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Entrevistas

30 de Marzo de 2020

Sicóloga Ana María Arón, el coronavirus y los chilenos: “Es brutal la insensibilidad de los que tenemos privilegios”

Crédito: Hugo Munster

La directora del Centro de Buen Trato de la Universidad Católica está confinada en su casa. Está sola, pero bien. Tan bien, que lo reconoce con algo de pudor. Piensa en aquellas personas que no tienen las comodidades de las que ella goza. “No todos tienen nuestros privilegios y no basta con regalar lo que te sirve a la nana o al conserje”, dice. En esta entrevista habla de la empatía: de lo que significa y de cuánto espejo hemos hecho en los demás estas semanas de pandemia.

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Una mujer de 63 años es diagnosticada de Covid-19 positivo. Tiene el virus y está contagiando. Ella lo sabe, pero decide ir a un supermercado, arriesgando la salud de todos los que pasan por su lado. Una escena que se suma a otras. A la del hombre que viajó en avión a Temuco con síntomas de la enfermedad, a la de las fiestas que se realizan pese a la cuarentena, a la del contagio de 21 personas en un gimnasio de Chillán. ¿Por qué no estamos pensando en los demás?

La capacidad de percibir los sentimientos y emociones de otro- incluso de adelantarnos a las consecuencias de nuestros actos y palabras- es lo que llamamos empatía. Acercarse a realidades que no son propias e intentar sensibilizarnos con ellas es parte de un proceso que, no hace mucho tiempo, la neurociencia decidió investigar. Fue un científico italiano, Giacomo Rizzolati, el que hace veinte años descubrió las neuronas espejo, la base de lo que hoy conocemos como empatía. Estas neuronas permiten internalizar un fenómeno determinado haciendo que el cerebro lo codifique de manera natural. A través de una resonancia magnética, el equipo evidenció que al mirar a una persona enojada se ilumina la misma área del cerebro del sujeto estudiado. Los avances en el campo científico concluyeron que no sólo somos capaces de sentir el dolor o la rabia de otra persona, también sus miedos. 

La psicóloga Ana María Arón, directora del Centro de Buen Trato de la Universidad Católica, sabe de estos asuntos. Fue una de las voces más solicitadas para reparar los efectos emocionales del terremoto del 2010. Lo mismo para analizar los efectos en los sentimientos y en las mentes del estallido social de octubre pasado. Ahora está frente a la pandemia de coronavirus. Dice que lo que hoy estamos viviendo es lo más parecido a lo que nos pasa cuando vemos una película de terror: “Cuando ves una película de terror te suben los niveles de cortisol; imagínate esto que es una película de terror, pero que sabes que es cierta”. 

Foto: Hugo Munster

¿Cómo se explica lo que hizo esta señora contagiada que fue al supermercado?

-Es el típico comportamiento egocéntrico. Para ser empático tienes que salir de tus necesidades. La empatía tiene que ver con la necesidad de hacerse cargo de otros, de cuidar a otros. Hay un experimento con el juego Metropoly que explica que las personas, sin ser malas, cuando están en una posición de privilegio, donde tienen más recursos y facilidades, dejan de ver y percibir las necesidades de los que están en una posición de más escasez. El caso de esta señora apunta a que ella ya tiene resuelto sus problemas, no se va a contagiar porque ya lo está, no corre ni un riesgo y su comportamiento es centrarse en ella misma.

¿Crees que es una característica común que se ha visto en los sectores más privilegiados de la sociedad?

Es una característica de los dos mundos que tiene Chile. El mundo que vive con todos los privilegios y recursos ni siquiera se puede imaginar lo que a una persona que no los tiene le puede estar pasando. 

¿A mayor nivel de privilegios, menor empatía?

Sí, pero nos cuesta ser empáticos con los que no tienen privilegios. Con mi grupo de gente que tiene lo mismo yo puedo ser muy empática. 

Pero hemos visto casos de falta de empatía dentro de los mismos grupos socioeconómicos. 

-Es que eso se cruza por un modelo tremendamente individualista. Tus necesidades son las más importantes. Tenemos que diferenciar dos tipos de personas, las que actúan desde la insensibilidad y son capaces de decir “ah chuta, mira lo que hice” y es capaz de decir la embarré. Y otros que dicen “yo no veo por qué alguien me tiene que poner restricciones a mí”; esa persona tiene una conducta egoísta, egocéntrica, pero que para él es ideológicamente correcta. 

Siempre nos hemos sentido una sociedad solidaria y que se pone en los zapatos del otro, pero esta crisis nos ha puesto a prueba. ¿Cómo nos has visto?

-Creo que somos solidarios, pero hay una diferencia en los contextos en los que cada uno vive. Es brutal la insensibilidad que tenemos las personas que estamos en una situación de privilegio en relación a lo que les pasa a los otros que no tienen. Absolutamente estamos al debe. No basta con dar plata para la Teletón, no basta con tener conductas caritativas, no basta con regalarle lo que no te sirve a la nana o al conserje: tiene que haber un cambio mucho más profundo que nos ayude a entender que somos todos iguales. Esa puede ser una ganancia de esta pandemia, entender que nos está pegando a todos por igual. 

A nivel de autoridades, ¿has visto falta de empatía?

Lo voy a unir con el estallido social, porque me hace mucho sentido. Una de las quejas más grandes y transversales era sobre el trato indigno. Lo que más duele es ser tratado como de segunda clase por las personas que están en otro estatus, que les tocó nacer en otra parte. A comienzos de este gobierno hubo un par de desatinos como levántense más temprano para que les cueste menos el metro o regale flores que ahora están más baratas. Creo que esas personas que las dijeron no tienen ninguna conciencia de que lo que estaban diciendo podía dolerle a otra persona. 

¿Esta crisis está desnundándonos como sociedad?

-Lo que está pasando nos ayuda a visibilizar comportamientos egocéntricos, poco empáticos, poco compasivos. Pero tenemos que dar un paso más: ¿qué hacemos para que eso cambie? Un primer paso es tomar conciencia de eso, escribir sobre el tema, ver lo que pasó con esta señora en el supermercado… ¡cuántas mujeres habrán pensado que ellas hubieran hecho lo mismo en su lugar! Pero después viene el repudio, lo ves en los medios de comunicación y eso te ayuda a preguntarte si hubiera sido bueno hacerlo. 

Si todos venimos con una predisposición genética a la empatía, ¿se puede educar si no existe?, ¿se puede destruir lo que traemos por un mal apego de los primeros años de vida, por ejemplo?

-Justo. Esta capacidad genética que tenemos para la empatía tiene que ver con la sobrevivencia de la especie. Si no fuéramos capaces de conectarnos con las capacidades de los otros, especialmente de la cría, nuestras crías no podrían sobrevivir. A diferencia de otros animales, los mamíferos por ejemplo tienen apego pero dura poco el contacto de la madre con la cría. A los minutos de haber nacido un animal puede pararse en sus cuatro patas y buscar la ubre de la madre para tener su alimento, incluso la madre para ejercitar eso se arranca para fortalecer las patas del animal y que aprenda a valerse por sí mismo. Nuestras crías nos necesitan, una guagua recién nacida no puede sobrevivir sola. Esta capacidad de conectarnos con las necesidades de los otros, no solamente darme cuenta de lo que tú necesitas sino que hacer algo por cumplir esa necesidad, es lo que nos hace sobrevivir como especie. El mundo en que estamos viviendo ha bloqueado la capacidad de la empatía: de los hombres hacia las mujeres, de los adultos hacia los niños, de los que tienen más hacia los que tienen menos. 

¿Cuánto afecta la desigualdad en la falta de empatía?

-Vivimos en un país que son dos países, entonces muchas veces solidarizamos por nuestra manada, por nuestro grupo, y los otros no te importan. Esta epidemia nos ha ayudado a entender que ningún país se puede salvar si no se salvan todos. 

¿El modelo económico ha llevado a que seamos más individualistas?

-Estamos en una era muy importante de recuperación de la empatía. La vida moderna y los sistemas de valores en los que estamos viviendo nos bloquean eso. Piensa en nuestro modelo económico neoliberal que, más que empatizar, busca entender lo que le pasa al otro para encontrar la oportunidad de negocio. Eso es una negación de la empatía. He trabajado mucho en terremotos y zonas de catástrofe y recuerdo cómo el 2010 hubo muchas empresas que encontraban que esto era una oportunidad de negocio porque había que reconstruir. Un individualismo que es la negación de lo que es la especie humana, porque de a uno no podemos sobrevivir. Si no tenemos a nadie al lado que nos cuide y a quien cuidar, no vamos a poder sobrevivir. Nos han transmitido este modelo que cada uno se rasca con sus propias uñas y no tiene que importarme lo que le pasa al vecino. 

¿Cómo se logra ser empático con una realidad que desconozco?

-Hay que pensar que la información sirve mucho. Hay un tema de con quién empatizas tú, a quién conoces. Estamos súper tocados con lo le pasa a Italia, porque es un país cercano y querido. Nos cuesta más empatizar con lo que pasa en China, en algunas aldeas, porque los vemos a todos iguales y no tenemos esa cercanía. ¿Cómo podríamos desarrollar esa empatía? Hay que empezar por lo más cercano y la información, lo que otros están viviendo, nos ayuda mucho. Esto siempre y cuando no sean cosas muy truculentas que terminan bloqueando nuestra capacidad de empatía. 

Cuando la falta de empatía pone en riesgo a la sociedad aparecen medidas coercitivas como multas o toques de queda. ¿Se puede aprender como sociedad a través del castigo?

-Si no creyera que las personas pueden cambiar sus sistemas de creencias no estaría trabajando en lo que trabajo. Yo creo que se puede cambiar, pero es difícil. Por ejemplo, pienso que la cuarentena obligatoria no hubiera sido necesaria si todos nos hubiéramos guardado en la casa. No pasó. Cuando alguien hace algo indebido tienen que haber dos cosas. Primero es la sanción, la coerción, las multas, pero también está la sanción social que es mucho más importante porque te cambia el sistema de creencias. 

¿Crees que la empatía es un concepto que se ha incorporado en el mensaje político a raíz de la crisis del Covid-19?

-Hay algunos voceros que me han encantado, independiente de las ideas políticas que uno tenga. Por ejemplo, la Karla Rubilar tiene un nivel de empatía que ya lo demostró cuando era intendenta; tú le crees lo que dice y ves que está con la gente. Ayer escuché al ministro Briones, estaba muy enojado y le encontré razón porque no le habían aprobado un proyecto. Lo sentí muy auténtico, muy empático. La ministra Hutt también, cuando asumió la responsabilidad por la embarrada que quedó en el metro, me pareció una persona honesta. Ahí hay un tema de género, si hubiera sido ministro, hombre, y le hubieran hecho la pregunta le habría echado la culpa a 500 personas antes de decir “sí, me equivoqué, pido disculpas”. 

Las mujeres llevan años asumiendo culpas…

-Llevamos años asumiendo las nuestras y las de toda la humanidad hace tantos siglos que no nos importa tanto. Y no me preguntes por los políticos no empáticos porque a esos todos los conocemos (ríe).  

¿Cómo mantenemos en alto la empatía de la cuarentena cuando no estamos acostumbrados como especie a la soledad?

-Se me ocurren muchas ideas, pero no te voy a decir ninguna porque creo que aquí tenemos que ser disciplinados. Esperaría que en algún minuto las autoridades cuerdas, porque tenemos gente cuerda en todas partes, pudieran darnos algunos indicadores. Lo más importante para poder ser resilientes es la seguridad y eso nos lo da la confianza en las autoridades y en que ellos estén haciendo lo que tienen que hacer. Independientemente de lo que uno piense de las autoridades, hay que hacer un esfuerzo por hacerles caso; si no empieza un nivel de incertidumbre donde desconfías de todo lo que te están diciendo. 

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