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Reportajes

23 de Noviembre de 2019

Radiografía de un saqueo: ¿Dónde va a parar la mercadería?

Más de un mes ha pasado desde que turbas de gente se abalanzaron hacia los supermercados con saqueos e incendios, dejando más de 25 mil locales afectados en todo el país. Algunos vecinos de las comunas más afectadas en el Gran Santiago como San Ramón, La Granja, La Pintana y Renca cuentan a The Clinic las dificultades que han tenido para abastecerse en zonas donde no hay un solo supermercado abierto en kilómetros a la redonda. Muchos se han volcado a las ferias y almacenes de barrio, teniendo que asumir precios más caros. Los vecinos también se han preguntado qué ha pasado con la mercadería robada. ¿Se está reduciendo en las ferias? ¿Se está vendiendo entre los vecinos? Acá, algunas respuestas.

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“Fui donde los cabros y uno de ellos dijo, ‘mira, están saqueando los supermercados. El Líder está tirado ahí. Yo pongo el auto, ¿vamos?’ ¡Vamos! Dejamos el auto lejos para que no nos agarraran las cámaras. (…) Fuimos al de Gran Avenida y estábamos ahí cuando el paco llamó y dijo, ‘Nosotros nos vamos a ir, va a quedar la puerta abierta. El dueño dice que saquen todo, pero no rompan’. Entonces, cargábamos entre todos el carro, corríamos al auto y lo descargábamos. Nos devolvíamos y así, varias veces. De repente salía con el carro lleno y había señoras que me decían: ‘oiga, hijo, regáleme algo’. Entonces le daba vuelta todo el carro ahí y la gente sacaba. Después volvía a cargarlo”, cuenta uno de ellos.

Tres vecinos salieron a saquear cinco supermercados: el Líder de Gran Avenida, el Líder de Santa Rosa, el Alvi de Santa Rosa, el Oferta y el Acuenta de El Bosque. Los vecinos de San Ramón fueron haciendo el recorrido el primer fin de semana tras el estallido social. 

Dos millones de pesos lograron ganar entre los tres vecinos después de vender la mercadería: cepillos de dientes, pasta de dientes, kétchup, silicona, baterías de auto y cajas de carne pollo ganso.

Juan, un vecino de 36 años de San Ramón pudo venderle algunos productos a mitad de precio a un reducidor que tenía un puesto en la feria libre. Las cajas de carne las repartió entre sus vecinos. “Vendí como 10 cajas, cada a una a 140 lucas (…) Mandé a un cabro, de esos que fuman, un vicioso. Con una mochila salió a vender. Le dije, tú tráeme tanta plata. Así, él vendió, me trajo lo que yo le dije y ahí vio cuánto sacaba para él”.

Es la primera vez que el vecino saquea en su vida. Se gana la vida con dos locales de sushi, uno en San Ramón y otro en La Granja. También tiene dos casas y una de ellas la arrienda. 

“Se siente miedo cuando estás adentro porque no sabes si vas a salir, pero es como seguir a la manada. Él que saquea es el que tiene un poco de rabia con el sistema. Yo tengo rabia con el sistema y por eso fui a saquear. Porque para mí, ellos tienen seguro. A mí me quitaron una camioneta de más de 25 millones que logré pagar porque me saqué la cresta trabajando y me hicieron un portonazo. Es resentimiento igual porque yo tuve que esperar tres meses para que me devolvieran la plata y ellos ¿cuánto tiempo tienen que esperar? Nada”, dice Juan.

Resentimiento es la palabra que repite cuando uno pregunta por qué lo hicieron. Por el mal transporte, por la mala calidad de la salud pública, porque todo es caro. Uno de sus hijos es Asperger y va a un colegio municipal de necesidades especiales que no es malo pero no es el mejor para tratar esta condición: “Si quisiera poner al niño en un colegio mejor, podría, pero tendría que gastar más. ¿Y si no me alcanza para pagar la luz y el agua? En La Florida la mensualidad para un colegio especial vale 30 lucas, más el furgón”.

Carlos Cortés, otro vecino de San Ramón que trabaja en una construcción en La Legua, cuenta que en su lugar de trabajo, la primera semana después del 18/O, lo único que hablaban sus compañeros era sobre lo que habían saqueado.

“Venía mucha gente de otras comunas que venían a saquear. Y Carabineros no hizo nada. Solo decían: roben, pero no quemen”, dice Soledad.

“Faltaron al trabajo dos días por andar saqueando. Yo les decía, hablen de otra cosa, me tienen cansado. Robar, robar, robar, todos los días hablando de eso. Traían celulares nuevos. El otro día uno de ellos trajo para vender shampoos, pañales y piscos Mistral. Otro compañero me dijo que estaba vendiendo notebooks. Otro estaba vendiendo un televisor a 150 lucas, cuando yo recién había comprado el mío a 400 lucas”, dice Carlos.

LA LUCHA DE LOS VECINOS SIN SUPERMERCADOS

La esposa de Carlos, Cinthia Etchebarne, cuenta que se ha visto muy perjudicada por la escasez de supermercados en su comuna. El Líder de Santa Rosa donde habitualmente compraba fue saqueado y no está habilitado. Tampoco está abierto el Alvi, y el Mayorista 10 fue totalmente quemado.

En respuesta a The Clinic, Walmart Chile dijo que tienen 282 locales operativos de Arica a Punta Arenas de 384 en total, en los formatos Lider, Express de Lider, SuperBodega aCuenta y Central Mayorista. Es decir, el 26.5% de los locales permanecen cerrados. La cadena estadounidense también dijo que 128 locales han sido saqueados y 34 incendiados. Cerca de 1.100 eventos, entre saqueos, resaqueos e incendios en todo el país contabilizó Walmart Chile. Cencosud, empresa dueña de las cadenas de Jumbo y Santa Isabel, no quiso brindar información para este reportaje. La Cámara de Comercio de Santiago en tanto, declaró que las pérdidas superan los US$ 1.400 millones y  el número de locales afectados supera los 25 mil, casi 10 mil de ellos considerados pymes.

Cinthia se abastece de frutas y verduras en la feria libre, sin embargo, dice, que estos productos se han encarecido. Si antes compraba dos kilos de manzana a mil pesos, ahora solo puede comprar un kg de manzanas al mismo precio. La pera de agua subió de 600 a 800 pesos. Lo peor han sido los plátanos, reconocen varios vecinos de San Ramón, La Granja y La Pintana. Si antes el kilo se compraba a 600 pesos, ahora no se vende por menos de 1.300 pesos.

Los primeros días después de los saqueos, Cinthia observó como algunos productos se estaban rematando en las ferias. “Se ponían al final de la feria, en la calle. Me decían que vendían el arroz y el aceite a luca; además vendían de a muchos. En cambio, en la feria durante los primeros días, los feriantes solo te vendían un solo paquete por miedo al desabastecimiento (…) También otras personas ponían sus congeladores en la calle y vendían la carne mucho más barata”.

Un feriante de San Ramón confiesa que los saqueadores ofrecieron venderle gas butano para cocina a mil pesos y también betún de calzado Nugget, pero que no los aceptó porque solo compraba con factura. “Tengo mucho que perder si vienen los carabineros a fiscalizar”.

Pilar (60), una vecina de La Pintana, ha tenido que desplazarse a otras comunas para comprar sus productos perecibles. Según la municipalidad de La Pintana, dos supermercados y un local mayorista fueron saqueados, además que el edificio de Construmart fue incendiado. Solo dos locales volvieron a estar operativos en horario restringido en la zona.

Por eso, la señora Pilar y su hija se abastecen de productos como carne y yogurt en supermercados de comunas donde trabajan. “Los días que voy a Vitacura, voy trayendo cosas de a poquito. El otro día compré en el Líder de Vitacura pollo trozado y lomo vetado. Me los llevo en esas bolsas refrigeradoras a la casa. Así hay que llevar las cosas. No van a llegar solas (…) Uno no puede andar con mucho peso, porque más encima afuera hay protestas”.

Pilar tiene una pensión de invalidez de 120 mil pesos. Ésta la inhabilita para trabajar, pero dice que con ese monto “no le alcanza”. Por lo tanto, trabaja igual en una agencia que le presta servicios de limpieza a una empresa en Vitacura y además trabaja haciendo el aseo en casas privadas en el centro de Santiago. Cuenta que se demora tres horas en trayecto desde su casa al trabajo y viceversa.

MIEDO AL 73

Soledad Rodríguez (56), directora del centro Tierra Nueva de la Fundación Uniendo Mundos en La Granja, cuenta que toda la gente del sector se quedó sin abastecimiento de abarrotes por los saqueos e incendios. Según cifras de la municipalidad de La Granja, los cuatro supermercados de la comuna permanecen cerrados. “Venía mucha gente de otras comunas que venían a saquear. Y Carabineros no hizo nada. Solo decían: roben, pero no quemen”, dice Soledad.

Si bien Soledad ahora vive en San Bernardo, por 25 años residió en La Granja y conoce a muchos residentes de la comuna. Por su trabajo en la fundación, también conversa con la gente más vulnerable del sector. “La gente que no saqueó, está viendo mermados sus ingresos. Los vecinos me comentan que tienen que pagar Uber para ir a comprar a La Cisterna, que es lo más cerca donde hay un Santa Isabel. El Santa Isabel de aquí lo abrieron nuevamente, pero no está bien surtido. Tiene algunos pasillos vacíos y las verduras no se ven. La gente se está abasteciendo de los almacenes chicos, pero en términos de verduras tampoco se encuentran. Por lo tanto, se han movilizado hacia las ferias en la medida que pueden, pero los precios son más caros de lo que eran antes”, dice la voluntaria.

Soledad cuenta que en general, los vecinos están muy asustados, especialmente aquellos que vivieron la dictadura y tienen pavor de volver a un contexto como el de 1973. “Es un miedo a que mañana no estén los alimentos. Entonces la gente compra y compra. Por ejemplo, la señora del almacén me dijo, yo en tres días vendí lo que vendía en dos semanas (…) Los almacenes mandan un mensaje de que no saben si van a poder seguir abasteciendo. Y se corre ese rumor: entonces la gente entra en caos”.

Es esa necesidad de “tener por tener” la que ha llevado a varios saqueadores a acumular víveres, opina Soledad. “Los que han saqueado tampoco comparten. Cada uno roba para sí, para familias completas. No es como decir ‘oye, mi vecino no tiene, le voy a dar’. No. Aquí en la cuadra mucha gente robó y es para ellos. Ese es el individualismo que está imperando”, opina Soledad, aunque admite que sí ha escuchado sobre vecinos que han ido puerta a puerta vendiendo ropa y zapatos que robaron, pero no alimentos.

El miedo al desabastecimiento es lo que impulsó a un trabajador de la construcción, vecino de San Bernardo. Con su cuñado salieron en su auto y saquearon cinco supermercados el primer sábado tras el estallido. Cuenta que con ayuda de encapuchados reventó la puerta de uno de los locales. Cajas de pasta de dientes, fideos, tarros en conserva, azúcar, arroz, harina y siete cajas de cerveza logró extraer.

“Yo saqueé pura mercadería para mi familia. Repartí entre todos, mis papás, mis cuñados, mis primos (…) La verdad es que de puro mono empecé. Después fue por el miedo al desabastecimiento; como veía en las noticias que estaban saqueando todos los supermercados, que no iba a haber mercadería en ningún lado”, confiesa el trabajador de una constructora en La Legua.

RENCA: LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

“A luca, a luca la polera original, llévese caserita”, dice una vendedora en la avenida Vicuña Mackenna en Renca. En plena calle antes de llegar a la feria libre Miraflores se han dispuesto coleros vendiendo ropa Kayser. Un grupo de mujeres se congrega para ver bolsas de calzones y sostenes. Todos están a mil pesos.

En el mismo puesto de las poleras, las jóvenes ofrecen un pack de tazas Attimo (Paris). “Son originales, a tres mil”, dice una. En otro puesto se vende ropa de niño Boulevard (Líder). Un polerón de niño todavía tiene la etiqueta en la que se lee $5.990. Le pregunto a la señora a cuánto lo vende y me dice 1.500.

Dentro de la feria hay algunos puestos con tarros de atún Líder y Unimarc. También se pueden ver leches marca Unimarc.

Una feriante cuenta que se corrió el rumor de que los saqueadores también habían venido a robar a la feria, pero que eso no fue algo generalizado. “Solo le robaron plata a la señora del puesto de allá, que justo andaba trayendo dos millones de pesos”, dice la feriante.

“Lo que más se vio que reducían eran tarros grandes de leche Nido y Milo. Algunos se ponían aquí mismo en la feria y vendían de a poquito mezclado con otros productos para pasar piola. Siempre hay puestos libres que se dejan después de cierta hora y ahí se ponían”, confiesa la feriante.

Leonor Acevedo, presidenta de la junta de vecinos de Lo Velásquez Norte, cuenta cómo vivió los primeros días de saqueos. Se levantó temprano en la mañana y vio por la ventana cómo llegaba la gente del barrio con carros llenos de mercadería. Pensó que los vecinos venían de la feria, pero después por el tipo de productos se dio cuenta que provenían del supermercado. “El domingo fui a la feria y me tuve que devolver porque los autos andaban acelerados, sin respetar el ceda al paso, como locos, porque venían de saquear el Líder, el Kayser y el Montserrat”.

Renca ha sido de las comunas más afectadas por el saqueo e incendio de locales comerciales. El 19 de octubre en la noche turbas de gente empezaron a saquear el Líder y la bodega Kayser de la calle Miraflores. El alcalde de Renca, Claudio Castro (DC), dijo en una declaración a Ciper que solicitó a la Séptima Comisaría que fueran al lugar, pero le dijeron que no había personal suficiente. “A las 21 horas, ya había saqueos en distintos lugares de la comuna, incluyendo el del Líder. Los carabineros pensaron que iba a estar más tranquilo. También solicité apoyo al Gobierno, pero no me dieron respuesta”. Tampoco llegaron los militares.

El 20 de octubre las noticias dieron a conocer el trágico incendio de la bodega Kayser con cinco vecinos que murieron calcinados. Unas horas después el Líder también colapsó en llamas. El Acuenta de avenida Vicuña Mackenna fue incendiado días después.

Tras poco más de un mes de movilizaciones sociales y disturbios, Leonor admite que en el sector de Lo Velásquez Norte, donde ella reside, los vecinos no han tenido problemas de abastecimiento porque hay muchos negocios de barrio y también varias ferias para comprar verduras y frutas. En los almacenes de barrio siempre se ha encontrado mercadería más barata que en el supermercado, dice. “Los almacenes mantienen sus precios, no se han aprovechado”. Las carnes las compra en una carnicería de barrio también, aunque admite que sí suelen ser más costosas que en los supermercados.

“Todos acá tenemos dónde comprar gracias a los negocios y las ferias. La gente dice, ‘claro, si en la feria venden todo robado’, pero yo no tengo cómo comprobar que el caballero me está vendiendo cosas robadas”, admite Leonor y agrega que, en las ferias de Renca ella siempre ha visto productos de marca Líder y Unimarc, incluso antes de las últimas semanas de turbulencia social. Muestra dos tarros de atún que compró la semana pasada. 

Juan de San Ramón no volvió a salir a saquear después del primer fin de semana tras el estallido, cuenta. “Igual me dio pena cachaí porque yo tengo mi negocio. No tengo dónde comprar arroz ahora, no tengo dónde comprar aceite porque saquearon todo donde yo compraba”.

Sin embargo, dice que no se siente culpable, sino que siente rabia contra el sistema. “Te dicen vamos a implementar metro para ustedes. Pero le sacan la mitad del sueldo a la gente. Imagínate la mayoría de la gente que vive aquí tiene que trabajar en Providencia, Vitacura, Las Condes, los Dominicos, y se tiene que ir a las cinco de la mañana. Se tiene que subir al metro… y ahí te chantan la mano, te puntean, hace calor, no hay baño”, dice el vecino.

También se queja del sistema de salud público. La última vez que se cortó la mano tuvo que esperar dos horas en el SAPU para que le hicieran tres puntos sin anestesia, dice. “Mejor yo me hubiera cosido con hilo en la casa (…) Sobre la vieja que está ahí, dicen ‘está puro haciendo atado, ha venido diez veces’. La señora tiene un cálculo que la está matando y a ellos les da lo mismo. Tú vas al SAPU te topas con gente durmiendo hedionda a caca o pichí y tú tienes que estar sentado esperando tu turno. Si tú caminai de Plaza Italia pa’ arriba, no existe eso. Entonces por eso está resentida la gente”. 

Carlos Cortés, el trabajador de una construcción en La Legua, dice sobre sus compañeros saqueadores: “como veían que todo mundo lo hacía, entonces ellos también lo hacían. Se sentían la raja, ¡qué les iba a dar remordimiento! Decían, ‘hay que cagarnos a estos weones. Si ellos tienen plata al final. Después van a reponer las cosas’”. 

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