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Reportajes

4 de Noviembre de 2019

La furia del encapuchado

En pleno Santiago centro, un grupo de encapuchados hace barricadas, trata de incendiar la estación de metro Baquedano y locales comerciales en la Alameda. The Clinic conversa con siete de ellos para entender quiénes son y qué es lo que buscan. Se esconden detrás de una polera negra, pero no les temen a las fuerzas de orden. Dicen que no se organizan previamente, sino que fluyen “con la ley de la calle”. Son jóvenes secundarios o han estudiado carreras técnicas profesionales. Luchan contra un “modelo” que solo privilegia a los ricos, reivindican la lucha del pueblo y creen que por fin se ha despertado después de 30 años de abusos. Su petitorio es claro: acabar con la Constitución de Pinochet, que renuncie Sebastián Piñera y que la población reciba pensiones y sueldos dignos.

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Texto y fotos por Tania Herrera

Es lunes (28-11) y no han pasado 24 horas desde que se levantó el Estado de Emergencia en todo el país. El presidente Sebastián Piñera insiste en que el país debe recuperar su “normalidad institucional”. Lunes también es el día que debería haber llegado una misión de la ONU para investigar casos de violaciones a los derechos humanos por parte de carabineros y las fuerzas armadas. Finalmente por la tarde, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) da a conocer que el comité no llegará el lunes, y un día después se informó que llegaría el miércoles 30 de octubre.

Piñera acaba de anunciar un cambio a su gabinete y en las calles la gente renuncia a la idea que el país vuelve a la normalidad. El anuncio que da en La Moneda produce un estallido en Santiago. ¡Piñera renuncia!, ¡Esto no ha terminado! ¡Chile no se rinde! se puede leer en algunos carteles de manifestantes en frente del edificio de gobierno.

En Vicuña Mackenna con Alameda, un grupo de encapuchados desprende partes metálicas de los paraderos de micro para encender las barricadas. Hay un olor tóxico a plástico, no es lacrimógena. La gente se tapa la boca con pañuelos.

Algunos encapuchados tratan de sacar fierros y maderas de la obra en construcción de las salas del concierto de Universidad de Chile en Vicuña Mackenna. Con un martillo, un joven encapuchado de 18 años trata de desprender un mural de madera rayada con grafiti, el cual tapa las obras subterráneas. El estudiante secundario cuenta que desde hace varios años, siendo menor de edad, va a Plaza Italia y protesta violentamente. Por la misma razón cuenta que ha sido detenido más de veinte veces, pero que aún así va a seguir luchando hasta que el gobierno escuche. 

Yo vengo desde hace muchos años protestando, y hoy en día me siento realmente feliz porque la gente se despertó. La verdad es que se intenta de manera pacífica, pero con eso no molestai a nadie. Lamentablemente va a tener que ser de manera violenta porque así es como siempre han escuchado. Las victorias reales del pueblo siempre han sido con violencia”, dice el joven que estudia en el Liceo de Aplicación de Santiago.

Lo que más demanda el estudiante son sueldos y pensiones dignas. “Me encantaría que los abuelitos no estén muriéndose de hambre, porque después de haber trabajado toda su vida, vienen los hueones de las AFP y les roban toda su plata. También me gustaría que no nos cobren tanto por todo. El costo de la vida ha subido enormemente y no suben los sueldos. Con cualquier bolsillo, no alcanza”, dice el estudiante.

El joven dice que sus padres viven en Puente Alto y no han podido ir al trabajo por las dificultades del transporte. La línea 4 del metro, la que une a esta comuna con Providencia, fue efectivamente la más afectada por vandalismo e incendios efectuados por lo que las autoridades dicen ser grupos organizados.  “Ellos (padres) tienen que trabajar y tienen otras cosas importantes en qué estar pensando, pero igual apoyan la causa. Las primeras veces que me detuvieron se preocuparon por mí, pero ahora ya se hicieron la idea. Yo no quiero que me dirija nadie, ni siquiera mi familia. Soy un ser libre y no voy a reprimirme por lo que ellos piensen”.

En contra de la represión

En un segundo veo como encapuchados ya han incendiado una parte de las obras en construcción. Han lanzado maderas y fierros que han logrado prender los escombros que yacen en el fondo. Los bomberos no tardan en llegar, pero los carabineros todavía se mantienen al margen. Una barricada y una calle larga separa a los carabineros de los encapuchados. Los uniformados se enfilan en línea recta. Solo miran el fuego y escuchan los gritos en su contra. “¡Pacos culiaos, cafiches del Estado!”, le gritan varios manifestantes.

“Hoy no nos están disparando porque llegó la ONU”, me dice un joven de 25 años que con su amigo están intentando recoger piedras del asfalto quebrado en pedazos. Al parecer, todavía no se han enterado de la noticia. Un semáforo y una luminaria yacen en el suelo totalmente destruidos en la calle Ramón Carnicer. 

“Hace años nos manifestamos de distintas maneras. Nunca nos escucharon, pero lo que pasó ahora con el estallido social es que asesinaron a muchos compañeros nuestros y la gente no va a olvidar eso. Vamos a luchar hasta el final”, afirma su amigo de 27 años.

Los jóvenes cuentan que son de Colina. Fue en esta comuna que le dispararon a un amigo suyo, quien estuvo en riesgo vital. Dicen que no le tienen miedo a la autoridad y que vienen a defender a las personas de la represión de Carabineros. “Nosotros veníamos tranquilamente, incluso íbamos a marchar hacia La Moneda. Pero cuando se pasó a llevar el resguardo de los demás, nosotros salimos al tiro a ayudar, a proteger a la gente. Aquí hay niños y mujeres, y a los carabineros no les importa nada. Les van a disparar igual”, sostiene un joven.

Ambos jóvenes egresaron de un instituto profesional, de las carreras de comercio exterior y preparación física, pero no han logrado encontrar un trabajo estable en lo que estudiaron.

La petición número uno para el preparador físico es una salud digna para todos los chilenos. “Mi papá estaba mal de cáncer y necesitaba atención médica en el hospital San José. Nunca hubo el apoyo, siempre fue esperar, esperar, esperar y mi papá falleció. Esa es una injusticia muy grande que nunca se me va a olvidar”, expresa el muchacho.

Las entradas a las estaciones de metro Baquedano están en llamas. En el acceso incendiado por el teatro Universidad de Chile, se puede leer un mensaje en el suelo que dice: “Revolución v/s represión”. Varios encapuchados posan triunfantes en frente de las llamas alzando las manos.

Hablo con más encapuchados, incluyendo dos mujeres que cursan tercero medio. El petitorio se repite una y otra vez: una nueva Constitución que cambie de raíz el modelo, que renuncie Piñera y sea enjuiciado por todos los crímenes de lesa humanidad. “El temor de todas las personas que vivieron la dictadura sigue aún vigente, por eso nosotros estamos aquí sacando la voz por ellos. Mi abuelo fue torturado durante la dictadura. Está vivo, pero sufre muchas secuelas físicas y mentales”, dice una de ellas, de 15 años.

“Si llegara a salir Piñera sería hermoso porque el pueblo habría conseguido alguna hueá con lucha. Con las distintas luchas, de encapuchados y a rostro descubierto, habríamos logrado algo todos juntos. Porque, aunque unos se tapen los rostros y otros no, todos estamos en la misma guerra”, declara otro encapuchada de 21 años que está prendiendo una barricada.

El joven de Ñuñoa estudia fotografía en un instituto profesional y al mismo tiempo trabaja en una cadena de comida rápida. “Mi sueldo es el más bajo por ser part-time. La plata nunca me ha alcanzado. Uno trabaja y le cuesta caleta, y uno ve a sus viejos también les cuesta caleta. Yo estoy peleando por los cabros chicos y por los adultos que están pal pico.”

¿Cómo se organizan? El joven cuenta que los grupos de encapuchados no se organizan a través de grupos de Whatsapp ni redes sociales porque saben que pueden ser supervisados por la inteligencia. “La organización es de la calle misma. Uno se organiza como puede. Es la ley de la calle. Aquí nadie reivindica el poder. La gente sale sola a manifestarse. Nadie tiene que mandar a nadie. Todos somos iguales”.

El ñuñoíno asume que la violencia que ellos ejercen como encapuchados no es aceptada por la gran mayoría de la población, pero que es una forma válida de llamar la atención.

“Esto es igual de violento que lo que hacen ellos. Aquí se demuestra la violencia en vivo, pero en su caso son las cuotas, sus sueldos exorbitantes, y la evasión. Eso es terrible violento. Uno se descarga en estos momentos porque es la única opción, porque hay que seguir viviendo, y uno tiene que seguir dando la cara a rostro descubierto”, sostiene.

Son las ocho de la noche y la televisión informa sobre un gran incendio en la esquina de Santa Rosa con Alameda. Se queman locales comerciales de comida rápida, una multitienda, un centro de salud y un hotel. Los bomberos intentan apagar el incendio, pero lo que seguramente no apagarán es la rabia de estos encapuchados que, de seguro, volverán mañana.

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#Capuchas#encapuchados

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