La fotógrafa Manuela Bocaz retrató la forma de esta nueva normalidad que habita Santiago Centro tras el estallido social. ¿Cómo se transforma la ciudad después de un mes de movilizaciones?
La mañana del 20 de octubre vi tele. Puse un canal nacional, el único que se puede ver en mi casa. Decían que la crisis y revuelta que se había iniciado hace dos días con la evasión masiva del Metro de Santiago, es algo que pasa en Chile cada cuarenta años. Lo cuentan como si se tratara de un desastre natural, algo normal. Que se apega a las normas de un ciclo, que no depende de la voluntad del ser humano y que no se puede escapar de él.
Los primeros siete días de la denominada Primavera Chilena fueron con toque de queda en distintas regiones del país. En mi caso, estuve paseándome por Santiago Centro como todos los días. En un estado de excepción donde había militares en cada esquina y donde el sol que fue mi acompañante, me recordaba que todo eso que veía, realmente sucedía.
Desde que todo estalló mi celular no para de vibrar. Me notifica que muchas de las publicaciones que veo tienen advertencia de contenido violento o explícito, y también que mi tiempo activa en redes sociales se ha incrementado considerablemente. Y es que desde que comenzó esta movilización, lo consumí todo desde el momento en que despertaba, hasta que el cansancio me obligaba a cerrar los ojos.
Todo pasó tan rápido que si no fuera por las fotos, no dimensionaría que las movilizaciones comenzaron hace más de un mes.