia, están cada vez más normalizados e, incluso, se han inventado otros nuevos. Creo que en el tema de la familia, quizás en nuestro afán conservador, -puritano en algunos casos-, ha sido pensada desde su carácter nuclear y que ese tipo implicaba todo, al menos desde el punto de vista occidental. Hoy día ya, incluso legalmente, la familia nuclear no es certeza de nada. Hoy existen todo tipo de familias que pueden, incluso, albergar a miembros que no son seres humanos, que pueden ser mascotas. Hay todo tipo de familias: homoparentales, monoparentales, en fin, hoy caben todo tipo de estructuras. 

Se trata de una apertura, de transparentar…

Creo que es algo que estamos viviendo todos. No es que las nuevas generaciones lo hayan traído; yo creo que siempre ha existido, lo que pasa es que vivimos tiempos de apertura, estamos dispuestos a charlar más porque se han derribado varios tabúes que estaban ahí, muy marcados. Por suerte, ante varias de las posturas de las tradiciones heredadas y prohibitivas, ya quedó claro que no tienen sentido. Por ejemplo, sabemos que no es posible prohibir que dos personas del mismo sexo se puedan amar. Sabemos que el prohibicionismo no ha traído nada bueno y es una verdad aceptada. 

Mientras estas nuevas generaciones avanzan hacia la apertura, ¿no tienes la sensación de que, al menos políticamente hablando, el mundo avanza justamente hacia el otro lado, en desmedro de las minorías? 

Sí, creo que últimamente ha habido, desgraciadamente, “exabruptos”, por llamarlos de alguna manera, que han tenido consecuencias terribles y que hacen parecer que se avecina un mundo que estuviera pensando de otra manera. Pero, la verdad, en ese sentido prefiero ser optimista y a la vez realista: creo que la sociedad ya está muchísimo más avanzada como para poder navegar esta apertura y dejar de aceptar, así como así, esos brotes de emoción electorera, económica y emocional, que no van acorde a la complejidad de lo que en realidad es la política. Tal vez puedo sonar un poco naive al respecto, pero yo creo que a este tipo de pulsión eso le dura poco. Está bien, está correcto aterrorizarnos y, de alguna manera, señalar ese horror, recordar que la historia nos ha señalado que cuando  ese tipo de situaciones crece, han sucedido cosas terribles. Entonces, es importante no olvidar, no negar lo que está pasando. 

Pero, manteniendo el optimismo…

Sí, porque siento que estamos frente a algo que puede ser pasajero. Obviamente, necesitamos la bondad y voluntad de nuevos políticos que no carguen con estas actitudes del pasado y, que de alguna manera, traigan a la mesa la complejidad de los tiempos que corren. Necesitamos gente que traiga una complejidad muchísimo más grande para poder matizar, para poder triunfar de alguna manera, y para poder emocionar de una forma más esperanzadora que generando miedo. Ojo que no estoy negando la importancia de la tensión que mencionas, pasa que es difícil hablar de esto sin simplificarlo. 

¿Cómo enfrentarlo?

Es correcto que señalemos, que ante cualquier exabrupto de estos, nos pongamos firmes y, de alguna manera, pongamos en el debate la amplitud de lo que se puede discutir desde una postura del bien común, no desde un lugar que te genere miedo, odio o negación. Directamente, no hay forma de dialogar con alguien que cree que una minoría no debe de tener derechos o no debe existir. O sea, si alguien está negando eso de antemano, simplemente no hay posibilidad de dialogar. Ante eso, recordar que el voto importa y que no hay que votar por ellos, punto. Gente así no debería estar en posición de poder. Entonces, el discurso se les acaba rápido, por lo mismo hay que generar más conversación y discurso de oposición para poder ganar. 

Con respecto los millennials,  al menos acá en Chile, se ha dicho, a propósito de la salud mental y la sobrecarga académica,  que no tienen tolerancia a la frustración, que son inconstantes e incluso hedonistas. 

Sí, pero es que en Chile, a veces, se dicen unas cosas terribles… Jajaja… O sea, abiertamente, muy sueltos de cuerpo, de verdad… No estoy diciendo que en otros lugares de Latinoamérica el debate sea mejor, pero sí siento que en otros lugares es difícil escuchar ese tipo de comentarios tan categóricos y políticos. Creo que lo que es interesante es la parte global de donde deviene toda esta manifestación de respeto y esta manifestación más ligera digamos, más desestructurada, tiene que ver con el hecho de que es una generación que crece con amigos de todas partes del mundo, que crece con una sensación de igualdad, que pocas generaciones han sentido. Ellos, de alguna, manera son los que la han traído la luz. Yo creo que de ahí viene esa intención de vivir la vida bajo ese afán más igualitario. Y, obviamente, no estoy diciendo que hay “generaciones elegidas” que nos van a cambiar y van a resolver el mundo, pero a ver, hay elementos que ellos nos dan, definitivamente fantásticos, como por ejemplo, el feminismo de las niñas y mujeres de esta generación que se están manifestando y están dando una nueva narrativa que nunca antes habíamos escuchado, desde una zona mucho más ambiciosa, mucho más sensitiva, también mucho más tajante, señalando lo impostergable. Eso es  importantísimo. Ellas, fruto de un proceso histórico de la humanidad, nos han hecho llegar a un momento donde decimos basta. O sea, un femicidio es suficiente como para cerrar el país. Me parece fantástico que se esté manifestando de esa forma. 

Tu personaje, Gastón, habla de una nueva masculinidad desde una mirada perpleja y desconcertada… 

Lo que me encanta de Gastón y también del que interpreta Santiago Cabrera, es que son dos hombres que, de pronto, empiezan a nada más que escuchar y observar lo que pasa alrededor, y eso es algo que vaya que hace falta en los hombres hacia el mundo, ya no deberíamos mirar ni participar desde certezas absolutas. Los hombres en Ema, de alguna manera, se vuelven interlocutores áridos desde el silencio y desde la perplejidad. Creo que al final dejan un poco que todo fluya y eso es bien bonito. Eso da cuenta de la crisis de la masculinidad frente a la cual nos parece sorprendente que haya un hombre que solo escuche. Es como ¿qué paso aquí? Aquí hay algo raro, aquí hay un trauma. 

¿Y ese trauma lo ves también en las generaciones más viejas, en la nuestra por ejemplo?

Creo que se trata de algo así como de la masculinidad en cierta crisis de redención, no vista desde un lado peyorativo, grave ni terminal: al contrario, es más bien una oportunidad de reinventarse y de lo maravilloso es que estamos haciéndolo con mucha apertura y con muchísimas condicionantes que nos obligan, a los hombres, también a apelar a cosas que antes nos eran negadas, como por ejemplo la sensualidad. También a nuestra reivindicación desde el rol de padres, a nuestro derecho de ser padres y de cuidar de los niños. De esto antes no se hablaba y se daba por descontado que la madre era la que cuidaba y ya está. Eso ha cambiado mucho, entonces yo creo que sí, las generaciones que vienen tienen una mentalidad y posibilidades increíbles, y que van a cambiar la humanidad. 


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