Performances en el estallido: La otra forma de protestar
“Un violador en tu camino” es la cara más visible de un grupo de performistas e intervenciones que trabajan de forma colectiva desde el cuerpo, con el feminismo, por la memoria y la decolonización. Herederas de Cecilia Vicuña y las Yeguas del Apocalipsis, estos son los grupos y colectivos contemporáneos a Las Tesis que hacen del arte su forma de protestar.
Por Romina ReyesCompartir
Jueves 19 de noviembre. El GAM abre sus puertas para recibir a Las Tesis. El auditorio está lleno, y transmite el conversatorio. Sibila, Dafne, Paula y Lea visten su icónico overol rojo. A la salida, y a petición del público, interpretan su hit junto a las asistentes, frente a una centena de cámaras de celulares.
“Son mucho más choras que nosotras”, opina Soledad Falabella, docente e investigadora en género, performance y escritura. Explica que la performance “es donde la política y el arte son lo mismo”. Heredera de las vanguardias históricas de principios del siglo XX, cuya agenda política transversalmente se trató de reconciliar el arte con la vida. “Y Las Tesis es eso… personas formadas en teoría que no ven el pensamiento teórico desvinculado del actuar, y de la calle”, apunta la académica.
“Nosotras trabajamos como colectivo interdisciplinario, vamos componiendo en conjunto”, explica Sibila a The Clinic. ¿Consideran que la performance es una forma de luchar? “Sí, es el cuerpo de la mujer resignificado como arma de lucha y resistencia, en vez de ser oprimido por el sistema patriarcal”, responde.
Elementos fundamentales de la performance es que haya un aspecto político en juego, que ocurra en un espacio público y que ese espacio tenga algo de ritual, “y que haya peligro”, agrega Falabella.
En el mismo espacio, Cecilia Vicuña realiza “El veroir empezó”. Vestida de lila, con ramas y hojas entre sus manos, Vicuña canta y reparte anteojos para “ver la verdad”, haciendo una conmovedora alusión a los ojos mutilados por la represión de carabineros durante las protestas.
Vicuña, a la salida, lo dedica a todas las personas que han sacrificado sus ojos. ¿Se siente madre de performers como Las Tesis? “Cuando surge un movimiento así, todos somos hijas, hijos e hijes de ese momento. Todos estamos en lugares intercambiables. Siempre el arte ha sido una forma de transformar el espíritu humano y la sociedad. Hace 50 años escribí que el arte es emancipación y participación, y ahora se ha recuperado esa unión”, opina.
La Historia de la Performance en Chile tiene un terreno formado por gente como Francisco Copello, Alberto Kurapel, Carlos Lepe, Las Yeguas del Apocalipsis, y las más actuales, Eli Neyra, Hija de Perra y el Che de los Gays. Patricia Espinosa, crítica literaria y académica del Instituto de Estética de la PUC, explica que estos trabajos estuvieron ligados “hacia la afirmación de la identidad sexual, y en el caso de las mujeres, a la reivindicación de género y de una política de la mujer”.
Patricia explica que toda performance le da un lugar prioritario a lo que es el cuerpo, “hay un discurso corporal, hay un discurso político entre las palabras, el cuerpo y el lugar que ocupa en el espacio público de manera colectiva. Se construye una nueva subjetividad, y es un modo distinto de enfrentar el poder”, dice.
ABAJO LA HISTORIA OFICIAL
Un grupo de artistas mapuche autoconvocades realizaron una intervención en Plaza de Armas a comienzos de noviembre. El acto consistió de una reapropiación de la escultura a Pedro de Valdivia, donde fue mapuchizado y travestido.
“Esta acción tiene para nosotros una carga histórico y política demasiado fuerte. No es casual elegir ese lugar, porque es un espacio de fundación de ciudades, desde donde se ha instalado la lógica colonial y republicana de Chile y también donde levantan esculturas de colonizadores, sabiendo todo lo que eso significa para nosotros” dice Paula Baeza Pailamilla, artista y performer. La acción que describe tuvo su correlato el 14/11, aniversario del asesinato de Camilo Catrillanca, cuando el mismo grupo pintó el Wünelfe, la estrella mapuche, en las calles de Temuco.
Paula lleva 9 años dedicada a la performance, trabajando una mirada mapuche. En agosto, junto a Daniela Catrileo y otros artistas mapuche del colectivo Rangintulewfu, desplegó un lienzo con la frase “A la negra la mataron” en el Museo de la Memoria, aludiendo a la muerte de la activista Macarena Valdés. Dice que en el contexto del estallido, y “a diferencia de las acciones de las chilenes, como pueblo hemos activado acciones que son anónimas, decoloniales, y espontáneas”.
Para Paula, estas acciones colectivas intervienen la Historia y “son la voz del pueblo mapuche. Se articulan desde un sentir colectivo, el anonimato ha sido parte de la mirada, y es la distinción que hacemos respecto a otras acciones”, comenta.
“Hay una tradición muy rebelde de mujeres indígenas”, dice Falabella, quien recuerda un episodio del Perú colonial donde un grupo de mujeres aymara, en el siglo XVII, orinó frente a la ventana del virrey hasta conseguir el cambio de una ley que les impedía vender en el mercado.
“En Latinoamérica, la capacidad de generar sentidos masivos a través de nuestros actos corporales tiene un sentido anterior a la corona española. No es solo mestizaje, viene de la cultura tradicional oral, donde esa unión entre arte y sociedad, o arte y política, se da naturalmente”, dice Falabella.
Hay manifestaciones que tienen mucho de estético, de ahí que Paula vincula las acciones artísticas con, por ejemplo, la emergencia de la bandera mapuche, la Wenüfoye, como símbolo del estallido, y las acciones de derribar esculturas de colonizadores en distintas ciudades, como Concepción, Valdivia y también Temuco.
“Es interesante ver los sacados de estatua de genocidas y personajes de la historia que, para la república Chilena, representan heroísmo, honor y valores, pero para nuestro pueblo son ofensivas y nefastas. Ese tipo de acciones son interfieren la historia misma que se nos ha impuesto, y son temas que se vienen hablando hace tiempo”, dice.
TÚ VUELTA BESTIA
El grupo de performance Yeguada Latinoamericana actúa directamente frente a Carabineros, la Justicia, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, con una propuesta que va de lo bestial a lo fúnebre.
Durante el toque de queda, la Yeguada realizó Estado de rebeldía I, II y III donde fueron directamente a enfrentar a carabineros y militares. Mostraron sus colas de yegua en las barricadas, encendieron bengalas en la entonces Plaza Italia, y rayaron en la calle “Estado de Rebeldía”.
El 31 de octubre realizaron Orden y Patria, que consistió en poner “coronas de flores que decían ‘violadores’ frente a una comisaría y frente a la plaza de Carabineros de la Alameda”, según explica su directora Cheril Linett. La composición consistía en que la Yeguada se desnudara, “solo con el torso descubierto, sin rostro y de rodillas, con los calzones abajo. La imagen es más agresiva que poner el cuerpo totalmente desnudo y de pie, por ejemplo”, dice.
Cheril describe a la Yeguada como un ejército disidente, “una manada aguerrida. Vamos directamente al choque, con todas las herramientas que podamos tener”, explica.
En sus apariciones, la Yeguada tiene un fuerte elemento erótico y también violento. Acciones como bajarse los calzones, desaparecer bajo coronas fúnebres, y el ícono de levantarse la falda y mostrar la cola de yegua, problematiza y visibiliza las distintas formas en que se ejerce violencia sobre el cuerpo feminizado.
“Hoy ocupar el espacio público es similar a lo que pasaba en dictadura”, comenta Patricia Espinosa. “Hay un riesgo permanente, en ese sentido es guerrilla callejera, asociada a la inmediatez. Tiene una temporalidad distinta, no es una memoria de archivo que va a permanecer en el papel. En este caso las mujeres reconvierten el tiempo, el espacio. Apuntan a lo efímero. Ocupan otro tiempo respecto al tiempo patriarcal”.
“Concibo a la yeguada como una hermandad de bestias mutantes, desobedientes, revoltosas y enfurecidas”, explica Linett. Su propuesta emerge de investigaciones acerca de cómo “romper con la forma humana y, de algún modo, retornar a la animalidad. “Hace rato me rondaba la idea de tener una cola, que tiene que ver con lo anal, una zona prohibida, es un órgano castrado para el régimen heterosexual y heteronormado … a una mujer no le debería gustar por el hoyo, es un lugar donde van a ejercer violencia sobre ti”, piensa Cheril. “Queremos mostrarnos insumisas sexualmente, sin pudores y sin todas las investiduras que como mujeres se nos hace cargar” propone.
La última acción que la Yeguada realizó previo al estallido se llamó “Virgen del Carmen Bella”, donde el grupo de Cheril se infiltró e infiltró a su virgen pagana en la procesión de la Virgen del Carmen, con el fin de “meterla en medio de sus santos y vírgenes, de sus figuras religiosas”, explica.
En medio de la intervención, la Yeguada, vestida “como camareras de la virgen”, podía escuchar lo que comentaban los asistentes: “decían que la virgen parecía travesti, una cuica gritaba ¡con esas uñas no puede criar un a un bebé! también qué falta de respeto llevarla así, tan morena”, recuerda.
“Me gusta componer con todo el entorno, ocupar los grandes escenarios de la realidad”, dice Cheril. “Hago un diagrama, una estructura, y luego hay varias cosas que salen en el camino”, explica. A eso le suma entrenamientos grupales que tienen como finalidad incorporar la escucha grupal. “Somos un corifeo, nos movemos en grupo y nos escuchamos de manera grupal. Cualquier movimiento que haga, todo el grupo lo sigue”, dice Cheril.
Virgen del Carmen Bella terminó con toda la Yeguada detenida por el GOPE de Carabineros. Muchas veces Linett busca que esto ocurra, para producir imágenes como la de “25 de noviembre” donde los policías tuvieron que cargar con los cuerpos inertes de la Yeguada, y con los calzones en los tobillos, para sacarlas de la Plaza de la Ciudadanía.
“Me interesa mostrar este cuerpo que violenta a las personas más que el mismo hecho que se está funando”, dice Cheril. “El cuerpo desnudo rompe los tabú”, comenta Falabella, “Lo erótico se vuelve guerrillero. Es violento. Las personas pacatas dirán qué insolencia, qué atrevidas, pero reclama el significado y sana la herida…Te sacas de encima la atadura y el trauma”.
SANGRE Y SUEÑOS
Camila Garretón es directora de Maygara, colectivo de performance que realizó PERREA este verano, en el patio del MAVI. Una fantasía de reggaetón protagonizada por grotescos aliens de tres senos volupstuosos. Un hit de las redes sociales que problematizó la cultura patriarcal del reggaetón.
“Siempre trabajamos desde las fantasías”, explica Camila, “creamos mundos surreales de ensueño, pero siempre muy duro en su visualidad”. Con el estallido, la propuesta mutó. Mancharon con pintura roja la pileta del Parque Bustamante, cortaron cabezas frente a los Tribunales de justicia en el centro y homenajearon al perro matapacos en una procesión con perros, flores y velas.
“Cuando ocurrió el estallido, nos quedamos en la disyuntiva… hemos estado súper presentes desde el cuerpo”, dice Camila, acerca de sus motivaciones, “porque al final también podemos hacer perfo dentro de cuatro paredes, o un video, y es una expresión válida, pero Maygara se ha tomado la calle desde antes de que pasara esto, y por qué no hacerlo ahora, sería contradictorio, sin sentido”, piensa.
“Ya no tenemos ninguna fantasía que abordar”, explica Camila, “eso ha sido el gran giro. Ya no estamos inventando historias, hablamos de lo que pasa, abordado desde distintas veredas. Nos estamos enfocando en la realidad y la verdad. Sería una falta de respeto inventar fantasías cuando en la realidad matan a personas”, piensa.
Maygara tiene cinco integrantes entre los que reparten las tareas. Sus imágenes son en general sangrientas y viscerales. Trabajan con lo abyecto y con lo erótico. Por ende, se involucra un gran trabajo de maquillaje y vestuario.
“Si esto no es una protesta entonces tampoco sé que es. Esta es nuestra manera de luchar. Una voz no se escucha, dos se escucha ahí, y de tres pa’ adelante el mensaje suena fuerte y claro”, piensa Camila.
ILUMINAR LA MEMORIA
Una veintena de mujeres vestidas de negro, encapuchadas, con una franja roja pintada sobre los ojos como si fuera una venda, corre murmurando la frase “Aquí se torturó y se sigue torturando”. El murmullo se vuelve un grito. Algunos cuerpos caen al suelo y son demarcados con polvo fucsia, mientras otros llenan la calle de estencils. Finalmente, despliegan un lienzo con la estremecedora frase: “no nos cuidan, nos violan”.
La Jauría presentó esta performance en septiembre, frente a la Venda Sexy, en un acto de reivindicación de la memoria de dicho centro de tortura, y en Paseo Bulnes, frente a La Moneda, en el marco de Bulnes Intervenido, que invita a las y los transeúntes a iluminar con láseres rojos las huellas de balas del golpe militar. Ambos grupos se han hecho parte de la denuncia de la Violencia Político Sexual, una agenda que tomó una actualidad preocupante después del 18 de octubre.
Nicole Vidal, parte de La Jauría, cuenta que su performance intenta “habitar los espacios que tienen una memoria invisibilizada”. En estos días, han realizado otra performance extraída de un montaje teatral realizado por ellas mismas llamado “Cuerpas en guerra”, que trabaja a partir de una serie de preguntas relacionadas a los roles de la mujer.
“¿Cuántas veces has sentido miedo por ser mujer?, ¿elegiste la vida que te tocó vivir?, ¿cuántas veces has sentido que has perdido tu vida por hacer cosas por otres? Aparecen discursos en torno al terrorismo de Estado y a cómo las mujeres somos ese territorio a invadir por las masculinidades”, cuenta Nicole.
Bulnes Intervenido, por su parte, se realiza hace ya siete años el último viernes de septiembre “para iluminar, reconocer y denunciar las huellas de balas del golpe de Estado”, según explica Francisca Palma, parte del colectivo. El grupo entrega láseres rojos e invita a las y los traseúntes que pasan por el lugar a iluminar estas huellas mientras atardece, elemento que utilizan como metáfora de una velatón. El resultado es una imagen curiosamente similar a la que hoy entregan los láser verdes usados en la protesta para despistar los helicópteros de carabineros.
Si bien este gesto de “iluminar” lo conciben más como intervención que como performance, reconocen el potencial de lucha de estas acciones, donde se pone “el cuerpo y la subjetividad de cada persona en un discurso. Extralimita la palabra, la pancarta, la cotidianidad de un lugar, interrumpiendo esa llamada ‘normalidad’”, piensa Francisca. “Mucha gente no va a la intervención, sólo va pasando y se encuentra con estas luces en las paredes que nunca mira, que nunca ha visto, menos las huellas ahí presentes. Ahí politizas ese espacio, detonas un testimonio, una memoria”, dice Palma.
La Jauría ha unificado las identidades de sus integrantes con el negro, la venda maquillada y la capucha, “porque las problemáticas que nos atraviesan son transversales”. Nicole menciona también la importancia de que estas acciones sean realizadas por colectivos.
“Qué pasa cuando tienes a 30 mujeres encapuchadas afuera de la Venda Sexy y la gente quiere saber qué pasa, primero es el efecto de la imagen; segundo, son demasiadas y, tercero, no se puede rehuir de tantas mujeres tampoco. Es muy chocante”, piensa.
LO EFÍMERO Y LO UNIVERSAL
Hace algunas semanas, durante una aparición en La Matria Fest en Valparaíso, Las Tesis interpretaron un nuevo tema de base electrónica, dedicado esta vez a una lectura feminista del capitalismo: “no se puede entender/ no se puede entender el capitalismo/ sin saber que se basa en la esclavitud femenina / laboral /sexual y reproductiva” dice la canción.
Sobre el aspecto musical de Las Tesis, Patricia Espinosa toma lo pop como uno de los elementos más llamativos: “generalmente el pop es mal mirado a nivel discursivo, acá hablamos de un pop con contenido y no es Anwandter (risas), hay una musicalidad que me suena a pop, pero un pop revolucionario”, dice.
Sobre la novedad de esta generación de performistas, Falabella ve que ellas “están vinculadas al feminismo y al activismo político, a diferencia de los referentes que, en general, nacen al alero de un mundo vinculado al museo y al teatro”. Entre acciones más actuales, Falabella cita Querernover, de María José Contreras cuyo tema es la memoria: Contreras realizó una cadena humana de 1200 personas tendidas en el suelo, entre La Moneda y Baquedano, simbolizando las muertes y desapariciones de la dictadura. Se hizo el 2013, a propósito de los 40 años del golpe.
“Hay performance en Chile y está muy arraigada, y la performance colectiva de las mujeres tiene que ver con esta línea latinoamericanista de activismo social y político de las feministas que toman la performática de las zapatistas y las guerrilleras de la selva, porque ellas están inspiradas en movimientos de pobladoras vinculadas al anarquismo y las culturas populares”, explica Falabella.
Otra particularidad que visibilizan estas acciones es que son instancias donde sólo participan mujeres. Espinosa apunta que durante la representación de Las Tesis senior, “las mujeres se separaban de los hombres, y rechazaban a los reporteros gráficos, periodistas, porque es una instancia para mujeres”.
“Los cuerpos se multiplican y hay momentos conmovedores, como en el memorial de Alto Hospicio cuando se realiza la performance, un lugar marcado por la violencia a la mujer. Lo he escuchado en mapudungun, aymara, quechua… es un trabajo político valioso, es arte y política”, dice Patricia.
Todas estas acciones se despliegan en el espacio público, un espacio históricamente de conflicto y disputa para las mujeres. “Las mujeres en este espacio no pueden circular, porque te reprimen, te golpean… Es un símbolo fuertísimo, desde ahí se le habla al poder, y se transgrede el espacio históricamente asignado a la mujer”, finaliza Espinosa.
El arte performático se considera efímero, en el sentido que “ocurre y se desarma”, según Falabella. “Es una cadena de actos que se desvanecen en el tiempo, pero queda una memoria corporal”, dice. Ve el éxito de Las Tesis en su himno plagado de acciones, un encapsulado sencillo, que puede ser apropiado por cualquier persona: “Son realidades universales de violencia a cuerpos femeninos La letra es tan sencilla, son puros verbos, ¿dónde no violan? ¿Dónde no matan? ¿Dónde no desaparecen?”, concluye.