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Opinión

6 de Marzo de 2020

El verdadero milagro de la economía chilena: el trabajo invisible de las mujeres

Agencia UNO
Severine Cazaux y Francisca Gallegos
Severine Cazaux y Francisca Gallegos
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A pocos días del primer 8 de marzo desde que Chile despertó vale la pena reflexionar sobre esta fecha conmemorativa. Históricamente, nos viene a recordar los movimientos de huelgas liderados por mujeres estadounidenses durante el siglo XIX, que fueron violentamente reprimidas y masacradas por exigir condiciones de trabajo dignas en las fábricas de textiles donde desempeñaban su labor. Desde esa fecha, y cada vez con más fuerza, el 8M ha sido internacionalmente el Día de la Mujer Trabajadora. En este contexto, cabe preguntarse: ¿existen mujeres que no sean trabajadoras?, ¿cuál es el aporte que hacen las mujeres con su trabajo?, ¿qué es lo que estamos entendiendo como trabajo? Si el debate sobre una Nueva Constitución nos obliga a soñar Chile, en un nuevo modelo de desarrollo ¿qué lugar deberían ocupar las labores domésticas y de cuidado que desempeñan sobre todo las mujeres?    

Hace apenas un mes y medio, Comunidad Mujer publicó los resultados de su estudio sobre Trabajos Domésticos y de Cuidado No Remunerados, el cual evidenciaba que dichos trabajos equivalen casi el 22% del PIB de Chile. Es decir: cocinar, planchar, ir de compras, llevar a los hijos e hijas al colegio, lavar la ropa, la loza, cuidar de los abuelos y abuelas, entre otras cosas, aportan a la economía más que los servicios financieros y empresariales, que hoy ocupan el segundo lugar con apenas el 11.8%. ¿Por qué estas labores tienen tan poco reconocimiento social e institucional? Es momento de enmendar el rumbo y hacer que las labores no remuneradas sean consideradas como trabajos necesarios para el florecimiento de una sociedad como cualquier otro trabajo.  

Un sector que tenga un valor económico superior al 20% de nuestro PIB puede modificar nuestro modelo de desarrollo y, por cierto, el motor de la generación de riqueza de nuestro país. Reconocer que su aporte al desarrollo ha estado invisibilizado evidencia que el foco ha estado en la idea de un mercado que omite el valor de la reproducción de la sociedad, el buen vivir y la salud de todas y todos. Esta discusión es clave en un Chile constituyente que se cuestiona las definiciones sobre su desarrollo y la forma en que colectivamente nos queremos organizar.

Desde esta perspectiva, sostenemos que no son las grandes empresas y corporaciones los motores de la prosperidad de la sociedad. En efecto, detrás de ellas hay millones de mujeres encargadas del cuidado de hijos e hijas, esposos y padres. Google, Facebook, Amazon, IBM son empresas que no existirían sin ese trabajo y tiempo dedicado a los cuidados. Según nos muestran los datos de la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo, las mujeres dedican más de un 70% del tiempo de su día a trabajos de cuidado no remunerado. No sólo estamos invisibilizando un trabajo que produce riqueza, sino que también estamos obviando el tiempo de dedicación que está invertido en esas tareas. Por ello, creemos que es tiempo de reconocer esas trabajadoras invisibles que sostienen el mundo y la vida gratuitamente en nombre del amor. A su vez, es imprescindible reconocer el tiempo humano que ellas invierten en la reproducción de la sociedad.  

¿Por dónde partimos? A nivel internacional, varios tratados y acuerdos están buscando incentivar el reconocimiento de dichas labores, como el PNUD que propone en su plan por la igualdad de género: “Reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social, y promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país”. En ese sentido, varios países han realizado cuentas satélites de trabajo no remunerado, como México, Perú, Argentina, para hablar sólo del continente latinoamericano. Por su parte, Uruguay desarrolló un sistema nacional integral de cuidado para reconocer que las labores de cuidado son una necesidad de la cual el Estado debería hacerse cargo. Existen muchos ejemplos que podemos seguir pero Chile tiene que forjar su propio camino. Con apenas un 51% de mujeres insertas en el mercado laboral el año pasado según datos del Banco Central, es una tarea urgente para el país reflexionar sobre el rol de las labores reproductivas en el desarrollo del país y la responsabilidad del Estado en ellas. 

Históricamente las mujeres han estado relegadas a las tareas que ocurren dentro de la esfera privada, que se encuentran ajenas a la toma decisiones y a los espacios de poder de la esfera pública. En un país que se quiere pensar desde el feminismo y poner al centro de su desarrollo la sostenibilidad de la vida, el Estado debe asumir un rol activo no solamente en la visibilización del trabajo reproductivo, sino también en la redistribución de la riqueza asociada y de los espacios de poder correspondientes. Esto significa transformar en un asunto público y, por ende, de responsabilidad colectiva, aquellas tareas que mayoritariamente descansan en el trabajo no remunerado de las mujeres y son esenciales para la reproducción y supervivencia de nuestra sociedad.  

Chile se encuentra en un momento privilegiado para repensar su pacto social y su modelo de desarrollo. Las mujeres sostienen el mundo y el proceso constituyente tiene que hacerse cargo de esta realidad. 

*Artículo escrito por Severine Cazaux del Frente Feminista RM y Francisca Gallegos de la Comisión de Nuevo Modelo de Desarrollo de RD

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