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Kike Chacón

Entrevistas

26 de Marzo de 2020

Hermana Nelly León: “Cuando haya un caso en esta cárcel, el contagio será inminente”

No lo dudó. Frente a la emergencia por coronavirus, la monja que hace 15 años es la capellana del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín ingresó hace una semana al penal para hacer cuarentena voluntaria e indefinida junto a las internas. Ha visto el estrés y la angustia de estas mujeres. “Me vine para contenerlas, porque somos el patio trasero; el último lugar al que las autoridades van querer ayudar”, argumenta.

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Por la tarde, dos gendarmes jóvenes la ayudaron. Nelly León les había pedido durante la mañana del jueves 19, después de escuchar al ministro de Salud que la cifra de contagiados por coronavirus en Chile iba en 238 casos, que le prestaran un colchón. Con eso quería improvisar una habitación al interior de la oficina que tiene en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, donde es capellana hace 15 años. Los dos gendarmes, tras la aprobación de la jefa del lugar, le instalaron una cama sencilla en medio del lugar en el que ella desayuna y recibe a las presas.

Antes de la crisis por el coronavirus, Nelly León venía todos los días a trabajar a la cárcel en Santiago, pero volvía a San Felipe, donde vive junto con las Hermanas del Buen Pastor. Pero desde el jueves 19 duerme al interior la cárcel. No tuvo dudas. Apenas supo del primer contagiado por el COVID-19 en el país, le informó a su comunidad religiosa que dejaría los viajes matutinos hacia la capital, y que se radicaría en la cárcel hasta que pasara, les dijo ella, lo peor. “Hay una misión que cumplir, una vocación de servicio. Muchas veces el solo hecho de estar acá y que las mujeres sepan eso, les da seguridad. Ellas saben que estoy para lo que necesiten”, explica.

Imagen referencial – Agencia Uno

La decisión también fue tomada por seguridad: podía ser ella el foco de contagio dentro de la cárcel -con todo lo que eso implica- o serlo también dentro de su comunidad en la V Región.

En su oficina, hoy también habitación, hay un pequeño baño sin ducha. Por eso, todos los días a las siete de la mañana la capellana parte a uno de los patios con sus pertenencias para ducharse. Como lo hacen las reclusas.   

-¿Había tenido antes este nivel de intimidad con las mujeres de la cárcel?

-No. Es bien nuevo para ellas y para mí. Sobre todo por el momento que se está viviendo adentro. Creo que ha sido un proceso bonito, independiente de lo que significa la angustia que puedan generar en todos los seres humanos del mundo esta situación. Es tremendo saber que al final de cuenta no puedes cuidarte a ti misma. Al final, creo que uno se cuida para cuidar a otras personas.

-¿Usted se cuida para cuidar a las internas?

-Ése es mi caso. No quiero quedar de heroína. No es ese el punto, sino que ésa es mi vocación de servicio y de ayuda. Y la estoy viviendo y estoy feliz con esto hasta cuando Dios quiera. Estoy acá para ayudarlas con todo lo que pueda: con algún llamado telefónico o simplemente con el hecho de sentirse escuchadas. Pero también sé que podría llegar a enfermarme yo, y no quiero ser un problema. Cuando eso ocurra, tendré que ver qué hacer. Ojalá no suceda.

Imagen referencial – Agencia Uno

-Es una responsabilidad enorme, porque además no hay talleres ni entran personas externas que puedan darle una mano con apoyar psicológicamente a las internas, ¿o no?

-Claro, ya no hay actividades que a las internas las hagan olvidarse de que están acá. Es lógico por todo lo que está ocurriendo, pero es bien desolador. Hay muchas mujeres que estaban en talleres y ahora no están las talleristas, entonces estas mujeres no están en nada.  Estamos resolviendo esas cosas. Está suspendida la escuela también, y en general todos los externos que venían a hacer acompañamientos individuales. Eso es tremendo. Yo estoy haciendo una contención emocional adicional acá.

-Lleva poco más de una semana en este rol; parece una mochila enorme. ¿Cómo lidia con el encierro y con ser el apoyo de las internas?

-Yo puedo sacarme esa mochila con Jesús en la oración o leyendo novelas cuando las internas están en sus respectivos patios. Esas dos cosas me dan mucha tranquilidad. Esta ha sido una experiencia dura a nivel país, pero interesante en mi caso. Extraño mi comunidad, por supuesto, pero estar conectada y tener la posibilidad de tener mi teléfono adentro es una garantía tremenda, por lo que no podría quejarme ni sentir que tengo una mochila día a día. Estoy acá con la certeza de que se necesita mucha contención, ayuda y que se vienen tiempos duros.

MUCHAS HORAS JUNTAS

En tiempos normales, en el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, cada interna tiene derecho a dos visitas semanales de tres horas cada una. La primera medida que se tomó para prevenir el contagio, fue que a partir de la semana pasada las visitas se permiten solo una vez a la semana; y no ingresan mayores de 65 ni niños menores de tres años. La medida se tomó el martes cuando el Ministerio de Salud anunciaba un total de 156 infectados y 81 nuevos casos de coronavirus en el país.

-¿Cómo se tomaron esta medida las internas?

-Con pena, pero súper bien, porque saben que la salud de todas ellas y de sus familiares está en riesgo. Y en general acá se organizan bien. Ni siquiera se hacen filas, porque van llegando y entrando. No es la realidad de las cárceles de hombres o estas cárceles que tiene cuatro mil personas, como la ex Penitenciaría o Santiago 1, donde sí o sí se hacen filas desde muy temprano para entrar. 

Imagen referencial – Agencia Uno

-Debe ser bien angustiante para las internas que estando presas haya ocurrido desde el estallido social hasta una pandemia. Y no saber qué pasa con sus familiares en tiempo real. ¿Cuánto permea en las internas y al interior de la cárcel lo que ocurre fuera?

-Mucho, pero en general han sido bien cautas, pese a lo convulsionado que ha estado todo. Ellas saben todo lo que pasa, porque las mujeres ven televisión y están muy bien informadas. Ellas saben todo lo ocurrido desde el 18 de octubre en adelante, y lo hemos conversado, lo hemos reflexionado.

-¿Y qué conclusiones ha sacado usted sobre lo que conversa a diario con ellas?

-Que las preocupaciones de ellas respecto a la crisis social no eran distintas a las preocupaciones de los pobres de afuera. Ahora, con la crisis sanitaria, su preocupación es que pueda contagiarse una de ellas, porque aquí no tenemos los resguardos como para poder cumplir una cuarentena sin que ellas se contagien. Se puede intentar, pero lo cierto es que aquí viven cien mujeres en un patio en siete u ocho dormitorios. Cuando haya un caso en esta cárcel, el contagio será inminente.

Nelly hace una pausa y se pone a sacar cuentas:

“Cuando yo llegué había 2200 mujeres y hoy hay 600. Comprenderás que es mucho menos la población condenada. Muchísimo menos. Y las mujeres viven relativamente bien, pero no tienen cada una su dormitorio ni su baño propio como son los resguardos que se toman afuera. En un noticiario apareció una señora que estaba en cuarentena en una cama espectacular de dos plazas y tenía un baño adentro. Pucha, en este contexto, feliz hacer cuarentena ahí, pero en el caso de las mujeres de la cárcel, y de todos los pobres, no es ésa la realidad. Ellas en la noche están muchas horas juntas a partir de las seis de la tarde hasta las ocho de la mañana del otro día. Eso es mucho tiempo respirando el mismo aire, digamos”.

-Aparte del control de visitas, ¿cree usted que están preparados dentro del Centro Penitenciario Femenino para recibir a nuevas internas y que podrían estar contagiadas? Un lugar para hacer cuarentena, por ejemplo.

-Sí, se habilitó un espacio para que cuando llegue una nueva interna que viene desde la calle a cumplir condena -ahora llegó una a cumplir 20 ó 21  días, por ejemplo- se quede en un lugar aparte. Ese lugar es una especie de cuarentena carcelaria y es sólo por seguridad. Lo otro es que yo he estado haciendo campañas para recaudar jabón y útiles de aseo. He tenido muy buena acogida de donantes, entonces ya estamos adentro repartiendo jabón para que a ninguna mujer le falte para lavarse bien las manos, que es una de las formas de protegerse.

EL PATIO TRASERO

-Usted siempre está en campaña de recolección y repartiendo útiles de aseo entre la internas. Eso debería ser un deber de Estado, ¿o no? Hoy la falta de higiene puede significar contagio de coronavirus.¿Cómo hoy pueden faltar estos artículos en una cárcel, donde el metro de distancia no existe?

-Ocurre que todo se trae de afuera y, siendo así, hay familias que no dejan utensilios a las internas. Pero más que detenerme en el problema, que existe, yo trato de brindar soluciones. He recibido donaciones a través de campañas que hago. Nos han dado tres aportes importantes de papel higiénico y de jabón. Esas campañas las seguiré haciendo, porque es importante que alguien se ocupe de eso, como también del bienestar sicológico de las internas hoy.

-Cuando todo se contrae afuera, se les aísla aún más a ellas, ¿no?

-Se modificó la vida acá adentro. Entre sábado y domingo pasé por todos los patios para hacer oración con ellas. También se han hecho algunas actividades recreativas como competencias  donde el premio es un champú. Es para ayudarlas a matar el tiempo. En este contexto del coronavirus tenemos una población carcelaria que está sin estímulos.

-En Italia, por ejemplo, ha habido motines en cárceles. En Chile, cuando la curva se disparó, en Santiago 1 hubo un intento de fuga de un grupo de reos. Es decir, hay movimiento penal asociado a distintos factores. ¿Cómo proyecta la situación en la población carcelaria del país?

-Cada cárcel tiene su trato. Ha habido varias con intentos de fugas o de motines también porque si se diera un caso positivo en alguna cárcel de Chile, la angustia va a ser mayor para la población penitenciaria por el temor de contagiarse. Pero por ahora está tranquila la situación. Espero que continuemos así. Va a ser un desafío si nos llegamos a contagiar. Y es probable que así suceda, pero igual se están tomando los resguardos. 

Imagen referencial – Agencia Uno

-Un día después del motín en Santiago 1, empezaron a circular videos de las internas de la cárcel de San Miguel: aseguraban que sus hijos serían llevados a dependencias del Sename por coronavirus, información que resultó falsa. Sí podría ocurrir que un niño se enferme. ¿En el Centro Penitenciario les han dicho a las mujeres cómo se procederá en esos casos?

-Se dio una información muy clara: si en algún momento hubiese un caso de contagio de niños, se va a tratar de que los niños se vayan donde sus familias para que puedan para resguardarlos. Esa fue la información que, de hecho, se filtró, pero el mensaje se fue deformando en el camino. Lo del Sename no es cierto.

-Además del Covid-19, está la campaña de vacunación contra la influenza que ha debido adaptarse a la contingencia. ¿Se ha instruido a las internas sobre estos temas de salud?

-No, y ojalá pudieran venir ya a vacunarlas contra la influenza. No han venido y otros años sí lo hacen cuando comienza la campaña. Además es importante tener posibilidades de tener más útiles de aseo personal y también de cloro y cosas para limpiar pisos y baños. Acá hay que intensificar las medidas de higiene. En las cárceles se está haciendo lo que se puede con lo que se tiene.

-¿Cree que hay un abandono de la población carcelaria por parte de las autoridades de gobierno?

-Somos invisibles parece. En ninguna parte he visto, con todas las declaraciones que se hacen a diario, que se hable de las cárceles. Somos el patio trasero de todo en este país. Al final, bien al final, quizá alguien se va a preocupar de nosotras, pero por ahora todas las medidas que se están tomando vienen directamente desde Gendarmería y de los equipos en cada cárcel, y ellos requieren un refuerzo. Jamás he escuchado, en ningún discurso de este gobierno, decir que se van a preocupar de la higiene de las cárceles; las cárceles pueden ser un gran foco de contagio y a ninguna autoridad pareciera importarle. Y es inhumano. Independiente del delito, todos los privados de libertad son hombres y mujeres que son personas, que tienen una historia y que tenemos las mismas necesidades que la gente que está afuera. Eso no deben pasarlo por alto.

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